(O "escribir hasta por los codos" -Toro Salvaje-)Me gusta estar informada. Me hace sentir segura. No soy de esas personas que viven adentro de un tupper y que no tienen idea de lo que pasa en el mundo. Me gusta saber qué pasa cada día, acá y en todas partes. Porque por ahí estás tranquila de que acá no pasó nada y en la Franja de Gaza se están matando todos, o hubo un terremoto en Italia, o se fue del bailando Ricky, el chocolatero. Ahora por ejemplo estoy viendo si Maradona sigue como técnico o se va. Casi un problema nacional.
Decía que me gusta estar informada porque creo que es bueno saber lo que pasa en otros lados, para comparar y no andar pensando que este es el peor lugar del mundo.
Les cuento.
Al levantarme a la mañana es automático, pongo la pava al fuego y enciendo la tele. Ahí ya me entero que hay huelga de subtes por ejemplo, que hoy cortan tal calle los piqueteros, que se derrumbó un edificio viejo en San Telmo. Que hay una manifestación frente al congreso y que los jubilados cortan la Avenida de Mayo a las 11 Hs. Aunque no tenga que ir por ahí a mi me gusta saberlo, por las dudas algún conocido tenga que ir y no sepa, entonces yo le aviso, porque además soy gentil. Incluso también me informo porque hace que me sienta bien, cuando entro a ver desastres de tránsito me digo qué suerte que tengo de no tener que estar atrapada en ese embotellamiento. Por ejemplo en el verano los días de recambio, es genial. Miro un rato las noticias y enseguida se me van las ganas de salir de vacaciones y ya me cambia el humor, porque pienso que soy una mina de suerte y que después de todo no está tan mal quedarse en el jardín de casa tomando sol y sin gastar un mango.
Es bueno estar informado. Por ejemplo vez pasada se cayó un árbol en la calle Avellaneda, acá en mi ciudad. Cortaba la avenida por completo. Yo me enteré porque, además de la tele prendida que me tiene al tanto con las noticias nacionales, e internacionales, tenía la radio local encendida y justo el conductor del programa estaba diciendo que debido a los fuertes vientos de la noche anterior, se había caído un árbol añoso y que la calle iba a estar cortada varias horas. Ese día gracias a mí, fueron muchas las personas que evitaron quedar atrapadas con su auto al pasar por allí, porque en la panadería y el almacén se lo conté a medio mundo. También fueron muchas las personas que fuimos a ver al pobre árbol caído. Si no me hubiera enterado, jamás hubiera visto un pino tan grande derrumbado y no hubiera aprendido lo peligrosos que son.
Desde ese día (el día del pino caído) tengo bastante cuidado con los árboles, en especial los más viejos. A mí que me gustaban tanto los bosques, han dejado de gustarme. Ahora tomo mis precauciones. Ya no vamos a la costa como íbamos antes y alquilábamos una casita rodeada de pinos. Eso se terminó. Ahora o vamos a Mar del plata y alquilamos en pleno centro un departamento bien alto o nada. En casa he arrancado de raíz varios árboles del fondo que no servían para nada y que eran una amenaza constante. Un limonero, un árbol de paltas, dos ciruelos que la verdad para lo único que servían era para ensuciar el patio. Los ciruelos estaban apestados y el árbol de palta servía para que algún vecino siempre se estuviera trepando para sacar los frutos.
A mi las paltas no me gustan, pero gracias a que estoy muy informada sé lo buena que es para la salud. Es un antioxidante natural por la gran cantidad de Vitamina E que contiene. El tiempo que tuve la planta en casa comía palta aunque no me gustara, y hacía comer palta a toda mi familia en distintos preparados. Lo hacía porque era sano. A veces incluso me tapaba la nariz para tragarla, pero había leído por Internet que hacía bien al corazón, a la hipertensión, al colesterol, entonces sabiendo eso yo comía y comía palta y alimentaba a los míos convencida de que estaba haciendo bien. Desde que arranqué el árbol me liberé de tener que comer palta y ahora tomamos todos unas pildoritas de vitamina E que son fantásticas. Es que después de ver ese pino gigante atravesando la calle yo quedé atemorizada y saqué los árboles. De paso aproveché y ya que estaba el jardinero también saqué el pasto y los rosales y las enredaderas que crecían en los tapiales y tiré las macetitas. Porque con el asunto del dengue no se puede estar tranquilo en el patio. Por más que me ponga Off siempre algún mosquito me pica y uno nunca sabe si ese mosquito tiene dengue o no. Así que puse todo baldosas de color marroncito y cerca de la parrilla puse una especie de alfombra sintética imitación césped que es muy bonita con florcitas de plástico. Si llueve no pasa nada y si se ensucia le paso la aspiradora ¡y listo!
Cuando mi esposo se levanta, yo le cebo unos mates y le cuento que hay niebla en la autopista, que colisionaron un camión y varios autos en cadena y que gracias a Dios no hubo que lamentar víctimas. También le digo cuál es la temperatura y él me lo agradece porque así sabe como vestirse. También consulto por Internet el Weather Channel en español, porque allí encuentro el pronóstico del tiempo hora por hora y estoy siempre atenta al granizo, porque mi esposo cuida mucho el auto. Si hay aviso de granizo, no sale de casa. Y por supuesto lo pongo al tanto de los últimos acontecimientos políticos y económicos, porque como él no mira muchos noticieros hay días en que parece contento. Y, no es que esté mal ser feliz con todo lo que nos pasa, pero tampoco uno puede ser tan ingenuo y andar por la vida tan tranquilo como si no pasara nada. Vamos, que uno ya ni sacar la basura tranquila puede. Nosotros en casa tenemos implementado un sistema de seguridad que cada noche ponemos en funcionamiento. Mi esposo sale al porche al que le pusimos rejas y mira un buen rato, estudia el panorama. Yo lo espero atrás de la puerta con la bolsa de residuos, él emite un silbido corto cuando hay vía libre. Y salgo. Y dos silbidos cortos, cuando mejor es esperar. Una de mis hijas ya tiene las llaves en la mano y al escuchar el silbido corto y solo, abre la puerta de calle, yo salgo miro para todos lados raudamente, corro hasta el contenedor de basura, tiro la bolsa y regreso corriendo.
Así todos los días, desde que hacemos esto, estamos todos mucho más tranquilos.
Lo mismo al sacar o entrar el auto.
Rara vez salimos sin llamar a la seguridad, pero al entrar llamamos siempre-siempre, porque con todas las noticias que uno escucha o lee o le cuentan de robos, asaltos, crímenes y secuestros en situaciones así, hay que ser precavido. Para eso viene bien estar informado, es lo que yo le digo a mi esposo. Nosotros hemos organizado una rutina que nos tranquiliza bastante, no del todo, pero bastante, lo cual es mucho.
Vayamos donde vayamos, al salir llamamos a la seguridad y al regreso, diez minutos antes volvemos a llamarla. En esos diez minutos tenemos que estar en casa, y la seguridad también tiene que estar en la vereda de casa. O sea debemos coincidir. Si por alguna eventualidad llegamos en siete minutos y no en diez, damos unas vueltas manzanas hasta que llegue la seguridad. Cuando es la seguridad quien se demora (cosa que generalmente ocurre, pese a los constantes reclamos que mi esposo les hace a la empresa por la impuntualidad), luego de dar varias vueltas manzanas y habiendo observado todos los que vamos en el auto que no hay moros en la costa, tomamos nuestras cosas, nos quitamos el cinturón de seguridad, el encargado de abrir la puerta ya tiene la llave muñida en su mano, abrimos las puertas del auto todos a la vez, las trabamos todos a la vez y corremos. Quien tiene la llave, tiene un trabajo extra y de real estrés porque debe abrir sin demora o falla alguna, una equivocación de llave puede ser fatal. Como yo estoy muy nerviosa a pesar de los ansiolíticos que tomo, eso siempre lo hace otro.
Por suerte en casa nos entendemos muy bien y todo marcha a la perfección. Lo que yo no entiendo es este rictus amargo que se nos ha ido marcando a todos en la cara con el tiempo.
¿Cómo puede ser si estamos tan informados y seguros?
(cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia)