Bordeando una orilla.


No soy yo
quien escucha ese trote llovido
que atraviesa mis venas.
-Oliverio Girondo-
Llego a este sitio blanco, perforado de neblinas.

Nunca sé como llego a esta especie de meseta árida, donde los pies se hunden en profundos silencios embarrados. Me pregunto cómo he hallado este hueco que me abarca por completo, que me acuna, que me arropa y sin acordar nada me deja desnuda en una pasarela de renglones despoblados.

Yo sólo sé que me seduce un viento de palabras, que rebotan en mi sangre y al ir buscándolas, me galopa un sentimiento en las arterias, voy montada en él en un vago intento por llevarlo a destino.
Yo sólo sé que me viene a buscar una mirada y me toma de la mano y me arrastra y me deja acá empantanada, en esta playa blanca, en esta orilla socavada, para que yo me arregle o me deshaga.

Yo no soy más que estas manos amuradas al desierto de mi alma, buceadoras natas de mi misma, que se vuelcan desesperadas a hurgar sobre estas letras que me llaman.

Y me hacen rondas

y me pueblan

y se tiran por mi piel como si de un tobogán se tratara

se amotinan en mi cabeza
y desde allí
se largan en picada por mis venas
estallan en mis pies


me miran desde allí golpeadas

-gimen-

me mastican

van colgadas de los flecos de mis jeans
se anudan a mis cordones

a medida que el día va pasando crecen como flores
se agigantan

y termino caminando con ellas, sorteando baldosas, esquivando charcos, jugando rayuelas, descansando umbrales mudos

y así llego a este pantano blanco y me arrojo por completo buscando hacer un ramo insólito con ellas, o dejarlas disecadas, esparcidas sobre este lienzo, esperando que llegue el momento de volver a mirarlas.

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Tendal


"Siempre el mismo terror
a la soledad
me hizo esperar en vano
que me dieras tu mano
cuando el sol me viene a buscar
a llevar mis sueños al justo lugar"
-Sui Géneris-
Un día de estos cuando el cansancio le gane, se va a desarmar en retazos.

Se quitará despacio lo que parezca su cáscara, lo que tiene pegado, lo que encuentre en ella de camisa o saco, lo que puedan parecer unas piernas o unos brazos, tal vez un abrigo desamparado y a sus pies los va a colgar de unos broches oxidados.
Se dejará secar al sol de cualquier verano, el dolor que le acarrean estos inviernos mancos.

Le vendrán bien a sus trapos rotos unos vientos desalmados, que le agiten las sonrisas y le desbaraten los llantos. Serán bienvenidos los vientos impiadosos que le barran los espantos, que le sacudan con fuerza los demonios que están acovachados, que se filtren por sus fibras hasta el rincón inesperado.
Aunque una brisa tibia es lo que está deseando.

Buscará un patio abierto, sin tapiales a los costados, para que el viento no encuentre excusas, ni candados. El miedo mirará para otro lado. En un barrio despoblado, será de mañana bien temprano.

Y fatal como ropa vieja se dejará secar sus encantos.

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Atraco

Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse.
Soy esa absurda epidemia que sufren las aceras.
Si quieres encontrarme, ya sabes donde estoy.
-Joaquín Sabina-


La casa me invitó a pasar, abrió su enorme puerta ante mi y me dijo con esa voz de las casas viejas, que pase, que me ponga cómoda.
Yo estupefacta obedecí sin pensar muy bien dónde estaba entrando.
Al pasar al recibidor la puerta se cerró de golpe y me vi encerrada en una casa vacía, miré su interior y no había muebles, las paredes estaban desnudas, los ventanales no tenían cortinas y los zócalos parecían tener un imán que se enganchaba a mis ojos y me iba llevando hacia una escalera de madera que había en el centro del salón.

Subir esos peldaños y creer que mi corazón iba a estallar en cualquier momento eran lo mismo.
Cada escalón un preinfarto.
Cada escalón el miedo cargándose en mi espalda para subir temblando.
Arriba, mis pasos se adentraron en un pasillo largo, sólo ese gancho hiriviendo en mis ojos y esa voz de ladrillo aletargado que tenía aquella casa y que por su boca de antaño me iba llamando.

Me puso frente a un cuarto cerrado, yo miré el picaporte, pero antes de que pudiera tocarlo giró solo y la puerta se abrió ante mi espantosa sensación de que todo allí me estaba esperando.
Decidí no pasar.
Luché denodadamente por no traspasar el vano de la puerta, pero en medio de esa lucha con la nada, ya estaba adentro mirando unos ojos de pantano, unos ojos que se precipitaron ante mi y se desbordadon en llanto.
Sin mediar acuerdo alguno, esos ojos me saltaron encima y me habitaron.

Así como lo cuento.

Una vez en mi, creo que los ojos con los que subí todos los peldaños quedaron allí atrapados a un gancho podrido y bajé con estos ojos acobardados, con esta mirada de mar infectado, con esta diabólica vista de fantasma errante.

Y desde entonces no hago mas que vagar en un desierto helado.

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Detenida



"Dame permiso para aterrizar
si me canso de vivir en las alturas"
-Quique González-


Voy haciendo el camino diario.

Creo que puedo ubicar un punto justo en el medio de la palma de mi mano, me veo caminar como si estuviera en una carretera, voy buscando los pasos que olvidé, caminano unas veredas rotas a fuerza de puro empeño, es allí donde gasto las suelas de mis zapatos, en mis propias manos.

Mis manos son pequeñas, podría decirse que puedo caminarlas rápido, pero el tiempo se ma va mirando sus huellas, profundas, intrincadas, abriéndose en amplios callejones donde me extravío, para después volver a encontrarme en cualquiera de sus esquinas o en algún espejo, que me diga cuánto hace que me vengo esperando, si quién está sentada en el dedo gordo mirando lo lejos que le queda el suelo soy yo o un duende errante que habita en mi mano y que me hace mirar desde allí las calles de esta vida por la que ando.

Después, cuando se me cansa la vista de mirar y el dedo gordo de sostenerme en ese balanceo de gran hamaca que logra por momentos, hago una cuerda con todos esos caminos por los que anduve y desciendo.

El patio de mi casa, el banco de algún parque, en el asiento del auto, la fila del supermercado, el asfalto helado, la vantana que da a la calle, la mesa despejada de la cocina, un café enfriándose en el aire, el remanso de una melodía, este día empapado de lluvia, cualquier cosa que me deje detenida, puede ser mi pista de aterrizaje.

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El Poeta



Nací para poeta o para muerto,
escogí lo difícil
-supervivo de todos los naufragios-,
y sigo con mis versos,
vivita y coleando.
-Gloria Fuertes-
La vida se le había acumulado en el fondo de un bolsillo de su camisa, en el lado izquierdo muchas veces parecía crecer un volcán en erupción, que dejaba fluir grandes cantidades de lava.
Él no sabía qué hacer con eso que parecía una herida brutal y cada vez que el volcán estallaba derramando fuegos, corría a una sala de emergencias, le hacían importantes costuras al bolsillo y así tiraba unos días, hasta que aquello cicatrizaba y todo parecía volver a la normalidad.

Un día de esos que en el aire no hay perfumes de flores silvestres y que el smog se deja masticar entre los dientes, sintió una cosquilla imposible de soportar donde siempre tenía el volcán en erupción y maldijo aquella condena, pensó desesperado que debía correr a que le hagan los arreglos de rutina, antes que la lava entre a derramarse y lo deje con los ojos huecos como siempre sucedía.
Se puso su saco negro, se lo abrochó bien hasta arriba, para que nadie lo viera correr con aquél peso que lo atormentaba.
Agotado llegó a la parada del autobús, se desplomó en el primer asiento libre que vio y ya se daba cuenta que no llegaba a la emergencia, su bolsillo ardía de una manera insoportable, pero esta vez tambien sentía que ese fuego le caminaba, le danzaba sobre la herida, era como una danza índia, como una rebelión de pies pequeñitos que giraban sobre un surco, como hormigas asesinas que lo estaban devorando y no salían de allí.

Entonces disimulando se abrió el saco pensando en arrancar aquél estorbo con sus manos y con mucho cuidado miró su bolsillo y lo que vio lo tuvo fascinado el resto del día, lo dejó extasiado con la mirada perdida entre aquello que veía bailar sobre su pecho y los cristales del autobús, que mostraban una ciudad ajena, indiferente y fría.

No le importó, sabía que no iría nunca mas a emergencias, que nunca mas andaría con el bolsillo cosido, sabía qué hacer con aquellas hormigas negras multiformes, que saltaban reclamanto su mirada.

Y ahí nomas, sacó de su maleta un block de hojas, dibujó con una la picera aquellas hormigas impacientes y perpetró su primera audacia, su primer hijo todo de letras.
Al término de aquella hazaña, se miró el bolsillo, ya no ardía, del volcán sólo quedaban cenizas, respiró profundo y se le dibujó una sonrisa.

Supo que de ahora en mas, con aquello que le quemaba por dentro, haría poesía.
¡¡¡Feliz cumpleaños Toro!!!

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MEME

Conservación de los recuerdos

Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma:
Luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: «Excursión a Quilmes», o: «Frank Sinatra».
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: «No vayas a lastimarte», y también: «Cuidado con los escalones.»
Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay una gran bulla y puertas que golpean.
Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.
-Julio Cortázar-

Ahora si al Meme...

La Gata Insomne me ha invitado a realizarlo y se que he tardado, pero aquí está Gaturra, he cumplido con mi tarea :)

1) ¿Cuáles son los olores y sabores que te recuerdan la infancia?

Un olor que no olvidaré jamás es el aroma del postrecito Royal de frutilla, es uno de los olores que mas rechazo me provoca aun hoy.

El perfume de los tilos florecidos en diciembre me fascina y a la vez me recuerda inexorablemente mis exámenes de piano, ese era el perfume que me llevaba directo al salón donde me examinaban, era una mezcla de placer y de terror.

El sabor de las salsas de mi madre, los dulces de mi abuela, y los roscones de anís de mi tía, son sabores que me llevan directo a unas cocinas que amé.

El perfume de los jazmines siempre me hará pensar que es navidad.

La colonia para despues de afeitar de mi viejo y de mi tío.

2) ¿Cuál es el personaje de alguna historia, novela, cuento o película que te hubiese gustado ser?

Me hubiese gustado ser Catalina Earnshaw de Cumbres Borrascosas, para dar vuelta la historia y quedarme con Heachcliff, aunque de ser así él jamas hubiera dicho uno de los textos mas hermosos de esta novela.

Tambien me hubiese gustado ser un cronopio, creo que lo soy :)

3) Si fueses mascota ¿cuál escogerías y cómo te gustaría que te trataran?

Querría ser una perrita mimosa de alguna niña que amara a los animales :)

4) Alguna maña o manía que conservas aún después de grande

Tengo mañas, como todo el mundo.
Me molesta el desorden y soy desordenada, así que cada tanto me dan verdaderos ataques, donde doy vuelta mi casa y la pobre me mira horrorizada esperando me pase la compulsión, una vez que me pasa ese estado donde estoy poseída por una fuerza extraña, vuelvo a ser la misma de siempre y es allí donde la casa se relaja y se desordena felíz y yo paso unos dias tranquila y luego vuelvo al ataque y así...
El otro dia leí a la escritora Liliana Bodoc en un reportaje que me hizo mucha gracia. El periodista le pregunta si alguna vez soñó ser escritora y ella dijo que nunca, que jamás había pensado ser escritora, lo que si había deseado con todas sus fuerzas, pero deseado desesperadamente es dejar de limpiar, ajjaja!!!
Dejó de limpiar para escribir.
Eso me pasó a mi.

Me gusta la puntualidad, y me mato por llegar a horario en el medio hago reales malabares para ser puntual, generalmente lo consigo. Y me pongo de mal humor cuando me hacen esperar.


5) Si volvieras a la adolescencia ¿qué aspecto de tu vida te hubiese gustado cambiar?

Hubo algo puntual que me molestó en mi adolescencia, no se pudo cambiar en su momento, hubo que aceptarlo, de modo que así fueron las cosas, esto que hoy soy es un producto de aquello. No todas son flores, tambien hay cardos y ortigas en mi jardín y no es que haya dejado de sentir aquél dolor o molestia, pero a la hora de mirar, elijo las flores.

6) ¿Cómo imaginabas tu vida cuando eras niño?

Mi vida es como la soñé en la infancia, sólo que ahora no es un sueño, es pura realidad y a veces como todo lo que es real duele o engorda o cansa y por eso creo que escribo muchas veces, para correrme de la vida puramente real, la fantasía me ayuda a ver la vida mas bonita.

7) ¿Alguna vez se te ha escapado algún sueño? ¿Cuál te hubiese gustado atrapar?

Soy una soñadora a ojos abiertos así que se me han escapado muchos sueños y otros muchos han aparecido de repente sin saber si los estaba soñando o viviendo en realidad, he tenido que pellizcarme para darme cuenta que no era un sueño, que era la propia vida que me estaba sorprendiendo gratamente, así que me doy por hecha.
Sobre atrapar un sueño, pienso que si quería escapar, era porque deseaba ser libre, tal vez era mejor asi.
Por ahí, ese sueño libre fue mucho mas grande que si hubiera sido hecho realidad.

8) ¿Cómo te gustaría que te recordaran tus hijos?

Como una mujer que intentó ser honesta consigo misma.
Quiero que recuerden nuestros momentos de humor, nuestras charlas interminables, la mirada que nos reunía en los mismos lugares. Me gustaria que me recuerden en las canciones que solemos cantar, en las frases de algunos libros que hemos leído juntas y sobre todo que nunca dejen de sentir que me tienen cerca, aunque ya no esté con ellas.

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Fuera de mi.


"Al llegar a la esquina, mi sombra se separa de mi,
y de pronto se arroja entre las ruedas de un tranvía"
-Oliverio Girondo-


Las luces se van apagando y las puertas se cierran, el final del camino parece estar cerca y los faroles de la calle se terminan en las últimas esquinas, despues se ve una boca de lobo.
La noche es demasiado fria para mi y a lo lejos alguien que grita apura mis pasos, ni los gatos negros se atreven esta noche, pienso, sonrío y vuelvo a aminorar el paso.
Mis manos se vuelven garras en el bolsillo apretando las llaves heladas.
A esta hora los cines están cerrando y los cafés se van a llenar de solitarios.
En los semáforos los que bailan a cambio de monedas ya se han ido y la única sonrisa que queda es una mueca de fantasmas en algún cartel de propagandas, cubriendo un paredón eterno, anunciando lo que se verá en la tele esta semana.

Me doy cuenta que estoy triste, y maldigo esa tristeza contra la que no puedo hacer nada, cuando me quedo detenida mirando la ventana de un segundo piso, y tras los cristales veo una sombra que me mira, una sombra como yo que se agiganta detrás de un velador, una proyección perfecta de mi alma.

Entonces al llegar al puente que queda despues de la esquina, veo que mis pasos llevan un cuerpo acobardado, que se pierde entre veredas angostas y penumbras. Yo los veo alejarse medios descangayados y tambien veo a mi sombra que duda entre seguirlos o tirarse bajo el agua con una soga atada al cuello, es entonces cuando tiemblo de miedo y me alarmo, pero en ese instante la veo toda luz trepando un árbol, que la lleva directo al piso dos y a la sombra que esperaba en la ventana.

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Escalón


No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre,
que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
-Julio Cortázar-
De piedra, socavada y perdurando.
Asi se yergue, enhiesta y sola. Día tras día, resistiendo los embates de una lengua loca. Absurda, silenciosa, perenne, ella toda escalón, lo espera.

Él, enorme, dulce, eterno merodeador de orillas, con sus labios de miel sube todos los peldaños, se estira como la sombra de una tarde de verano y agigantado le baña sus penas descalzas.

Ella sabe que despues él se va, desciende, se repliega, se adentra en un pantano, en un submundo insospechado, donde los peces no viven y los fantasmas son habitantes de los barcos.
Se queda viendo cómo él se hunde en la niebla de la desmesura, costeándolo con sus ojos mansos, siempre en el mismo lugar esperando sus célebres besos de barro.

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