Ventanas


"Era más blanda que el agua,
que el agua blanda,
era más fresca que el río,
naranjo en flor.
Y en esa calle de estío,
calle perdida,
dejó un pedazo de vida y se marchó..."
-Homero Expósito-
Me gusta mirar ventanas y pensar en las vidas que laten detrás de los marcos. Ir por las calles buscando esos ojos cuadrados, generosos, de cortinas aladas.
Imaginando.

Aquí, digo que vive Antonia. Supongo que podría llamarse así, quien pinta unos postigos de un color que no existe y suspira con la tristeza de un bandoneón los días nostálgicos.

No importa el barrio en el que duerme cuando sueña. Tampoco dónde hace sus compras.
No tiene mucho sentido que yo anote la intersección de sus calles y que relate la monotonía del murmullo que en ellas se respira.
Lo que importa es el respiro.
Porque luego sobreviene el ahogo con forma de abismo, por eso lo único que quiero ver de ella en este día, es el aire en su ventana.
Me gusta verla allí.
Hay veces que la miro y es como si me viera.
Ahora por ejemplo está rodeada por un manojo imperturbable de geranios que crecen al amparo de sus manos.
El infinito amor que les tiene le lleva a balbucear palabras extrañas, en un idioma verde y crepuscular.
Inventa las mañanas cantando canciones que sólo ella escucha.
Sueña con barcos habitados por sirenas de sabor amargo
y con autos oxidados
que dejan crecer jardines de girasoles
en la parte de atrás.

Mientras ella brilla como un dibujo de luna en el marco, el patio va tomando un color de pétalos recién pintados y le estampa una sonrisa a mi camino diario.

p1

No es el otoño

A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
He llegado a casa
con un frío que reconozco como propio.
Nada tiene que ver el otoño
-que lleva días queriéndose instalar-
con este frío que siento.
Casi me ha tomado parte del verano
la llegada de estas horas,
que se desmoronan como las hojas de los días ocres.
Por eso sé que no es el otoño.
Ni los relojes.
Ni las dagas invisibles.

Es este traje de piel que no soporto.

Podría ver el parque florecido, porque aún hay flores.
Podría el campanario de la iglesia
romper este silencio atroz en lo alto,
anunciando el mediodía.
Podría detenerme en el fluido devenir de las nubes
en medio de un cielo manso
o escribir un poema.
Despues reírme a solas
y sería primavera, tal vez verano.
Acaso ser feliz en los atajos,
donde busco algún descanso
desnuda de mí
para sentir al fin calor.

Pero no es éste el caso.

Lo cierto es que he llegado a casa.
Las llaves no me traicionan
-es mi puerta la que abro-
y es mi frío
y es mi piel la que me saco,
para dejarla colgada entre los abrigos arrumbados.

Entonces del bolsillo izquierdo caen palabras rotas
absurdas palabras ateridas
palabras exorcistas palabras
animales palabras imposibles

...palabras...

sólo palabras como zarpazos

fieles garras de barro sobre la alfombra
me siguen ahogadas

...mis palabras.

Mi saco de piel, yace por ahí, tirado.


el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
-Jorge Luís Borges-

p1

Hojas sueltas


"No sé si eras el eco de una vieja canción,
pero hace mucho, mucho, fuiste hondamente mía
sobre un paisaje triste, desmayado de amor..."
-Cátulo Castillo-
Giran en un baile sin freno las primeras hojas del otoño, giran en una danza brillante en la esquina del edificio ciego.

(Deben estar escuchando radio)

En medio de ellas una bolsa de nylon olvidada y sucia se toma de sus tallos agónicos formando una ronda.
Agitada y loca, llena de un amor de aire, flota.
Se sostiene entre las hojas, vive en esa danza de calesita de plaza, en ese peregrinar desolado que le presentan las horas de Marzo.

Giran en un baile sin freno unas penas que he divisado, bailan ante mis ojos sueltas, como las hojas, como la bolsa, anticipándose a este otoño en el que tendré que inventarme.

Todo las sostiene.
Nada las abarca.

Desobedecen los límites que les pongo y frente a un edificio ciego, danzan hojas en pena, música de radio.
"El Otoño te trajo, mojando de agonía,
tu sombrerito pobre y el tapado marrón..."

p1

Caminando por ahí.



"La moneda cayó
por el lado de la soledad
otra vez"
-Andrés Calamaro-

Sí que entiendo, cómo no entender...
Sí que supe lo que es tener el corazón roto, claro.
También sé lo de los asuntos pendientes.

Lo escucho cantar a mi espalda, viene conmigo, avanza y me dice al oído lo que tal vez yo no sé decir, ni ver, ni nada.
Está en mi cabeza, toda su voz de letras está en mi cabeza latiendo.
Y como si yo no pudiera tenerla más por dentro, camino por no sé qué calle muerta, prestándole mi voz.
Desafino mientras las baldosas flojas desafinan conmigo.
Voy mutando entre las veredas, como una sombra transparente que quisiera inventarse un contorno definido para abarcarlo todo, para verse pintada en las paredes y descubrir al fin sus formas. Para ubicarse en un lugar propio, para no ser aplastada por los coches y sus luces despiadadas.

Cómo no conocer el dolor de un crimen perfecto, Andrés.


p1

Retorno


"Y ella siempre sin saber,
sin siquiera sospechar
mis deseos de volver..."
-Enrique Cadícamo-
Se me perdió un día en la memoria, hace mil años.

Al principio sentí gran desolación porque aparecía un bache que no lograba llenar con nada. Caminaba por la línea de mis recuerdos y al llegar allí caía sin red.
Pensé en varias cosas incluso puse un par de avisos en los diarios locales, pero después de un tiempo lo dí por perdido.
En ese punto vacío, puse flores, así al menos al caer, era sobre pétalos.

Pasaron los años; como suelen pasar, en aturdidos vagones, por las noches, descalzos.

Esta mañana al abrir la puerta de calle lo encontré convertido en harapos a mi día. Me miró con los ojos cansados, la cabeza gacha esperando mi regaño.

Encontró mi abrazo.

Ni él ni yo somos los mismos, a él lo encontré mas flaco y los ojitos no le brillaban tanto. No sé cómo me habrá visto él. No se lo he preguntado por temor a que me diga lo de la falta de brillo en mi piel y lo de los ojos flacos.
Fundidos en ese abrazo hemos quedado, mirando un paisaje blanco.
Ilusionados los dos, con esa ilusión ingenua que tienen los días retornados.

p1

Punto de encuentro


"Sólo así yo te veré
a través de mi persiana americana"
-Soda Stéreo-
En la penumba que deja una persiana americana, mientras un sol imprevisto se aleja sin permiso de nadie. En absoluto silencio una mujer se detiene en ese instante preciso en el que se descubre a punto de soñar despierta.

Se sacude la cabeza, como si saliera del mar y quisiera quitarse el agua de encima. Del mismo modo que unas gotas cobrizas la recorrerían toda, mientras le dejan caminitos de sal, los restos de sueños no la abandonan. Escriben sobre su piel un mapa que ella intentará recorrer sin tregua aunque se pierda, aunque le broten llagas en el alma por caminar calles desérticas, porque sabe que en algún punto de sí misma se encuentra.

p1

Sin memoria


"o las noches de lluvia nos confirman
que la vida, posiblemente hermosa,
no siempre es un asunto disponible
y que a veces resulta incluso mucha,
temible como ahora,
mientras que tengo miedo de besarte al azar"
-Luis García Montero-

La lluvia ha perdido la memoria.
No lleva registro de los días, ni regatea entregarse por entero. Pasa las horas derramando su existencia de agua, como si supiera que le queda poco tiempo de vida, derrocha lo que le queda a pleno.
Ha escapado de todos los pronósticos.
El señor del tiempo mira atónito a las cámaras de TV y da explicaciones varias de lo que pasa por estos días en esta parte de la tierra.
Algunos han perdido sus pertenencias, los ríos al crecer han barrido sus casas, dejando al marcharse un barro pútrido y toneladas de desesperanza.
Las alarmas de rescate suenan por las noches y la angustia comienza a crecer, siempre puede crecer más, hasta tomar forma de rascacielos.

Miro por mi ventana y se ven los tejados vecinos emergiendo fantasmagóricos esta mañana, en sus miradas se adivina la pregunta de cuánto más quedará...

Yo casi como un tejado fantasma, me pregunto lo mismo.

¿Cuánto tiempo más quedará?

p1

Tendal de ropa


"Hay noches que no encuentro casi nada
de todo lo que ayer era mío"

-Quique González-


Una lluvia espesa como la sangre baña y nutre el lodazal del fondo.

El techo a punto de caer, resiste, pero se desmorona por las paredes internas de mis ojos. Cual pena que se extingue, se derrama lentamente.
Como toda señal de vida: un tendal de ropa en húmeda agonía se despide de la tarde.

Y las manos vacías tanto como las horas plenas de derrumbe, mecen las palabras que me esperan...


Todo rueda por la cornisa,
buscando una guarida que contenga lo inevitable.


p1