Solamente adiós.
Hasta luego, amor
hasta luego nuevo amor.
Es tan redonda la ciudad
que nos caemos los dos
y eso no estaba en los planes de ninguno de los dos.
-Los Rodriguez-
La vida les jugó una mala pasada.
Cuando se encontraron, para el amor ya era muy tarde. No les quedaba tiempo para saborearse lentamente como les hubiera gustado. Como tampoco quisieron perderse en lamentos por lo que pudo haber sido y no fue, decidieron citarse con día y hora en una esquina en la parte vieja de la ciudad para tomarse las manos un largo rato y eso a sus años, iba a ser mas que suficiente.
Antiguamente en esa esquína, había habido un almacén de ramos generales y hoy día era un coqueto Restó, felizmente reciclado, con grandes ventanales que daban a un parque añejo, cargado de jacarandás nublados.
Allí en la mesita que se apoltronaba al sol del mediodía, estaba ella esperándolo. Tenía los ojos pegados a la vereda de enfrente y el corazón acelerado como una jovencita. Cuando lo vió llegar supo que el amor tenía ojos color café. Sonrió mirando el fondo de su tacita medio vacía y terminó el último sorbo con la expresión mansa de él comiéndole con la mirada, sus labios gastados.
El almuerzo comenzó como un baile lento.
Los ojos marchitos danzaban de sus caras a las manos, de las manos a los manjares y se mezclaban entre las florcitas que él le había comprado, merodeaban por entre las copas, hacían equilibrio sobre sus labios, recorrían el mantel en puntas de pie, jugaban a las escondidas y se atrevían al amor.
El almuerzo transcurrió con la cadencia sensual de quien baila un tango, dejando toda la nostalgia que tenían sobre la mesa, como si fuera una pista de baile.
Pero llegó a su fin y los dos salieron a la vereda sabiendo que venía el final.
Al salir estaban serios y mas viejos, ambos sabían que al darse la vuelta y cruzar las calles se iban a separar para siempre. Allí, a escasos metros se les terminaban todas las posibilidades de caminarse por los rincones mas soñados y rebuscarse en las hendijas todas las pasiones furtivas como hubieran vivido de haber sido jóvenes.
Por eso se miraron a los ojos desde el fondo del alma y allí se quedaron acurrucados contándose todas las ternuras de las que fueron capaces y todos los diablos y los ángeles que los habitaban los rodearon mientras ellos se miraban, mientras se dibujaban en sus espacios de memoria, se llevaban guardada para siempre esa despedida.
Después se arroparon en un abrazo todo el amor que fueron capaces de sentir y cuando el silencio comenzó a ruborizar sus rostros y los ojos se inundaron de sal, sabiendo que sobrevolaba el adiós, sin decir mas nada se dieron la vuelta.
Cada uno se llevaba dentro suyo todo lo que amaba del otro.
Se iban repletos a vivir lo que les quedaba.
Lo que no sabían era que en el mismo instante en que se alejaban buscando el final, sus sombras irreverentes comenzaban su vida de a dos y enamoradas hasta la médula, no estaban dispuestas a dejarse una vez que se habían encontrado, por eso desobedeciendo todo pronóstico aciago, ambas escaparon por las paredes y se pusieron a bailar el tango mas deseado, hasta desaparecer por los techos haciendo firuletes, cortes y quebradas.
(Gracias Gaturra por regalarme esta foto hermosa y un motivo cuando mas lo necesitaba)