El sol reciente como un tapiz
y acaso las hojas de las madreselvas
cosiéndome los ladrillos.
Es la mañana,
silencio en el paladar dormido
las nubes llenan mi sombrero desde temprano,
me pongo melancólica y escribo
es grotesco
se me viene abajo el mundo feliz.
Miro bien
es mentira el musgo que ha crecido
en las letras que dejé a la sombra
es apenas un ahogado grito
del veneno.
Me muerdo los labios
y escribo,
pero me van a tachar los críticos.
(Nunca dije,
aprovecho ahora, adentro de este engendro:
detesto profundamente a los críticos de arte.
Viven de lo que hace el otro, de lo que piensa el otro, de lo que construye el otro.
Estudiaron cómo decir mejor o peor el proceso creativo, miserable o desgraciado del otro.
Aprendieron lo que otros dicen que es bueno. Y como loros lo repiten.
Lo saben antes que vos -que no sabés y para eso están ellos- entonces te dicen lo que te tiene que conmover, lo que tenés que leer, escuchar, ver en el cine, vestir, comer)
Pensar, te dicen hasta esto.
Son sabios.
Opinólogos con veredicto
no como el famoso del minuto de gloria que ve un micrófono y bate.
Después están los artistas comprometidos
gente importante
intelectuales con orillo
yo no les llego a los tobillos
(un horror yo rimo)
Mis versos no sé en qué etapa están
¿serán niños, fetos o viejos enmohecidos?
Me van a mirar de reojo los optimistas, los creyentes.
Los piadosos me van a perdonar
con aerosol me van a llenar de puteadas.
Yo callada ruego
que un soñador me pinte
a medianoche
Malos tiempos para la lírica
sucede lo previsible
me pegan esos carteles con minas en tarlipes
que los curdas después arrancan con los dientes
hasta despellejarme
O lo que es peor
en breve entran las pegatinas de los políticos de siempre
y yo que no soy joven
entro a morir de espanto.
Por eso el silencio.
Cierro hasta nuevo aviso.