Radio Hartares

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No confíes en su mansedumbre
-Muerden-
Perras Negras

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Sueño infantil


“Felicidad es estar cada día menos angustiado”.
Jodorowsky

¿Quién no ha conocido la angustia? Esa garra que te raspa por dentro y no te deja tranquilo ni respirar, ni comer, ni disfrutar de las cosas mas simples, porque no las ves. Es una especie de Alien masticando tu estómago. La angustia se transforma en unos anteojos de sol, es una piel oxidada, en una mueca inexpresiva…
No era mi idea hablar de la angustia. Quien no la ha conocido puede sentirse dichoso, quien sí, no es necesario que le explique mas, porque sabe perfectamente de lo que hablo.
Hablo de esa no vida.
Por eso cuando esta mañana leyendo en el Blog de Incal “Usa el reflejo” esa frase, “felicidad es estar cada día menos angustiado” me tiré de cabeza adentro del post.
* Cuando dudes de actuar, siempre entre “hacer” y “no hacer” escoge hacer. Si te equivocas tendrás al menos la experiencia. (¿En cuantas ocasiones nos hemos negado a intentar alguna cosa por miedo al ridículo? Se dice que el error no es siempre condenable, pero lo es cuando no se reconoce y además causa perjuicios a los demás. Por otra parte y quizá, más vale cometer un error y darse cuenta, que cometer un acierto y no saber por qué.)
* Realiza algún sueño infantil.

De pronto comprendí porqué he dejado de sentirme tan angustiada, aclaro (terapia y pastillitas de colores mediante) , pero además porque he dejado atrás una serie de fantasmas agobiantes.
Uno era una especie de mandato “si hacés algo, hacelo bien” “ y si es productivo mejor” no sé quien fue el primero/a que me dijo eso, sólo sé que yo me lo tomé en serio y he tenido una exigencia para conmigo en mi vida, que o hacía todo bien o me caía del mundo. Hasta que un buen día, me caí del mundo porque uno no puede hacer todo bien y sobrevino el desastre. Y fue el día en que dejé de hacer. Mirá si hacía algo mal. Un espanto. Cuando dejé de hacer, me convertí en una especie de muerta, con el agravante de que estaba viva. Hablo en tiempo pasado felizmente, porque ya llevo meses y meses y meses haciendo cosas sin que me importe si lo que hago sale bien, mal, mas o menos, si gusta, si no gusta, si la mar en coche, o sea que me da igual si soy ridícula o soy espléndida, eso es tan aleatorio… Siempre habrá alguien que piense qué ridícula esta mujer y siempre habrá alguien que diga lo contrario, o sea… ¡Al diablo con el qué dirán!
Yo hago y punto. En medio de ese hacer he descubierto que me encuentro espléndida, casi curada y si meto la pata, o hago un papelón, no pasa nada, me río de mí, y chau. Que nadie está exento del ridículo, incluso cuando mas serios y solemnes queremos ser, mas ridículos somos. ¿No les ha pasado tentarse en medio de un concierto donde la seriedad es absoluta y sucede algo como descubrirle un tic al que toca el violín y que esa pavada provoque el descalabro? A mi me pasó que casi muero ahogada frente a un coro que se había tomado en serio lo de cantar bien y…No cantaban bien, pero en vez de aceptar que habían arrancado mal, y volver a empezar, siguieron. Por eso de la solemnidad. Hasta que se les hizo imposible sostener tan alto el tema y casi muero ahogada de la risa
Pero yo iba a otra cosa.
Iba a lo de realizar un sueño infantil.

Ahora me veo en mi casa de Rivera Indarte con 8 o 9 años apoyada en la mesa del living, al lado del tocadiscos gigante y los discos de Los Beatles de mi hermano mayor y uno que me habían regalado de Elvis y yo era locutora de radio. Tenía un programa fantástico que era escuchado por todo el pueblo.
Todos los días a las cinco de la tarde mi programa salía al “aire” y yo era la locutora, la invitada, la que hacía las publicidades, la que leía las noticias, la musicalizadora. Yo era la mujer orquesta y el programa duraba una hora, porque además yo era una locutora muy ocupada y tenía que irme a otras radios.
Ese era uno de mis juegos.
(Eso sucedía en mi fantasía, claro)
En casa se escuchaba mucha radio. Yo vivía en un pueblo donde la televisión se usaba para poner plantas arriba y como objeto decorativo de la sala de estar, de modo que crecí con la radio, con mi viejo pegado a la radio escuchando tangos, con los vecinos de al lado que escuchaban el radioteatro del mediodía y del que yo me hice fan. Uno de un lobizón, creo que de Juan Carlos Chiape. Y era mas divertido escucharlo con los vecinos que en mi casa, porque mi mamá no le prestaba la atención necesaria, era maestra, ella también se estaba preparando para ir a dar clases, qué le iba a prestar atención! En cambio los vecinos se preocupaban con lo que estaba pasando en la novela, que era tremendo y en los cortes hacían suposiciones. Esas conversaciones, esos intercambios de opinión eran mi delicia. No me podía ir a la escuela sin escuchar uno de esos capítulos insufribles, pero que a mi me fascinaban. Escuchaba el culebrón con el guardapolvos puesto y la cartera de cuero lista, cuestión que terminaba el novelón y yo corría a la escuela con la cabeza llena de lobizones.
A la tarde en mi programa de radio, yo revivía ese radioteatro y era todos los actores, todas las voces de la radio…
¡Ahora no pretendo tanto, qué va!
Pero voy a cumplir mi sueño infantil en breve, haciendo un programa de radio con las Hacedoras y falta tan poquito que me han entrado ciertas cosquillas por dentro, algo así como un ascensor, pero al mismo tiempo eso me tiene muy contenta.

Y ahora entiendo porqué, sepan disculpar un post enormemente largo, que no corregiré, que saldrá así, en crudo, sin editar, ni nada.
Luego de leer el post de Incal, me dieron infinitas ganas de contarles este sueño infantil.

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(...)

Para seguir el viaje hay que ponerse de pie y cargar la mochila de lo que uno lleva, que por algo se hizo tal acopio. Ese es un momento de elección. Qué llevar y qué dejar a la orilla del camino.
Las cosas son así.
No quiero más filos, ni puntas, ni pinchos.
Ni traiciones solapadas.
Ni silencios que aturden.
No soporto las ceremonias tediosas del saludo.
No sé cómo estoy. Qué se yo cómo estoy. Vos tampoco sabés cómo estás, pero decís bien y yo desde acá te veo la herida. En el costado de tu boca, ese borde que te mordés me lo dice claro.
He tenido una buena vida y eso que tuve que cargar conmigo que.
Te acordás, siempre fui un plomo.
-Risas, de aquellas risas-
¿Vos qué tal?
(…)
Ah, pero ahora bien.
(y no se porqué ahí viene el puñal, veo que lo estás desenfundando, está cortando el aire, lo siento…
Se clava en mi carne, se hunde, estoy sangrando, dejo que lo hagas, no te digo nada, soy tan cobarde)
¡Qué bueno, cuánto me alegro!
¿Nos vemos uno de estos días o nos llamamos?
Dale.
-Sabemos que eso no va a suceder igual decimos eso de llamarnos-
Nos damos un abrazo y en el medio pasa un tren que nos pisa los zapatos.

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Punto muerto


Demasiadas emociones para un solo aviso. La adrenalina tiene eso, que te pone arriba y después cuando se va, caes como un pájaro herido. Preguntándote el por qué de tantas cosas.
Y el silencio, ese punto muerto que te duele inexplicablemente en todo el cuerpo.
Entonces te volvés un pájaro de ojos hundidos y alas húmedas.
Un puntito en el aire.
Un aguacero.
Sos ese mate revuelto como una sopa, abandonado sobre la mesa, frío.
Agónico y redondo punto para un final.

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Caramelos

"que jamás se terminen esos caramelitos dulces
que desenvolvemos
cuando nos miramos"
-Flopi-

Me puse tonta con este verso escrito por ella para su chico (lo encontré recién en un papelito)

¿De quién es este verso? Mío, si ya sé, pero de quién es, quién lo escribió? ¡Yo! Me refiero al escritor. Yooooo... (con un dejo de qué madre pesada que tengo) ¿Vos? ¡Siiiii! ¿Por? Porque me morí de amor, y te la voy a robar y la voy a subir a mi blog...

Bueno (sonrisa de Flor que siempre sonríe)

Flopy, que adolescente y enamorada es un caramelito de color.

¡Soy una mamá babosa y qué!


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Perras negras



"Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único"

-John Lennon-

Hace días que giro en falso y quedo encerrada en mi caparazón escondida al final del armario.
Ayer escapé por la letra O.
De miedO.
De tOrtuga.
De sOcOrrO.
Los guardias de seguridad estaban desmayados, agarré la calle y no paré hasta la parte más alta de una escalera caracol desvencijada, sin luz, que desembocó en la habitación más alta de una casona antigua con ventana al río.
Me vi parada frente a unas paredes que gritaban belleza, que ardían febrero con ganas de hacer algo en un pueblo masticado y tragado por la gran ciudad de Buenos Aires, harto de nada y un puñado de soñadores sueltos, me esperaban.
Y yo, que ni se me había ocurrido que podía soñar con esto, estaba allí.
En un estudio de radio hecho a pulmón por Mariano y Vir (Gracias por hacerlo)
Hablando del misterio que guardan las palabras, del color que tienen, de la música que provocan en los diferentes oídos que son tocados, de las imágenes que se esconden en un manojo de letras en mis ojos, en los tuyos, en los de tanta gente que no vemos.
Las Hacedoras vamos a tener nuestro programa de radio.
Un espacio literario para compartir libremente con los amigos que quieran estar más cerca, que quieran aportar su granito de arena. El modo lo iremos construyendo a través de las palabras que tejidas como hilos nos han mantenido unidos sin registro de distancias.

Las palabras, esas perras negras como decía Cortázar.

Siempre escritas.
Ahora también con la voz.
Es un hecho y ya los invitaré cuando puedan escucharlo.

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Lunes


De modo que el día entra y en alguna parte de la casa me encuentra y me mira de frente.
Qué. Le digo.
Nada o todo. Me dice con apatía.
Eso es muy relativo. Le digo utilizando su mismo tono displicente.
Y de pronto me aplasto un dedo contra una puerta y el día estalla ante mí y yo expulso maldiciones y mi dedo chilla.
Nos miramos en el freezer y nos hacemos una advertencia.
Cuidáte de mí.
Vos terminá con la pereza que no hay tiempo.
Dura sentencia.

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Autorretrato


Sostiene entre el segundo y tercer dedo una birome, pequeña, delgada, de color azul oscuro.
Todo es piel humedad papel y uñas creciendo.
Los dedos se rozan entre si. Se tocan, se acarician, se buscan, se entrelazan, si se detienen.

Tiemblan.

Igual que la birome estremecida
la hoja seca que escapa del libro,
o el aire que respiro ahora que estoy agitada y un mechón de pelo se me cae sobre la frente,
así como en un vaivén.

Entonces me veo desde afuera atravesando el papel y el tiempo.
Mi ojo izquierdo (el derecho tiene una basurita y lo cierro) toca mi mano que sostiene entre el segundo y tercer dedo una birome, pequeña, delgada, de color azul oscuro.

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Kamikaze


"Como kamikazes enamorados
Como pistoleros de sangre caliente"
-Quique González-
Porque todo llora con motivo
árboles
baldosas
casas
dedos
elefantes
furgonetas
galerías
harapos
islas
jirafas
kamikazes enamorados*
limusinas
todoelmalditoabecedario
zapatos
paraguas
ríos
puentes
trenes
pasillos
adoquines
patios

ojos
envases vacíos
desvencijados barcos de lunas y aves
objetos perdidos
como yo

Entonces, miro todo como si fuéramos lo mismo
-el auto que salpica barro, el charco que ha crecido, la chica de la esquina que está siempre tan sola, el vendedor de flores consumido en un cigarro, los fantasmas del barrio, el pibe que vende diarios-

Todo tiene llanto.

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Barcos


La calle es un río de barcos inflados que se alejan. Ya no quedan paraguas en los rincones, todos habitan en manos crispadas y cubren zapatos chuecos de pasos que nadie espera. Corren bajo mis ojos en la avenida. Los paraguas y los barcos. Abundan los negros, y de tanto en tanto uno de color brilla para molestarme. Porque me gustan los días lluviosos y grises, entonces no quiero distracciones.
La calle era un río de barcos inflados y paraguas.
Uno no ha podido más y ha encallado para desinflarse. Ha bajado sus hombros, cerrado sus velas, se ha vuelto oscuro, parece no latir.
Es como un corazón herido por corales.

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Ave de luna


Sólo el aire que llegaba del río, era capaz de hacer música en el viento. Para después colarse en las ventanas y tejer entre mis sueños algo mágico, sin que se escaparan los puntos o aparecieran agujeros.
Una manta no muy grande cubría mi desnudez y yo era un ave de luna.
Sólo el aire húmedo gris de hoguera y óxido, era quien encontraba aquellos sonidos en un desierto y mis alas planeaban bajo las nubes.

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