La maravilla

Sólo el amor
alumbra lo que perdura
Sólo el amor
convierte en milagro el barro.

Debes amar
el tiempo de los intentos.
Debes amar
la hora que nunca brilla.




Hubo un cielo que fue negro, hubieron noches oscuras como callejones, noches estrelladas de tan rotas, hubieron almohadas húmedas detrás de las persianas y relojes inquietos y mientras tanto la ciudad se hundía bajo la tormenta.

Hoy la misma ciudad amaneció mas vieja, castigada por la furia de los vientos. Hoy sus edificios tienen los cabellos blancos de una viejecita y las paredes se descubren arrugas nuevas en los vidrios espejados. Por sus ojos de ventanas abiertas deja entrar la mañana y el rimel ayuda como un puntal en sus pestañas asombradas.
Nunca pierde el asombro que le viene de niña y por eso muchas veces se desangra en ríos negros.

Hoy toda encendida se da cuenta que el calendario se aproxima inexorable y marca un año mas.
Que la vida está corriendo por sus vías de trenes agitados y es primavera como cada vez que cumple años.

Que la maravilla está ahí frente a ella llamándola con ganas, con ojos de enamorada la mira contenta de que sus ojos de farol estén detenidos en ella y hasta se balancea de manera coqueta para gustarle mas y la ciudad toda ollín que no sabe si corresponder o no, porque tiende a la melancolía y a esa cosa absurda de desmayarse mas tranquila en un colchón de hojitas secas y de calles estrechas, que ponerse una flor en el ojal y salir taconeando, se deja seducir lentamente por los colores, los aromas frescos, los perfumes de un septiembre que termina y que huele a jazmines húmedos y a romero en flor.

Se deja caminar por esas calles de árboles azules otra vez vivos y esperando.
Se deja chamuyar por los semáforos que en cada esquina le hacen un guiño y sin darse cuenta se levanta como la primera vez y camina sin titubear.

La ciudad está por fin de pie, de cara al sol se quita sin demaquillador el barro que le cayó del alma y sonríe desde las persianas entreabiertas en plena madrugada.

-Dicen en la radio, que el temporal ha pasado y que se espera buen tiempo esta mañana-.
Por eso ella se despereza, se quita los diarios de encima, no quiere leer las noticias de ayer, huele a café recién hecho y canta un grito urbano que se le escapa desgarrado, pero canta.

No se engaña, detrás de la pintura y abajo del asfalto ella guarda restos de tormentas pasadas y sabe que en los túneles que la cruzan por debajo se debaten los infiernos, pero la maravilla está llamando toda inflada como un globo de color en la ventana, y sale a celebrarla, como cuando era niña, con la sonrisa del festejo y toda emocionada.

Sólo el amor
engendra la maravilla.
Sólo el amor
consigue encender lo muerto

-Sólo el amor- (Silvio Rodríguez)

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Silencio

"No puede ser que estemos aquí para no poder ser"
-Julio Cortázar-

Otra vez había que empezar de nuevo, como si no hubiera dado trabajo llegar hasta allí, como si las cosas resultaran sencillas, como si no hubiera otra cosa que hacer, otra vez estaba frente a su tejido y la cosa esa mal hecha mandaba destejer todo, hasta dar con ese punto que se había saltado.

Estaba mirándola de reojo.
El tiempo se me había detenido en ese trajinar de agujas y colores cálidos entre sus manos. La tarde se anunciaba mas triste que de costumbre y ella sin prisa alguna destejia por enésima vez esas lanas retorcidas, gastadas, apesadumbradas de tanto ir y venir sin pausa.

El ovillo de lana seguía allí porque le faltaban patas, sino hubiera salido corriendo desesperado de tanto ser obligado a girar y saltar en el piso. Preso y amordazado se dejó desovillar hasta el cansancio.

Yo hubiera querido gritar, decirle que la necesitaba, que me faltaban sus palabras, su mirada, su espacio, pero ella solo tenía ojos y ganas de encontrarle sentido a esos puntos chuecos, de dar forma a eso que armaba y desarmaba una y otra vez. Me levanté y caminé hasta la ventana -esta noche va a llover- pensé, incluso casi comento este pensamiento mío y me callé. -Si ya entramos a hablar del tiempo está todo perdido- recuerdo que tambien me dije.

Y sin mas nada que una sensación de haberme caído por un precipicio interminable. Yo estaba leyendo casi de memoria un libro de Julio y compartimos el silencio de la tarde que se iba escondiendo entre los techos de tejas rendidos al musgo, entre los pajaritos que volvían a los árboles de mi patio, en el llamador de ángeles que por suerte siguió sonando suavecito, de modo que el silencio se rompía cada tanto.

Como estaba rota yo, sin hacer ruido.

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Siluetas

Bañada en salitre
flota en la memoria de los días grises
fumo en la ventana
veo tu silueta sobre el arrecife.
Ahora tendré que salir a buscarme
alguien que me arranque de cuajo la pena.
-Quique-

De espaldas a mi los veía mantener una conversación de pocas palabras.

Yo estaba detrás de ellos a escasos metros y sus siluetas se dibujaban sobre el atardecer costero. El fondo era un horizonte naranja, chocando el perfil de un río que pretende ser de plata y es verde oscuro. A medida que mi miraba subía por ese cielo se confundía con unos violetas vestidos de azules viejos.

Pero rápido bajaba a ellos dos para no perderse nada, ellos dos antes que todo, ellos en negro, sus siluetas hechas de un collage de sentimientos, ocupaba todo.
¿De qué color son los sentimientos?
Yo los vi, eran ocres y negros en la tarde de ayer.

Sus palabras no llegaban hasta mi, él parecía mover sus labios con una suavidad de terciopelo y ella se quedaba detenida en un hoyuelo que se le dibujaba en el costado de su boca, y entre susurros lo miraba con esa eternidad que escapa de los ojos enamorados y se acercaba despacito a esa boca lenta que él tenía y le robaba un beso.

Yo me encontraba de pronto suspirando en ese beso que no era mío, pero que de tanto mirarlo lo llegué a sentir y al mismo tiempo sentí pudor por mi mirada de invasión, momento en el que me puse de pié y caminé por la costa de ese río inmenso y dejé volar mi mirada como si de una golondrina se tratara, mas allá estaban los barquitos que tambien lentamente jugaban al amor.

Detrás de mi, si sus ojos pudieron ver algo, deben haber visto caminar a una mujer perseguida de palabras borradas, de sensaciones en vuelo, de palomas volándole por dentro, de versos escapados, de pasos vacíos y de imágenes robadas a dos enamorados.

En los márgenes de un río que sueña con ser plateado.
¿Ellos habrán visto mi silueta recortada?
O mis sentimientos habrán perdido los colores...

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Se dejó ver



"Todos mis planes caben en una canción"
-Quique-


Hay algo de triste en el sol radiante de esta tarde, parece ahorcado en mi ventana, como tristes parecen las glicinas cayendo todas violetas en la pérgola del fondo y si me dejo perder por la mirada, hasta puedo ver cómo la tristeza camina por las paredes del patio haciendo equilibrio, trepando los techos y sigue a la rastra por los tapiales vecinos.

Si miro bien, allí arriba, en un nido de pajaritos que hay en la copa del ciruelo, asoma una lágrima.

Como asoma esta primavera que me duele. Y hago una lista con los porqué mi mirada se va buscando penas y se me escapan las ganas. No tiene caso enumerar los motivos de porqué un mes que ha sido mi alegría, se me ha vuelto en contra, pero la vida se llena a veces como un cántaro y los ojos no ven mas que agua. Los días que alguna vez fueron de flores nuevas, globos de colores, tortas felices con velitas encendidas y deseos apretujados para que entren más, se me han cambiado por estas flores que tiemblan, por estos días que quisiera saltear del calendario y pasarlos rápido.

Hoy no me ha salido ni una historia, hoy mis personajes han huído a otro planeta, y entre las letras se me ha escapado esta mujer melancólica que soy, que muchas veces me puede y hoy ya ven, me ha podido.

Por eso en la quietud de esta tarde que se apaga, tarde de teléfonos mudos, libros revueltos sentados frente a mi como esperando, con el silencio en un grito y las horas que se van nadando, me dejo ver.

En esta primavera que se inicia por esta parte de la tierra, dejo ver una mujer de la cual no importa demasiado, que pudiendo dejar salir un cuento triste, en el que sus tristes personajes regresen tristemente obedientes a sus mandatos y se dejen contar todas las tristezas posibles, ha decidido de manera impúdia dejar salir de paseo a una tristeza en su estado puro, no sabe hacerlo de otro modo, por eso estas letras.

Y dejó esa tristeza descosida, hecha una mueca en su ventana.

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Mujer desnuda

"Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.

Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir"


-Silvio-Rodríguez-


Quiero contar la historia de una muchacha de mi pueblo que murió muy joven.

Empezar un relato diciendo que la protagonista muere es un mal comienzo, pero es ahí donde empieza la historia para mi, donde toma interés, porque si ella no hubiera muerto hubiera sido una muchacha mas del pueblo, de esas muchachas alegres que luego se van volviendo tristes, con una vida llena de ritunas como la de tantas chicas del lugar, cuyo destino era el matrimonio y ser madre de muchos niños, que hubieran andado correteando detrás de ella en el mercado y la pobre con cara de agotada y mal dormida hubiera perdido su encanto, los kilos se hubieran adueñado de sus carnes y tal vez aun asi hubiera sido feliz, pero jamás hubiera sido un mito.

Era muy bonita, de un rostro autóctono, criollo, morocha de labios rojos, pómulos altos y ojos verdes con forma de avellana, su cabello era abundante y largo, le llegaba hasta la cintura y un flequillo intenso le daba un marco salvaje a ese rostro bello.

Era simpática, tenía la sonrisa mas llamativa que había y la carcajada fácil, los hombres le causaban mucha gracia y ellos soñaban enamorarla tapándola de piropos y miradas lujuriosas, por eso lucía ropas de colores fuertes, para llamar la atención de aquella barriada de trabajadores distraídos por su hermosura. La vida se le salía por la mirada, creo que allí empezó a morirse un poco, era demasiado el derroche de si misma.
Siempre usaba unas pestañas postizas, sus ojos parecían dos arañas y ella suponiendo que aquello era belleza, dejaba caer sus ojos pesados lentamente mientras sonreía de costado. Yo que era pequeña pensaba que eso era seducción, con las arañas y todo.

Era alta y tenia unas piernas larguisimas que comenzaban en unas botas que sobrepasaban sus rodillas y terminaban perdiéndose en una minifalda digna del infarto barrial.
Ella se colgaba unos collares de caracolas que se perdían en sus senos, el signo de la paz que siempre llevaba atado al cuello, se hechaba litros de colonia, sacudía su melena renegrida y salía a gastar vida.

Todos sin excepción soñaban con ella, desde los niños hasta los ancianos. Y las niñas del barrio también soñábamos con portarnos mal como ella, con tener ese atrevimiento descomunal para un pueblo chico, con caminar de ese modo sensual, contoneando las caderas, como si la música de alguna melodía interna le manejara esa cadencia.

El perfume que anunciaba el verano era de tilo y menta, la primavera ya no podía mas contener su fin.

Era por esos días y yo estaba en la puerta de mi casa, serían las seis de la tarde y el calor me tenía feliz, cuando la vi venir por el medio de la calle. Yo no podía creer lo que veía, era una mujer desnuda y con sombrero, montada a un caballo negro, descomunalmente hermosa sobre un animal manso, que caminaba a paso de tortuga mientras una multitud de hombres azorados la seguían detrás con sus bicicletas o caminando con los ojos impávidos.

Ella viajaba en esa bestia serena, completamente seria y ajena a todo pudor, con los ojos mas verdes que nunca y con las lágrimas mas grandes que yo había visto hasta entonces. No había gestos en su cara de niña-mujer, era una estatua viva, sólo el viento agitaba su cabello y apenas el trote lento del caballo hacía que subiera y bajara, casi sin que nos diéramos cuenta.
Los vecinos se fueron asomando a las ventanas, los más ágiles salieron a las veredas, los autos se fueron deteniendo y los que no pudieron resistir la tentación la fueron siguiendo como autómatas hasta perderse en esa caravana silenciosa.

Yo no pude entender nunca lo que vi aquella vez y ahora que lo escribo, que lo rescato desde ese espacio puro de los recuerdos donde uno fue inmensamente feliz, o quedó completamente perplejo, creo que ella hizo su propio funeral como le gustaba, quiso dejar este mundo perseguida de sus hombres queridos.

Yo no supe dónde terminó aquella procesión de hombres que se alejaban tapados por un polvaderal ocre detrás de la bella y la bestia, pero imagino que todos se fueron tras ella por siempre jamás a un mundo inventado. Donde ella fue feliz con todos y cada uno de ellos sin privación alguna.
Un mundo de fantasías cumplidas, donde ella siempre estuvo desvestida y con sombrero, sin corromper su carne, cumpliendo la ilusión de todos ellos, que soñaban tenerla alguna vez entre sus brazos y provocándole carcajadas y haciéndola gemir la noche entera.

Un mundo donde ella era la diosa del lugar y ellos sus enamorados de flores arrancadas en los jardines vecinos, de bombones de chocolate con licor, de canciones cantadas bajo la ventana, de boleros empalagosos para bailar mejilla a mejilla, enamorados de cartas escritas con versos robados y de besos inolvidables, bajo la luna plateada.

Un mundo donde no existían los tiempos ni los finales, creo yo que era hacia donde ella se dirigía aquella tarde.

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El olvidado

¿Será posible que hoy nadie venga y se quede en mi?

¿Será hoy otro día mas para quedarme solo?
¿Estaré mal?¿ Algo se verá mal en mi? ¿Estaré roto?

¿Seré inseguro?

¿Sombrío, frío, solitario, lejano, pequeño, sucio, grande, alto, bajo, lúgubre?

¿Serán los árboles del camino que han crecido tanto? O serán las hojas que me han ido tapando, tal vez la gente que no me ve porque me he gastado y sigue de largo. Tal vez será que es invierno y por eso todo está tan blanco, o habrán desertado y yo quieto y eterno los sigo esperando.

Será esta luz que me acompaña por las noches que espanta a los enamorados o que ya nadie siente placer de reposar en mi como antaño, pero es que llevo tiempo esperando, me han crecido raíces en las manos y cayos en los pies, se me han ampollado las sonrisas, se me ha descascarado el alma de estar sentado, se me ha partido el cuerpo en mil pedazos en esta condenada espera y todos siguen de largo.

Yo los veo llegar desde lejos, los veo venir y me entusiasmo, me pongo contento, enderezo mi curvatura habitual, me pongo firme, acomodo este jopo engominado, mi sonrisa toda dientes les disparo y viera usted qué desencanto!

¡Pasan de largo!

Las parejas, las señoras, los ancianos, los niños, los ladrones, los enanos, los linyeras, los empleados, los adolescentes, los abúlicos, los poetas, la muda. El que hace footing, los borrrachos, los cantantes a la gorra, los que piden moneditas, el heladero, la puta, el policía, el loco, el de lentes, la niñera, el paseador de perros, el que vende palomitas de maíz, el de los globos, el mimo, el lustrabotas, el bohemio, el estudiante, el jubilado, el fotógrafo, las palomas, el deprimido, el chico en bicicleta, la soñadora, el canillita, el solitario, el que vende merca, el que compra, el que fuma, el que llora, el suicida, el que afana, el que espera, el borracho, el que lee, el que come apurado, la que habla sola, la sorda, el cieguito, el de boina.

Hasta yo -apoltronado banco viejo- que sé lo que es estar quieto y esperando, alguna vez diré que he dejado de estar, de puro guapo y me iré caminando tan contento, sin que nada me importe, total me han olvidado.


"Excepto las de la imaginación

había perdido todas las batallas"


-Joaquín Sabina-

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Cantor de tangos

"Canta,
garganta con arena
tu voz tiene la pena
que Malena no cantó"


Dejó su saco de calle colgado en el perchero, detrás de la puerta y se puso el otro saco con ribetes de satén negro, se miró en el espejo, se dio cuenta que llevaba varias noches sin pegar un ojo, que el vino estaba haciendo efectos devastadores bajo sus ojos, que el cigarro se le apagaba en la garganta y eran llagas lo que acariciaban sus cuerdas vocales. Se dio cuenta que necesitaba cariño y se miró con ese que viene de lejos, con ese de saberse acompañado solo por él, de saber que sólo de él saldría una palmada en esa espalda cansada, se rió con esa risa desprevenida que tenía, se mirada se volvió indulgente, había aprendido a quererse un poco en esta vida, así como también había aprendido cachetearse un rato.

Después de pasar por el fondo de sus ojos violetas se fue para arriba, para ese tramo de arrugas que se ceñían en su frente de guitarra y pensó que eran las preocupaciones, el sueldo magro, las deudas, la noche, la parca que lo andaba rondando, los recuerdos que no lograba sacarse de encima. Por suerte llegó mas arriba, allí donde otros eran calvos, él lucía como cuando tenia la vida por delante, había perdido esperanzas, ilusiones, dinero, mujeres, amigos, casas, un auto, trenes, números de teléfono, libretas con direcciones, pero aun conservaba el pelo. Se sintió mejor, se pasó la mano por esa parte renegrida gracias a una tintura "berreta" y disfrutó de ese color azabache en su pelo, era evidente que se hacía el color, pero así se veía tan joven que era una tentación. Luego se miró la boca, después de todo también tenía todos los dientes, manchados por el pucho, pero eran suyos, qué tanto!

Luego de esa mirada exhaustiva de su cara, de fruncir su nariz varias veces y ver cuán grande era esa herencia paterna, se miró de costado y pensó que no era para tanto , se dijo que aun así era buen mozo, se roció con ese perfume dulce que apestaba y salió a escena, no sin antes meter la panza para adentro, conteniendo la respiración y gritar "mierda", ahuyentando así la mala suerte.

En el bar de siempre había pocas mesas llenas, el fondo estaba prácticamente a oscuras. La gente comía, mantenía conversaciones con voces agudas, conversaciones risueñas, conversaciones serias, pero todos mantenían conversaciones, nadie se detuvo a escucharlo mientras él cantó su repertorio, sus tangos marchitos por el tiempo, sus tangos desolados, tangos de punta y taco, de bandoneón gimiendo, tangos viejos, tangos gastados.

Cantó tangos llorados.

Y luego de tanto tango en vano, vino algún aplauso de consuelo y algún silencio prolongado.

Su tiempo había terminado, regresó a su cuartito de artista ignorado, donde el olor penetrante a colonia y cigarro era un estrago, se volvió a mirar en el espejo, se vio mas bajo, mas gordo, menos guapo, su nariz había crecido mientras tanto, las canas le estaban apuntando y hasta una calvicie parecía estarle asomando.
Sus ojitos de arrabal amargo se dejaron tentar por la sonrisa inquieta que lo tenia amarrado, que ya no era sonrisa mas bien era carcajada por verse tan tarado, por sentirse tan absurdamente ridículo, tan perpetuado en ese saco viejo y apolillado, en esa mueca gardeliana, en ese antifaz bizarro de sus cejas también teñidas, de un negro que pasaba por momentos al colorado.

Se quedó cada vez mas quieto y de pronto se encontró llorando como un hombre entre sus manos.
Lloro de frustración, de olvido, de abandono en esa soledad tórrida del cuarto y también lloró porque por un momento dejó de verse con esos ojos cálidos, de pájaro tuerto que tenía y que lo dejaban verse guapo.
Como pudo tragó todo el vendaval que se le amontonó en la garganta, se puso el saco acobardado que uso durante años y salió a la calle a ver si se fumaba otro cigarro.

Afuera el aire se le metió por la garganta y sin darse cuenta le brotó de nuevo un tango y una morocha que pasaba lo miró de costado, cuando llegó a la esquina y se miró de reojo en la vidriera de la tienda, llevaba el pecho inflado.

"Canta,
que Juárez te condena
al lastimar tu pena,
con su blanco bandoneón"


-Cacho Castaña -

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Lluvia de besos

"Y no sabés si detenerte o llover
y parada sobre el mundo a tus pies
tu sonrisa que nos hace temblar
tiembla el mundo
que no entiende al final
ese beso de la vida, la sutil melancolía
el momento cuando piras
los espacios donde miras
y las gotas de tu lluvia se irán"
-Fito-

Estaba con el ánimo en plena dieta y algo le molestaba en la piel, como si la sintiera seca. Sin saber muy bien lo que era salió a la calle esa mañana, antes de salir miró por la ventana y en el horizonte se avecinaba una tormenta, el cielo estaba de colores rosas y naranjas, despegándose de los violetas. Ese amanecer lucía bello a pesar de todo. Las luces de los faroles se desmerecían en ese cielo espectacular y entraron a darse cuenta que era mejor si se apagaban y daban paso a la mañana.

Ella salió a la calle, se cubrió con su campera, se sacudïó el pelo rubio hacia atrás y se dejó conmover por lo que le pedia su instinto, se dejó tentar con la idea de una caricia y miró al cielo pidiendo un beso.

Nunca supo bien cómo fue que sucedió, pero ese cielo violáceo y naranja de madrugada se le volvió todo de nubes de azúcar y entraron a caer besitos de colores que se le prendían a la sonrisa, besitos de mariposa que se le agarraban al pelo y le hacían trencitas, besitos de miel que se le pegaban en la boca, besitos de canciones que le bailoteaban a los costados y la invitaban a ese día de vida, besitos de ternura que se le quedaban en las mejillas como estampillas pegadas, besitos desde los colectivos bajaban en picada y desde los edificios caían en paracaídas, los besos que no estaban en las nubes.

Besos en taxi llegaban apurados para no perderse la ocasión de besar a la rubia, besitos de pijamas bajaban por el ascensor y llegaban a tiempo, besitos que salían de un mimo todo blanco que no resistió la tentación y se movió, besitos en bicicleta pedaleaban a toda prisa, besitos en monopatín llegaban con los pelos revueltos.
Besitos que se nota estaban distraídos, dormidos en el banco de la plaza y se dieron cuenta de lo que pasaba y quisieron estar, besitos de fin de semana y de días feriados y de días lunes y de mitad de semana y de días intermedios se escaparon del calendario y se metieron entre el montón de los otros besos, besitos salidos de un monitor viajaron kilómetros volando en una nube con ojos de águila para no perderla de vista, besitos de ilusión le iluminaron la sonrisa.

Y asi cuando la tuvieron todos los besitos rodeada, la levantaron en andas y se fueron todos con ella, a pasear por una ciudad todavía dormida, que a poco despertar le avisó al señor de las noticias que una manifestación de besos, llevaba a una mujer por la avenida en un escándalo de felicidad acumulada, en los titulares de los diarios salió la foto de una mujer besada por la vida.
-Para May que tenia ganas de un beso y tambien para todos los que tengan ganas de ser besados por la vida, va mi lluvia de besos-

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Mis huellas

"Volveré a los sitios donde nunca he estado
como vuelvo siempre al punto de partida
vendo corazones de segunda mano
y unas zapatillas para huir se prisa
con la conciencia tranquila
con la rabia precisa
miro a todos lados"
-Quique González-

Solo huellas quedaron tras mi paso, pequeñas, tenues, fueron arrastradas despacito por un mar intenso. Yo las vi desparecer a las primeras, a las desprotegidas, a las desprevenidas las vi ahogarse dando manotazos. A las otras, las que corrieron a tiempo, las mas astutas, las vi ponerse a salvo tras los médanos.

Agitadas, con la lengua afuera, coloradas por el apuro, casi sin pulso, se tiraron a tomar aire y a volver en si. Respiraban profundo llenándose los pulmones, aun estaban vivas.

Y desde allí bajaron rodando por los médanos, girando sobre si, dejándose borrar, haciendo remolinos en la arena y reconstruyéndose, formando caricias sobre ese manto árido, tirándose desde la cima hasta perderse en ese desierto encantado, como si cayeran por un tobogán.

Mis pasos siguieron sin saber que detrás de ellos unas pobres huellas descalzas se dejaban morir de pena entre las olas mas altas y otras con zapatillas de correr estaban de saltado en una pata, disfrutando de ese roce con la vida, de esa caricia infinita que habian puesto a salvo, de la alegría de haber salido de mi, de haberse soltado de mi, felices por la libertad absoluta de poder ser ellas.

Ya sin mi dominio, sin mis permisos, sin mis urgencias, sin mis pasos en puntas de pie, sin mis pasos perdidos, sin mis pasos esquivos, tomaron vida propia y siguieron caminando solas.

Huellas, todas con las formas de mis pies planos, me dieron la espalda y se fueron plasmando en la arena otra vez, corriendo el riesgo de que una ola desbocada las desparrame y las bañe de espuma, o las haga correr atolondradas hasta los médanos que allí estarían para darles refugio si era necesario.


"Yo que intenté borrar todas mis huellas
por no correr detrás de mi pasado en
días que se escapan de las manos"
-Quique-

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Tan cerca de mis manos.


"Las avenidas de tu corazón
que recorríamos sin nada que temer
Aquellos días no sabía que podía perder
¿Quién se acordaría mejor?"
-Quique González-

Todavía recuerdo esa mañana de sol. Y el sendero repleto de flores al costado, en los canteritos que había en esa parte de la ciudad, donde aun las veredas de baldosas no habían llegado. La primavera estaba en sus inicios y el perfume me quitaba la calma, ya mis ojos en esos años miraban poesía y mis palabras armaban rimas absurdas mientras corría detrás de las mariposas.

Era un barrio humilde donde ella vivía, hecho de casitas bajas, tapadas con remiendos que me llamaban la atención, me daban ganas de ser arquitecta cuando fuera grande y reconstruirlas. Me fascinaban los ruidos de tantos chicos jugando en las calles a la pelota, los olores a estofados a esas horas eran mi perdición, por un momento me olvidaba de las flores y soñaba con un pancito mojando las salsas de esas ollas tiznadas, ollas gigantes para todos los que quisieran, así eran las cocinas de esos barrios, abiertas, con mesas extendidas al sol, con manteles de cuadros y galletas caseras, con platos soperos, con sombras de paraísos florecidos, con florcitas que yo enhebraba en cadenas largas de ilusiones violetas.

Cerca del mediodía en una de esas casitas me esperaba mi regalo de cumpleaños, el papá de Angélica me lo había buscado especialmente para mi, yo no sabía de qué se trataba, y caminaba ansiosa hasta la ultima casita de la calle, después se venía un campo ajeno, un pastizal que me superaba y los caballos. Hasta allí tenía permiso, mas allá se ponía bravo.

Y mas allá era mi inquietud, mas allá mi mirada me llevaba con pasitos cortos y con la curiosidad abierta de par en par, mas allá me arriesgaba, yo aun no sabía de peligros, era el no por el no y eso no podía conmigo.
Una vez allí, mi corazón parecía volverse del tamaño de un motor de avión y me hacía volar desesperada hasta los patios del fondo de la casa de Angélica, esos patios enormes, con tendales de sábanas blancas batiéndose al sol, con la radio agitada en noticias barriales y la voz del pueblo anunciando las ofertas de la tienda mas importante, para después escuchar un acordeón y alguna canción cursi, de esas que le gustaban tanto a ella.

Esa era mi excursión matinal algunos sábados, pero ese era especial porque me esperaba un regalo y ahí estaba yo, toda feliz anunciando mi llegada, golpeando con las manos, gritando los ¡buenos días! y los ¿hay alguien aquí?, los perros saliendo todos a recibirme, yo corriendo hasta el árbol mas cercano para treparme por las dudas, Angélica saliendo con mi regalo envuelto en un pañuelo de colores y yo saltando desde lo alto, con la sonrisa de pleno vuelo.

Descubrir el pañuelo, mirar un pechito colorado dentro de una jaula nueva y morir de amor mirando sus ojitos de encarcelado. Agarrar mi jaula y mi pájaro y dar las gracias con los ojos inundados fue todo un mismo paso.

Agradecer aquél regalo y salir silbando bajo, hacer como que me iba para mi casa y volver sobre mis pasos, mezclarme entre los ombúes desmechados, correr hacia la zona prohibida de los pastizales altos y perderme como siempre, subirme al árbol mas alto de aquél campo abierto, ese árbol que era mi casita sin techo, mi balcón solitario, mi terraza de sábados por la mañana, abrir la jaula y dejarlo salir volando, fue el otro paso.

Al principio lloré, recuerdo que me quedé en ese árbol llorando porque adoraba a los pechitos colorados y nunca había tenido uno tan cerca de mis manos, era todo negro, de un negro intenso sólo visto por mi cuando crecí, en la soledad de algunas noches y tenia en el medio del pecho un corazón carmín, hecho de sangre y plumas. Después cuando me bajé de allí y volví por el sendero que me regresaba a mi barrio, a las veredas con baldosas, a las casas mas altas y a los autos, supe que en ese territorio negado, no permitido, prohibido y desolado, un pedacito de mi se había quedado jugando para siempre, algo de mi había retomado vuelo y se había perdido en un cielo que estaba hecho para los pájaros no enjaulados.

"Esta mañana de verano atormentado
me he levantado sin pegar un trago
Todos los pájaros estábamos mojados
enfilados en la cuerda de tender"
-Quieque González-

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Como un hijo

"Por dónde están las angustias
que desde tus ojos rodaron por mí
adónde fueron mis palabras sucias
de sangre de abril"


Cuando Estela se dió cuenta del embarazo se encerró a llorar en el baño y asi estuvo días enteros, hasta que su cara demacrada, sus náuseas matinales y la falta del período llamaron la atención de su madre y esta le pegó tantas cachetadas en el rincón del baño que la muchacha terminó confesando la verdad.
Tenía cuatro meses de atraso y el culpable de todo era su novio Remigio, que de tanto acosarla en el zaguán de su casa había terminado por conseguir lo que quería.
Era mejor pensar que él era el culpable.
La madre esperó que Remigio llegara como todos los miércoles a la tarde, que venía del trabajo, con unas masas finas para el té, lo sentó en la sala y le dijo que su hija estaba embarazada, asi sin vueltas y que esa noticia no salía de ellos tres.

La cara de los novios fue de estupor, porque no sabían lo que la vieja se traía entre manos.

La madre de Estela, les habló con una frialdad abrumadora, luego de sopesar todas las posibilidades, llegó a la conclusión que la mejor salida era ocultarla en el campo de sus tías hasta que diera a luz y luego regalar al recien nacido. Los muchachos no tuvieron poder alguno en tal determinación, tal vez por su juventud, por ingenuos, por cobardes...
De manera que ese fin de semana Estela fue metida en un auto de alquiler y llevada al campo de sus tías que quedaba en Córdoba.

Los meses que le faltaban para dar a luz al niño Estela los pasó sin ilusión alguna, no tejió escarpines ni conjuntitos, no pensó en colores, ni en batitas, ni en nombres, la culpa que la sobrecogía era tal que no se pudo reponer nunca.

La noche que nació el bebé, ella jamás supo si su dolor era así de inconmensurable porque ya no lo iba a tener mas a ese niño o si todos los partos eran iguales, apenas lo miró, pero le bastó ese instante para saber que en la vida iba a olvidar esos ojitos claros, la partera se lo arrancó de las manos y se lo llevó corriendo por el medio del campo. Estela lloró hasta que se le secaron sus ojos, pero dejó que se lo quitaran.

En unos días ya estaba recuperada, las tías del campo le daban leche recien ordeñada, pan casero, huevos recien sacados del nido, carnes rojas y verduras de la huerta.
Dos semanas mas tarde Estela llegaba a la casa de sus padres, que la estaban esparando con los brazos abiertos felices de verla tan recuperada de la tuberulosis que había padecido, ellos sabían que Córdoba con ese aire tan puro la iba a devolver sanita.

Estela repugnada por tanta mentira se refugió en la soledad de su cuarto y fue Remigio, quien preso por el mismo desasociego la fue sacando de a poco de ese dolor, hasta que los padres de ella les ordenaron que era hora de casarse antes de que les den otra "sorpresita".

Los novios se casaron, se fueron a vivir a una casita frente a la plaza y fueron lo felices que pudieron haber sido, con esa historia colgada a sus espaldas, con el tiempo llegaron otros hijos a los que le dieron todo el amor y los cuidados que a su primer niño no pudieron darle.

Pasaron veintitantos años en un abrir y cerrar de ojos y Rosa, hija mayor de Estela y Remigio, que jamás le daba mayor importancia a ningún romance, entró a mostrar entusiasmo por un jóven recien llegado del interior, era un muchacho de esos que le gustaban a su madre, rubiecito como ella y de buen corazón.
Con esas palabras Rosa se lo describió a su madre.
Le dijo -si lo conocés te va a encantar, porque es como el hijo que te hubiera gustado tener, trabajador, responsable, simpático, nada que ver con los hijos que vos tenés que son uno peor que el otro, perdoná que te lo diga, pero es la verdad-.
Estela le dijo a su hija, que le gustaría conocer a ese jóven que la tenía llena de ilusiones y asi fue que el ultimo domigo de marzo de un año que no importa, Luis llegó a la casa de Rosa.

Cuando atravesó la puerta sintió que ese sitio le era familiar, que las fotos colgadas en las paredes se le parecían, que las voces eran propias, incluso los gestos y las risas.
Hasta las caras serias se parecían.
Y las miradas.
Cuando Estela vió los ojos de Luis, supo inmediatamente que era su hijo, el que le habian arrebatado siendo una adolescente.
La vida le estaba devolviendo de una manera fatal ese hijo.
Pero nadie, ni siquiera ella imaginaba que podía ser capáz de una atrocidad mayor a la que ya había cometido alguna vez, sin embargo nada le importó.
Fueron minutos de locura, de incendio, de pasión, de terror y de amor extremo darse cuenta de aquello, ni siquiera se atrevería a confesarle a Remigio tal certeza, por temor de que lo alejen de allí para siempre, por temor de perderlo otra vez.

Entonces dueña de todos los delirios juntos, lo abrazó fuerte entre sus brazos de gorda, brazos que él sintió como nubes mullidas y le dijo -Bienvenido a casa Luis, serás como un hijo-.

Ya vendrían días de infierno, de pelear con los demonios, pero ese día el cielo bajó hasta su puerta, le traía de regreso un ángel y la casa estaba de fiesta.
"Adónde van las palabras
que no se quedaron
adónde van las miradas
que un día partieron
acaso flotan eternas
como prisioneras de un ventarrón
o se acurrucan entre las rendijas
buscando calor"
-¿Adónde van?- Silvio Rodríguez

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Secuencia de sal


-Hubiera dado mi reino
por bajarla con mis dedos,
pero sé de su pudor
y me quedé callada.

No dije nada, la dejé morir,
le di asilo en mi alma-


Mientras escribía sucedió que me invadió una secuencia salina, muy lentamente. Primero un pensamiento que no sé de dónde vino, se detuvo ante mis ojos y me miró fijo, me tuvo sometida, encarcelada en él, y se quedó allí instalado jugando conmigo al gato y al ratón el tiempo necesario hasta enrojecer el fondo, luego ese fondo comenzó a arder y por dentro en el paladar sentí el agua que subía veloz a apagar el incendio.
No supe cómo distraerme de esa situación, si estoy a solas no importa, pero esta vez me sorprendió a traición y no le importó cuán rodeada estaba que entró a invadirme igual esa marea dulce, salada, amarga, eso que en defnitiva es sinsabor.

Y subió como lava hirviendo, ya nada iba a impedir que fluya. El esfuerzo por retenerlo fue en vano, me fui dando cuenta de que ya no podía evitarlo. La nariz se enteró antes que nada, hizo vanos intentos por poner barreras, cambiando la respiración, los ojos se cerraron fuertes y apretados, pero ya era tarde, la nariz había dado el alerta, entonces en ese momento la boca entró a temblar, con una mueca característica y definitiva. Trago algo que se anuda en mi garganta, que me deja con la mitad del cuerpo retorcido, ahorcado en ese sitio estrecho, detenido, sabiendo lo que viene despues.

Y casi en el acto un río aflora por mis ojos que se dejan romper como un dique frágil y entra a caer en cataratas por mi mejilla ese torrente interno, exprimiéndome. Ellas estarán a salvo entre mis manos, las he salvado; pero hubo una, la primera que escapó, que no quiso quedarse en mi piel y buscó el suicidio. Se asomó antes que nadie, miró para todos lados, supo que no era esperada y se arrojó de cabeza hasta caer estrellada sobre la mesa, aplastada sobre el papel dio el ultimo suspiro y en ese fin arrastró lo que yo escribía.

Aun la veo, gorda, quieta, mojada y manchada de azul, esencialmente lágrima, borroneando mis letras. Ella tenía la plena certeza de que habia nacido para morir.


"Para llorar dirija la emoción hacia usted mismo y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca."

Instrucciones para llorar -Julio Cortázar-


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