Zona de tránsito


"Habrá que desenvainar las espadas del texto,
Y escribir una canción aunque no haya algún pretexto,
y dedicársela al primero que pase caminando,
al que se quedó pensando, al que no quiere pensar,
al olvido selectivo, a la memoria perdida,
a los de los pedazos de vida que no vamos a perder... jamás."
-Andrés Calamaro-



La última vez que lo vi, fue para despedirlo. Yo andaba medio perdida por dentro y él estaba sentado en un café del aeropuerto. Se iba a París y tenía miedo. Él no me lo dijo, pero su manera de indicarme cosas, de recordarme un poco todo, me hizo pensar que tal vez era su forma de decir que estaba asustado y por eso se despedía así. Yo jamás hubiera pensado que viajar lo angustiaba (si viaja siempre) pero estaba ahí, con su voz de trapo rasgado, rumiando tonterías, como que no me olvide de escribirle, que junte los recortes de los diarios, que no sea haragana y que cada día haga un esfuercito, más que nada por mí.

Me repetía a cada rato que él iba estar bien, que yo me quede tranquila (cuando él, era el nervioso) que no me preocupara si tardaba en volver, que cualquier día regresaba y se aparecía por mi casa.

El piloto gris y el cigarrillo eran un dibujo suyo en mi memoria, sin embargo ahora él era ese humo y ese pilotín aún seco, escondido tras el periódico y las tacitas de café, mientras me decía todo eso, por no decir que estaba asustado.

Pero lo estoy contando mal, porque no era exactamente así.
Ahora que lo cuento parece evidente que él tenía miedo, pero en el momento no; en ese momento no me parecía. Él daba vueltas sobre su ausencia o su posible regreso para estancarse en esos dos territorios donde había suelo firme. Entonces me organizaba la vida sin él, me decía que fuera más seguido a lo de Guille, que a ella le encantaba verme llegar y que cuando lo veía en algún lado, siempre le decía que le daba mucha felicidad que yo la visitara. Entonces me recordaba que a Guille le gustaba especialmente cuando yo iba con la guitarra, porque le cantaba esas canciones de antes, que ya no se escuchan en las radios. Cuando le decía que si, que iba a ir, medio que se tranquilizaba y se quedaba mirando la gente pasar, hasta que eso lo agobiaba un poco y volvía al ataque con que si en las mañanas me costaba concentrarme, saliera a caminar. Que el parque de los tilos se iba a poner fantástico ahora que venía la primavera. Me insistía en que no me quede mucho tiempo sola en casa, que vaya a lo de Guille, que salga, que a él le costaba salir a la calle después de muchos días de encierro, por eso me lo decía. Para que no me pase eso, que a él le pasaba. Y sino, me salía con que cuando volviera ya íbamos a encontrarnos para conversar de todo, esa era la parte que más me gustaba y yo le comenzaba a preguntar, pero cuándo vas a volver ¿Cuándo? Y ahí era cuando otra vez caía en esa especie de hoyo que debería haber en el aire, en los que él se encajaba a veces y no me contestaba nada, sólo miraba hacía allá, como si mirara pasar la gente, pero su mirada se iba mas lejos, se perdía entre piernas y zapatos y no me contestaba nada.
Entonces entendía que me estaba hablando sin palabras y también miraba ese horizonte incierto donde yo creía que él posaba su mirada y lo acompañaba en el silencio.
Sentados así, en una silla del aeropuerto fue que me lo dijo.
Con los ojos abiertos y claros.
Se reía de nervios, como si al hacerlo le restara importancia. Ya no hablaba de los días de ausencias, ni de los días de regreso. De pronto mirando la zona de tránsito, hacia donde él se iba a dirigir luego de darme un abrazo apretado, me dijo “siempre me dieron miedo los lugares de pasaje”.

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Elasticidad


"Un día no llegó, quedé esperando.
Y luego me contaron su final.
Por eso con las sombras de los tangos
¡vanamente la recuerdo más y más!"
-Homero Manzi-



Se mira en el espejo con ojos de gata y se maquilla. Se pasa el pincel una y otra vez hasta tener los pómulos bien marcados, al límite de incendiarlos junto a su boca.

Lo hace para provocar el contacto de su mano, para que no pueda resistir la tentación de tocarla. Espera que su mano huesuda y blanca, baje de las alturas para quitarle el rubor en un instante.
Ahora que está pintada y maquillada y lo piensa tirada en la cama.
Siente frío.
Como un escozor entre las manos, por eso las esconde bajo la almohada, esa almohada gorda y alta. Tan alta que puede llegar al techo y dibujarlo a él en el cielorraso, con su camisa blanca y la corbata.
Y sus manos, otra vez sus manos, siempre sus manos, ahora tocándole las piernas, raspándolas sobre su jean y terminando con el frío.
Él ama sus piernas; siempre que puede la toca, incluso cuando tiene medias de seda y se las corre, igual las toca, no le importan las medias.

Se come el rouge mirando el techo, se lo quita con la lengua y lo traga, tiene gusto a manzana. A manzana deliciosa, el mismo sabor que tiene el amor para ella.

Si él pudiera besarla, ella le quitaría ese nudo que le aprieta la garganta. Igual que a ella, que le molesta el cuello de puntillas que ahora le impide el paso del aire y se lo rasga, pero no, él no está, la silla de él está sola, igual que ella en esa cama helada.
La silla está desierta y el viento de la noche tiene el ruido del mar.
Qué frío tan grande siente…
Se envuelve con el acolchado, se retuerce las manos, se estira la manga del suéter rojo, que ya está viejo, pero es el más calentito de todos.

De a poco se estira la manga roja, cede libremente y su brazo también se estira, hasta volverse muy largo, como una autopista de piel y lana enrojecida crece por el aire, ahora intenta con la mano que parece de goma y se eleva, elástica, decidida y llega hasta él, que dibujado en el techo también en un esfuerzo sobrehumano despega su brazo del cielorraso y se estira para tocar esa caricia que viene de otro mundo.

Así, algunas veces ella se vuelve elástica.

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Era de color rojo


"Tengo un montón de cosas que aprender
dije que lo haría
y creo que algún día lo haré,
antes de que mi corazón empiece a quemarse"
-Oasis-
Me despierto y afuera el viento me dice que sí, que es verdad, estaba soñando.
Cierro los ojos con fuerza, me gustaba esa idea que caminaba sobre el respaldo de mi cama, poco antes de que yo abriera los ojos, me gustaba la cadencia con la que se dejaba llevar, me gustaba el color anaranjado que tenía, porque también era amarillo y un poco rojo, especialmente en las curvas, era rojo.

Estiro la mano buscando el reloj y el trayecto es frío, no quiero levantarme, quiero volver a la burbuja transparente de colores cálidos, quiero otra vez ser ese ovillo de lana escondido entre las mantas dejándome tentar por una idea.
La veo mas clara, es perfecta.
Me siento capaz de abordar ese contorno y dibujarlo.
Esa visión rotunda me desovilla, me hace saltar de la cama, me lleva corriendo a la ducha sin que me importe si el agua no está lo suficientemente caliente aún, y se mete conmigo bajo el agua. Se deja mojar y derretir ante mis ojos. Pierde forma cuando la contrasto con los colores grises que vienen de afuera.
Casi se desmaya.
La miro empapada y tiritando, le presto mi toalla, la envuelvo, le hablo, le digo algo. Y ella me pregunta si la voy a escribir.
Mi mirada en respuesta debe haber sido elocuente, por eso ella miró para afuera perdiéndose en los tejados y me dio la espalda. Enseguida escuché su voz trémula diciendo “mejor no”.

Mejor no.
Todo cuanto percibo me dice mejor no.

Entonces me seco con la parte mas tibia del "mejor no", me miro al espejo y me peino con la mejor parte del "mejor no". Me miro otra vez y esa que está del otro lado es el mejor no que he visto en los últimos tiempos, por suerte el espejo está empañado y la borro.
Y la dejo hecha un mamarracho distorsionado en el cristal.
Me salgo, me alejo buscando un si.

Mejor un si.
Tal vez lo encuentre en algún peldaño de este día.

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Ay país...

Me estoy muriendo de frío
con la bronca en la voz
Porque a esta puerta del río
le apuñalaron el sol
porque a esta puerta del río, país,
le apuñalaron el sol
ay país, país, país...
-Piero-


Quiero agradecer a todos por los comentarios que dejaron en el post anterior, realmente son tan cálidos y bellos que toman forma de abrazo :)
Yo confío que la fantasía va a volver a mí cualquier día de estos, y estaré otra vez escribiendo mis cosas, porque somos cómplices, porque me habita desde siempre o porque me lleva en sus brazos.
De momento tiene que andar por ahí desanimada como ando yo.

Sucede que la realidad de mi país, es tan compleja, tan patéticamente inexplicable que supera cualquier visión surrealista o fantástica que puedas tener.
Aquí todo es posible, desde lo más ridículo hasta lo más trágico es posible, menos poder llevar una vida en paz, menos construir un país para la vida, todo lo demás se puede.

Les dejo un link a los mas curiosos http://www.youtube.com/watch?v=yBMCay5tWvY
si les interesa, si tienen voluntad de ver de qué se trata la locura de un país o cómo vivimos los últimos 100 días de este año los argentinos, pueden visitarlo.

Perdonen esta entrada deslucida y gris, pero así está mi ánimo.

Un abrazo.

Patricia.

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Una pista

" ¿Te vale con mi corazón en medio de la calle?
O en un rincón de tu bolsa de viaje..."
-Quique González-


Algunas veces, yo la llevaba, se dejaba guiar por mis pasos inciertos por una galería que entre las dos íbamos poblando hasta atravesarla y salir sintiendo que habíamos vivido allí.

Tengo memoria de haberla sacado de un baúl, muerta de frío, atiborrada de abandono, sedienta de luz.
Recuerdo el brillo de sus ojos ante el ofrecimiento de mi mano.
Y tampoco se me olvida las veces que ella me cargó en sus hombros, cuando vio que yo no podía mas conmigo y me llevó a mi.
Nos íbamos turnando para dibujarnos con las ganas de estreno e inventarnos paraísos que habitar o siniestros laberintos que nos dejaban tras las rejas de una prisión de lata.

No importaba.
Todo era válido para salir a buscar el alba, para hacerle trencitas en el pelo al sol de la mañana, para quitarnos la piel si hacía falta.
No sé, sólo recuerdo que ella se dejaba llevar por mi y con eso me bastaba.
No era necesario saber de antemano hora y lugar del encuentro, siempre había para las dos, una esquina sagrada.

Algo parecido al desencanto nos ha pasado.
Algo que me tiene quieta, rota, ciega, desganada.
Algo que se parece al abandono, nos ha pasado.
No puedo decir que la he perdido, pero sí se ha quedado detenida en el surco de alguna nostalgia. Sospecho que está atrapada entre callejones húmedos y no sé salir a buscarla. ¿O es que la mordaza negra del silencio nos ha ganado?

Yo igual la espero en la ventana que mira la copa del jacarandá. Donde pega mas el sol, donde la lluvia nos dejó empapadas tantas veces, mientras los lirios del jardín nos robaban la mirada, haciéndonos creer que había brotado un mar allí abajo.

Aún sigo aquí.
Será que uno de estos días regresa con su mochila de viaje, trayendo el corazón en un puño y me lo vuelve a prestar...
O será que se ha vuelto a entregar al sueño de ese baúl arrumbado, ese donde habitan las polillas y las noches despobladas.

Dónde estás que no te veo, fantasía.
Dame una pista, ¿dónde fue que te perdí...?

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Las horas rotas


¿Para qué seguir escribiendo
si las palabras llevaban ya una hora resbalando sobre esa negación,
tendiéndose en el papel como lo que eran,
meros dibujos privados de todo sostén?
-Julio Cortazar-


Las autopistas están llenas de regreso y en los andenes helados, los trenes acumulan el cansancio en la sangre.
A esta hora posiblemente tus manos frías se agarran del pasamanos de algún asiento, en el pasillo de un tren desvencijado y chueco. Mientras tus dedos, juegan distraídos sobre las huellas de todos los dedos que por allí pasaron. Lo hacen sin saber que estuvieron tal vez apoyadas allí, sus anheladas manos.
Y tus ojos, esos ojos tuyos cargados de crepúsculo, se posan buscando luz entre las calles, como si esa luz te lo trajera por un rato.

Eso escribo en las tinieblas de mi habitación, mientras escucho música y voces de radio, al tiempo que siento un poco de arena entre las manos y se me desvanecen las ganas como por asalto.

Anochece en éste lugar del mundo y cuando eso sucede, las horas que quedaron atrás se van subiendo no sólo a las ventanas de los edificios, tambien llegan hasta la cima de los árboles sin techo.
Huyen por carreteras secundarias.
Cometen atracos en callejones desangelados.
Se cortan las venas en algún baño de estación.
O se meten en mi garganta y con sus pezuñas me arañan todos los intentos, volviéndolos vanos.

Yo tambien soy una ciudad atardecida, poblada con jirones de horas rotas.
Cuando te estés cayendo
echale un ojo a tu vieja ciudad,
y un corazón para sostenerte no estará lejos,
estés donde estés.
-Keane-

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Sólo su boca

"¡Ah, si pudiera arrancarme
de los labios esta maldición!"
-Besos brujos-
Tango
Desde que le dijeron que tenía que esperar su beso, allí espera. No hace otra cosa que estarse ahí con la boca lista para recibir su beso.

Por momentos se queda tan quieta, tan desmesuradamente quieta que se asusta de sus propios latidos.
Recién -por ejemplo- le pareció que desde la parte central del barrio de los caserones altos, venía un tropel de caballos galopando. Se puso alerta, los golpes en la tierra se escuchaban cada vez mas fuertes y cuando quiso acordar estaban todos los caballos saltándole en el pecho.

Casi muere, pero no.
Sólo podía morir su boca.

Esa vereda suya de labios trémulos, entreabiertos como la puerta de una casa abandonada.
Desértica, estirada y muda secándose al sol.
Clavada con estacas.
Apenas si se mueve.
Y es fugaz cada lamento que escapa de ella.
Es circular, tibio y húmedo el aliento que huye por sus médanos de piel, trepando el horizonte desangrado de una espera.
Sin rouge.
Así es este aire viciado que la ronda cada día, cuando su boca anida silente la llegada de otra boca, trayendo vida.

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