“Bienvenido
a Holanda” es una analogía que hizo una persona, en una página web,
entre las enfermedades crónicas y los lugares a los que llegamos. La
encontré en una de mis tantas averiguaciones sobre el lugar en el que me
encuentro hoy parada y me pareció genial, por eso la tomé prestada y la
reescribí.
Dice esta persona que padecer una enfermedad crónica es algo así como haber planeado un viaje a Italia y cuando el avión aterriza, te das cuenta que estás en Holanda.
“Bienvenido a Holanda”. Dice el cartel. ¿Holanda? decís vos. ¿Cómo
Holanda? ¡Yo me anoté para un viaje a Italia! ¡Se supone que estoy en
Italia! Pero no, te dicen que ha habido un cambio de plan en tu vuelo y
aterrizaste en Holanda. Y allí tenés que quedarte, mal que te pese. No
tenés ni idea de Holanda. No conocés el idioma, ni los lugares, ni tenés
amigos, no habías pensado ni una perra vez ir a Holanda, ni a pasar dos
días y si alguna vez alguien te contó algo de allí, era tan feo que no
le diste bola. Resulta que ahora es donde estás y es un lugar
desconocido para vos.
Bienvenido a Holanda: es un mal sueño que
tiene varias estaciones. La primera por la que pasás es la negación.
Esto es un error, ya me voy a despertar de esta pesadilla y voy a estar
en Italia, pero los días pasan y cuando te despertás, ahí están los
tulipanes a todo culor. Si, dije culor.
Sigue la estación del miedo.
¿Y ahora qué me va a pasar? ¿Cómo será? ¿Qué hago? No puedo tal o cual
cosa. ¿Esto es para siempre? Cuando te dicen que si, te querés bajar del
mundo. Encima que no conocés el lugar, lo que estás viendo es feo y
estás perdida y ahí nomás viene otra dosis más de miedo. ¡¡¡Y te
enojás!!! Esa es la otra estación, la del enojo. ¡Esto no me puede estar
pasando a mí! Yo tenía otro plan. Lo había pensado bien, me gustaba,
estaba segura de que el avión iba a Italia, acá no me quiero quedar.
Encima odiás los molinos de viento y ellos tan tranquilos siguen allí
como si nada, girando. Puteás en colores y te salen tulipanes.
Te
deprimís. Mucho. Esa es otra estación, creo es la mas densa. Te das
cuenta que no podes ir a Italia. En todo caso si vas alguna vez, no va a
ser lo mismo, porque vos no sos la misma. Te duele no ser la que eras,
te extrañás, estás insegura y enojada y triste. Todo es un bajón.
Holanda es un bajón y los holandeses también. El color naranja es feo y
Maxima Zorreguieta, que vive ahí, te resulta mínima.
En medio del
miedo, la desorientación y el enojo, empezás a buscar información, una
guía por dónde andar, dónde ir, qué hacer, con quién. En ese camino
descubrís que Holanda es menos atractiva que Italia, que no le llega ni a
los talones y que no te gusta estar allí. Sentís pena de vos. Te das
manija porque el sueño de Italia se rompió y estás abatida frente al
cartelito de Bienvenidos a Holanda, pero es donde estás (te lo repetís
una y otra vez para hacerte a la idea) y no te queda otra que ponerte a
andar. Y así vas descubriendo que Holanda tiene molinos de viento. Si,
mas molinos de viento. Holanda tiene tulipanes. Si, mas tulipanes y
también Holanda tiene Rembrandts.
Aterrizaste en un lugar
inesperado, experimentaste la desilusión de no estar en Italia con lo
bonita que era y el desafío de ajustarte a un paisaje que no estaba en
tus planes y no te gusta mucho lo que ves. Entonces querés saber y
entrás a meterte en internet y averiguar todo sobre Holanda. Bien, leés
de todo. Las informaciones van desde que es el lugar mas horrible del
mundo, hasta que es un lugar soportable y en el que podés vivir mas o
menos agradablemente. Pero eso no te conforma, entonces entrás a querer
saber mas y más, y buscás y buscás y buscás si hay maneras milagrosas de
escapar, si hay salida por algún pasaje poco conocido, si existe algo
que convierta a Holanda en Italia. Y no. Pura cháchara. Todavía nos
queda Paris, te decís, pero mientras estás en Holanda. Agua y ajo.
Y
supongo que cuando entrás a recorrer las calles de Holanda, algo bueno
tiene que haber Todo este proceso lleva tiempo: extrañas la idea de
Italia, la idealización de Italia, soñás con Italia, hablas Italiano,
pero a poco andar todo es Holanda.
Y hay como un quiebre en tu realidad.
Negación-Miedo- Enojo-Depresión
Pasás por todas esas estaciones mientras vas conociendo Holanda y por
ahí un día empezás un proceso de aceptación, que no es resignación.
Aceptar es darte cuenta que no podés cambiar el hecho de que estás en
Holanda, pero podés construir una vida allí: una vida interesante con
tulipanes, molinos de viento y los claroscuros de Rembrandt. Aceptar es
darte cuenta que tenés la opción de vivir mortificada por haber perdido
Italia o descubrir el encanto de Holanda.
Bueno, esto me pasa. Mi
Holanda se llama Artritis. He pasado por la negación, por el miedo, por
el enojo. Ahora me siento triste. Muy. Los días se volvieron desabridos
porque todavía no sé por dónde seguir. Eso también pasará, como pasó la
negación y el miedo. O tal vez vuelva, no lo sé. Sólo espero la
sabiduría de la aceptación, para construir otro sueño, otra Italia, mi
nueva vida de acá en mas.