Una foto con memoria tiene atrapada una parte de mí. Vuelvo en una expresión que el tiempo no pudo quitarme, con las manos entrelazadas y el cabello recogido con un moño alto y blanco.
Desde lejos alguien que fui me sonríe eterna.
El turquesa de mi remera convertido en gris oscuro, me recuerda la esplendorosa Nitax y las manos ágiles de mi madre.
Una media voz me pide que regrese a ese tiempo de tilos florecidos, de veredas anchas como mares con sus calles polvorosas, me llama a esas siestas saltando tapiales a escondidas y sandías robadas y risas y bicicletas y noches de luna llena y chicos de barrio y perros y ranas sueltas. Una voz arrinconada me llama y yo voy retornando obediente en un vuelo onírico de girasoles. Girando entre panaderos mecidos al viento, pétalos amarillos, con los ojos estrangulados de presencias. Voy flotando con las manos por delante y pido por favor que no acabe. No quiero que nada se detenga ahora, por favor que siga este circuito arrebatado que no quiero bajarme de él, estoy volviendo al punto exacto de la felicidad, ahora que sé dónde estaba.
No te des vuelta, no respires, que la mano no se mueva –me digo acurrucada- que los ojos sigan persiguiendo frenético el sueño que invariablemente, se diluye.
La tranquerita blanca se agita con el viento de la noche.
Olvidé cerrarla –pienso revuelta y como si el mundo entero con todos sus seres vivos y seres fantasmales, se me trepara a los pies, me arrastro por el pasillo enmarañado de madreselvas, para trabarla.
Un nuevo golpe de la tranquerita blanca, me despierta.
Los ojos de la foto se velan, la media voz enmudece, un tumulto de girasoles se despeinan en medio de un torbellino feroz y luego desvanecen.
Sólo se escucha el trino de los pájaros en la mañana.
Me abrazo hecha un bollo en la cama y desando el camino torpemente.
El regreso al lugar de la felicidad, duele como una espina clavada en el paladar.
como cantan en peces de ciudad al lugar donde has sido feliz no debieramos volver...
besos
Claro que duele.
Yo ya no quiero volver allí.
No queda nadie.
Hace unos días recorrí las calles del barrio de mi infancia como un muerto viviente.
No quedan ecos de nada.
Besos.
La realidad es la que es, Pato. Y los sueños son terapia saludable para evadirnos de ella, pero tenemos que saber que sólo son eso: sueños inalcanzables.
Seguro que hoy hay muchas cosas que te hacen ser niña y reír a carcajadas.
Un abrazo en el corazón, Pato.
Te veo muy nostálgica últimamente.
PD.: Gracias por tu generoso comentario en el blog Asamblea de Palabras.
es bueno volver al sitio de la felicidad, aunque sea para cerrar esa "tranquerita" que olvidamos abierta. Hacer consciente la pérdida "abrazarse hecha un bollo en la cama"y desandar el camino.Bello, angustiante, pero esperanzador.El dolor del paladar también se va. BESOS
Yo si creo que es bueno volver un ratito a los tiempos felices, al menos yo cuando lo hago gozo...
Son tan escasos los momentos de gozo hoy, que hay que tomar prestados ratitos de de gozos de ayer...
Tenemos que dar gracias a Dios, de tener la dicha de poder recordar una infancia feliz. Hay mucho que no la tuvieron y se hace mucho más cuesta arriba. Me encanto tu entrada me llevaste nuevamente a mi niñes que tbm fue muy felia. Te mando un beso grande
Pato, los sueños, sueños son. Pero son una terapia maravillosa. De eso conocemos ambos lo suficiente para darnos cuenta que sin ellos, la vida no tiene sentido.
Besos de Quino.
Loa gozos de ayer, casi siempre se vuelven desencanto el día de hoy.
Es mejor intentar sonreir en el presente o llorar si es preciso, pero vivir el ahora.
Un abrazo en la distancia
Casi,casi has descrito mi infancia.No has perdido ni los girasoles ni las siestas,ni las risas,todo te constituye.Eres la dueña de tanta belleza.Besos***
Pero es que la patria es la infancia. Eso dijo Rilke....y bueno....yo no tengo muy claro el concepto de patria, pero sí que es un punto de apoyo importante. Si es blandito, puedes hundirte. Me gustó lo descriptivo de tu relato. Besos.
También yo me apunto a echar mano de los momentos mejores de mi vida.
Sí, ya sé que los psicólogos dicen que sólo existimos en el presente; que el pasado no existe y, sobre todo, no existió nunca de la manera como nos llega cuando lo recordamos. Nada nuevo descubren bajo el sol.
Pero, se está tan calentito haciendo un paréntesis en este presente gélido y hostil donde todo es tan árido...
Un beso, amiga. Sigues siendo la Maga de los blogs.
Yo creo que de vez en cuando hay que mirar de frente los tiempos y los escenarios felices, pero esa mirada no debe intentar revivir la experiencia sino la emoción, es decir, mejor sentir que pensar. A veces estamos viviendo determinados momentos que, si bien no catalogaríamos como de felicidad, tenemos la sospecha de que en el futuro pertencerán al cúmulo de los recuerdos felices. Tal vez sea porque el trabajo de ocuparse en el presente sea poco compatible (generalmente) con la idea de la felicidad. Sin embargo las emociones ahí están y ahí quedan, como si fueran algo de otro "yo" distinto. Pero no, es el mismo "yo" y ese yo no cambia. Deberíamos reconocer nuestra identidad en esos "yo" de los tiempos esenciales. También hay tiempos esenciales desgraciados y a esos sí que duele recordalos, por eso deberíamos alegrarnos y no entristecernos de conservar la emoción de todo aquello que acompañó nuestra felicidad en algún momento.
Pero sólo es mi opinión, claro.
Un beso.
Volver a volver, por volver a hacerlo es como el mordisco fortuíto en donde te heriste el paladar pero no dejes de volver porque ese "volver" no volverá.
Lycans que no sabe si va o viene.
¡Cómo nos aferramos a esos sueños que se empiezan a esfumar! Y nos esforzamos por volver, pero ya no es lo mismo. Cuando se filtra la realidad desfigura todo.
Te prometo que te cuido los tilos, para cuando quieras volver :)