Furia


La mañana me trajo el dolor de los perros ladrando y desarmonizando el sol. Era la hora perfecta, apoyada sobre el teclado amarillo, la primera luz del día se dejó ver brillando en el Do. Sacudí como pude el sueño acercándome lenta a la ventana. Corrí las cortinas y allí estaba él, entorpecido como un cielo de tormenta, bajo los tilos aún frondosos. También el rayo de sol que pisaba el Do, pisaba su pelo y formaba su sobra pequeña y uniforme sobre el camino. Me tiré para atrás buscando no ser vista. No me gusto de mañana: los ojos hinchados, el cabello revuelto, las manos tibias, la camisa de dormir desierta, soy grotesca cuando despierto. No vivo hasta después de una ducha. Furia de agua caliente sobre mí. Charco contenido en el cielo, despejando los fantasmas que amanecen enroscados entre mis piernas, mordiéndome los talones, picando mis manos, estirando los miedos hasta el final de la calle. Y gritar total nadie me escucha, gritar tu nombre a ver si así el sol se te cruza entero y te abre los ojos, te despeina. Gritar la rabia, cantarla bajo el agua, en Do menor, que se escape de mi garganta la ira, que deje de masticar la sangre y salte en paracaídas o se frene despacio en el próximo semáforo y estalle y se expanda y drene su púrpura saña como un ramo de miel líquida y no me queden mas dudas.

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