Crónica de un sueño roto.

"El viejo de arriba no sabe vivir
no dejo que pinte mi cielo de gris
y de ningún modo voy a permitir
que me entristezca.

Nadie lo podrá impedir
todo sea por sentir
machacando, machacando se nos fue
pudriendo el rancho..."


Y se quedó detenido un sueño.

En el boliche de Benito en el barrio de Carlitos, en Fuerte Apache, donde los vecinos se amontonaron desde temprano acaparando mesas y cervezas desbordadas, esperanzas hechas con nudos, banderas cosidas por las mujeres que siguen la ilusión de sus hombres, caras pintadas de celeste y blanco, se congeló la alegría.

Esas caras que tienen arrugas desde la infancia y que están acostumbrados a que no les salga ni una, se habían ilusionado porque su "pollo", el Carlitos era de ellos, lo quieren con el alma, porque lo vieron nacer, lo vieron crecer en el barrio, lo vieron jugar en las canchitas de tierra que hicieron los pibes de los monoblocks, porque aunque salga en la tele rompiendo corazones de modelos mentirosas, no ha dejado de ir a comer los choripanes de la parrillita que está en frente del club social del barrio, y lo quieren porque no se la cree y sigue siendo uno de ellos.

Entonces cada uno por sentirlo propio esa mañana despues del mate se fueron agolpando en lo de Benito, que ya estaba desde temprano enfriando bebidas y barriendo el boliche para que esté todo preparado.
Los chicos fueron cayendo con banderas y la cosa fue tomando color celeste y blanco.

En las escuelas no habia clases entonces por las veredas brotaban pibes con camisetas arriba de otros trapos y con sonrisas atrapadas entre los dientes, tambien se fueron amontonando, mientras los mas animosos jugaban un picadito en la canchita mas cercana y por los parlantes de boliche se escuchaban cumbias a todo volúmen.

Las chicas bailaban entre ellas y se pintaban corazones albicelestes.
Ese barrio estigmatizado, imposible de entrar si no tenés un conocido o alguien que te guíe estaba de fiesta desde temprano.
Todos eran de algun modo, Carlitos Tevez.

Y por dos horas estuvieron gritando obcenidades al árbitro, mordiéndose las uñas, cruzando los dedos, congelando adentro del freezer a la selección Alemana, sufriendo, esculpiendo puteadas, alentando con un eterno dale Carlitos, dale Carlitos, Carlitos, vamos!!!

Y hasta por un rato casi que el sueño se hizo realidad para ellos, que jamás se les hace realidad nada, pero fue nomás por un rato, como siempre, despues el sueño hecho realidad fue de los de siempre, y ellos como de costumbre la vieron desde afuera, con los ojos abortados.

Y despues los ojos se le llenaron de lágrimas, porque como por otras cosas no lloran porque son machos, ésta era una ocasión en la que nadie te señala, ni habla por lo bajo, entonces todos los ojos de esos hombres que dan miedo se enjugaron en lágrimas, las caras pintadas entraron a chorrear un celeste agua, los nudos de esperanza entraron a soltarse y un descomunal silencio se apoderó de Fuerte Apache y el silencio se fue contagiando en cada barrio y de los departamentos no volaron papelitos, de las ventanas no flamearon mas banderas, ni de los autos salieron las bocinas que quedaron atrapadas y mudas como todas las gargantas.

La tarde se hizo noche, la lluvia de los ojos de los niños inundó el cielo que llevaba días encapotado y entraron a salir de los rincones los perros asustados.

En Fuerte Apache se murieron los acordes de una cumbia desolada y en el televisor del boliche de Benito un puñado de almas bullangueras se levantaron en silencio y se fueron para sus casas donde los esperaban sus mujeres con unos mates y alguna torta frita calentita para calmar ese frío que espantaba.

Pero siempre y aunque el mundo se venga abajo, en la canchita que está entre los monoblocks sin luces y embarrados, los chicos siguen jugando, un día van a ser como Carlitos, van a jugar un mundial y van a caracolear con sus gambetas a esos gringos acomodados.

"Camino perdido no uso reloj
la rumba bardera ya toma color
con los descarriados
fue mi corazón hasta la cima ...

Nadie lo podrá impedir
esta noche ire hasta el fin
con los locos, los borrachos
con las putas y los guachos ..."

-El viejo de arriba- (Bersuit Vergarabat)

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Esperanza en flor.

"Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan"

-Julio Cortázar-


Los árboles de mi calle hicieron un striptease durante meses frente a mi ventana, con un descaro inigualable para dejarme huérfana de los colores del otoño que adoro y ahora han sacado unos paraguas gigantes y se pasan el día quietos con enorme estoicismo, bajo una lluvia que parece haberse olvidado de que se puede ir.

Nomás salir a la vereda y sentir el frío fui invadida por una desesperanza.
Toda yo fui alcanzada por ella.
Sin darme cuenta se me colgó en la parte superior de la espalda y me fue agobiando, cuestión que al llegar a la esquina, ya me pesaba tanto caminar que me he sentado en el cordón de la vereda y me he puesto a mirar los autos pasar.
Cuando ya iba por el auto número diez, ahorcada por la pena y el desconcierto, decidí no contar mas autos y me puse a contar cosas bonitas que dejo alojadas en algun sitio para que vengan en mi auxilio, días como éste.

Y ya mirando para adentro por completo, toda metida en mi y con mi caña de pescar preparada y el ojo afilado encontré éste recuerdo, que justamente es del día de la primavera pasada.

Nosotras tres hacíamos tiempo en un banco de plaza tiradas al sol.

Buenos Aires estaba repleta de flores encimadas unas a otras formando un arcoíris en las veredas de algunos bares, no como ahora que está deshojada y muerta de frío.

Todos pasaban consumidos por el apuro del mediodía.
Cargados de problemas como siempre, se veían pasar rostros atribulados, madres con niños a la rastra para el colegio, adolescentes que brotaban en franco despliegue de libertades descontroladas y se reunían a comer en las calles, un linyera acomodando prolijamente toda su vida en el banco mas alejado, una viejita que tardó una eternidad en cruzar la diagonal de la plaza.

Y nosotras ahí, mirando pasar.

El agotador trabajo de sostener la mirada, cuando ya te aburre lo que ves, se torna insoportable cuando la espera no termina.
Todo se vuelve gris, hasta el día de la primavera.

Y ahí sucede el milagro, alguien que te devuelve la esperanza, siempre hay alguien que te dice que no todo está perdido.

Lo vemos venir, no tiene mas de 20 años y se le nota la felicidad extrema que lleva, en sus manos hay un ramillete de fresias multicolor y multiperfume, él nos ve sentadas absolutamente llenas de ojos y se siente nuestro objeto de análisis.
Está bajo la lupa.
Respira profundo al comprender que no existe posibilidad alguna de desaparecer y avanza con la sonrisa colorada mas grande que vi en mi vida.
Era un tomate con sonrisa caminando.

Algunos hombres sienten verdadero bochorno cuando tienen un ramo de flores en las manos.
Este pertenecía a esa especie, pero además se caracterizaba por su valentía porque preso de sus prejuicios, de sus mas íntimos pudores, de nuestros ojos que se le habian pegado sin piedad, de las posibles miradas ajenas escrudiñándole las flores, él mantuvo la serenidad de seguir avanzando a paso normal y justo al pasar por el lugar mas candente, que era nuestro banco, nos miró con cara de enamorado y nos dijo a modo de disculpas -son para mi novia-.

Sin mediar arreglo alguno, sacó de nosotras una ovación cerrada y los aplausos terminaron por invadir la plaza entera.

Mas colorado aun y al borde del incendio, nos agradeció el sincero homenaje y siguió derechito a la felicidad.

Y nosotras nos quedamos allí viendo pasar la esperanza en flor, disfrazada de muchacho enamorado con ojos color miel.

Asi que mejor me saco esta desesperanza pegoteada, me levantó del cordón, sigo caminando por las calles despobladas y creyendo en las esperanzas, que si no vienen hay que salir a buscarlas.

Y te pregunto a vos ¿quién fue la última persona que te hizo sentir que no todo está perdido?

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El príncipe desterrado

"En Buenos Aires los zapatos son modernos
pero no lucen como en la plaza de un pueblo
Deja que tu luz chiquitita
hable en secreto a la canción
para que te ilumine un poco más el sol"



El castillo de aquél príncipe de ojos negros, quedaba justo debajo de la autopista.

Hacía mucho que había dejado de esperar un cielo azul y una planicie verde villar, para conformarse con ese cielo de cemento armado y ese pastizal reseco y negro repleto de gomas apiladas, que amontonaba para cortar la calle cuando estaba muy enfurecido.

Era un príncipe desterrado del primer mundo y hasta del tercero. Su mundo quedaba siempre detrás del alambrado que separaba la ciudad de la nada, quedaba en las calles desiertas, en los basurales donde siempre encontraba tesoros perdidos en forma de alimentos, en ese mundo de afuera donde él entraba igual aunque se le notara la no pertenencia, ese mundo era un reino de donde él habia sido excluído para siempre.
Y entonces le quedaba este, del otro lado de la marginación, del otro lado de la ventanilla del auto, del otro lado de cualquier futuro posible.
No tenía memoria de aquella exclusión, le parecía que venía desde mas atrás ese destierro. Bastaba mirar a su padre, con sus rasgos norteños y su piel color canela que no era de aquí, que no venía de este montón de paliduchos, que era hijo de la tierra igual que su padre, que era desde mas lejos que venía esta cosa de vivir al costado del camino.

Tanto se habían acercado al costado que habían caído y el unico sitio capáz de protegerlos de la lluvia y del sol de fuego fue la autopista.

Allí en esa tierra de nadie ellos eran reyes, su padre dueño de una carroza hecha con maderas viejas y afortunado dueño de un caballlo huesudo y flaco, sostenía un reinado de años en el submundo de los callejeros que juntan basura en el carro. Habia construído con sus propias manos un castillo de lata y cartones reforzados, con todo lo que encontraba tirado y allí en ese reino perdido para los de este lado del mundo y ganado pora ellos, habían plantado papas y unas flores de zapallo y con esos frutos solían pasar las noches de invierno cocinando unas sopas magras pero calentitas.
Él, que habia heredado ese palacio de sobras, cuando supo que ya era un hombre sintió que debía salir a buscar una mujer, porque en esa casa despojada de lujos y colores, hacía falta una mujer desde hacía años. En su cuerpo de muchacho desnutrido, no solo había faltado comida, tambien faltaron las caricias de una madre, por lo tanto desesperaba de ganas por sentir unas manos de mujer en las noches largas.

Ese sábado el hijo del rey de los carritos, dejó de rebuscar tesoros bien temprano, se dio una ducha en una estación de servicio, se puso su remera nueva comprada para la ocasión, se metió adentro de unos jean deshilachados, se acomodó el cabello con gel, se bañó con una colonia barata y salió de su castillo para la bailanta.
Camino a ese sitio de birra y descontrol, llevaba su corazón contento y dejaba una estela de perfume a su paso.

En la puerta de aquél local que alguna vez habia sido un cine, despues habia sido una iglesia evangelista y finalmente habían hecho una bailanta, estaba parado esperando en una cola infinita para sacar la entrada cuando la vio pasar. Era una morena carnosa, de glúteos firmes y pollerita cortona, que dueña de una seguridad única pasó entre una marea de hombres que aullaban a su paso, sin inmutarse y sólo levantó sus ojos negros cuando se cruzaron con los ojos negros del príncipe desterrado. En ese momento la morena se mordió los labios y le hizo una mueca con su boca que él no pudo descifrar en ese breve lapso, pero que lo dejaría incendiado por el resto de la noche.

La música de cuarteto hacía temblar las paredes de aquél templo de diosas y dioses paganos y él se acomodó detrás de una columna a mirarla. Ella bailaba con una cadencia que derramaba sensualidad y atraía miradas, pero la unica mirada que la hacía vibrar eran esos ojos oscuros que deliraban detrás de la columna. Él estaba paralizado, jamás había visto una mujer tan hermosa que le devolviera la mirada y entre sus manos hacía girar un vaso de cerveza caliente que se desmayaba de impaciencia y solo atinaba a quedar paralizado, finalmente eran dos columnas las que quietas y perturbadas miraban a la morena.

Ella bailó para él toda la noche, para él en brazos de otros que se iban animando a su baile, hasta que dejó esos brazos tibios, dejó esos ojos sin brillo, esos corazones despoblados de pasión, dejó esas risas pintadas con cal, dejó esos suspiros de alcohol que la rodeaban y caminó con desición firme hasta la columna en busca del que estaba detrás, le tomó la mano y se lo llevó sin mucha resistencia para un solar oscuro que habia al costado de la bailanta.

Allí entre autos viejos, flores silvestres y una luna que se tapó para no ver, le enseñó a bailar una danza que sólo quería bailar con él y bailaron con sus bocas y sus manos entrelazadas hasta que no pudieron mas, mordiéndose todos los encantos hasta el delirio, hasta que sus llantos se encontraron mezclados con sus risas, hasta que el rocio de la madrugada les dijo que era hora de irse.
Y se vistieron con sus ropas de liquidación llenas de flores aplastadas, se besaron como si fueran recien casados y escucharon que las ultimas estrellas aplaudían desde los techos mas altos.

Por esas calles de tierra que se abren debajo de la autopista y que nadie se atreve a transitar, salvo ellos que por voluntad propia la han hecho suyas, se acerca un príncipe desterrado pateando la fé, con una morena capáz de usar coronas de papel y de dibujar ternuras con las manos.


"Cualquier semilla cuando es planta quiere ver
la misma estrella de aquel atardecer
que la salvó del pico agudo
refugiándola al oscuro
de la gaviota arrasadora de los surcos"

-Carito- (León Gieco)

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La bruja de la calle Godoy Cruz

"El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó de amar."


La mujer que vivía en la casita que sa había ido volviendo gris con el tiempo, jamás olvidaba tomar su pócima de veneno diario.
Había encontrado la manera de sobrevivir a tanto olvido.
Esos ladrillos que la albergaban a ella y a su perfidia, estaban tan comidos por dentro que si hubieran encontrado la manera de desmoronarse, caer sobre ella y aplastarla ya lo hubieran hecho, pero fieles a si mismos se habían convertido en carceleros de la maldad corporizada.

Ella se había ido quedando sola, gracias a malos entendidos, a prejuicios sobre su persona y a un ejercitado esfuerzo de malas intenciones. Que tal vez, no nacieron para ser malas, pero que a medida que iban saliendo y tomando forma se convertían en temerosos acertijos.
Su vida se le fue volviendo una sombra que venía siempre por el frente y que la miraba hasta el fondo, con unos ojos furibundos, hasta metérsele por los poros y ya, sombra y carne eran una sola.

Sus ventanas habían ido quedándose petrificadas y con los ojos cerrados de los que ya no quieren ver mas nada.
Allí en la casita gris de la media cuadra, nunca entraba el sol, las plantas no tenían razón de ser en ese espacio, que cual páramo se diferenciaba del resto del barrio, como un lugar impenetrable, sin embargo ella en el fondo de esa casa abandonada, cultivaba lirios porque le recordaban el color de los ojos del hombre que alguna vez la había amado.

Nunca supimos cuándo ella cerró sus ventanas, ni cuando se olvidó de la exitencia de los colores, ni cuando se enterró en aquél sepulcro gris, ni cuándo espantó a aquél hombre de su lado.
Todos le temían, hablaban de ella a su paso, para la bruja sólo había miradas de desprecio y murmullos.
Y cuando murmuraban contaban la historia de un hombre que ella con su maldad volvió loco y para no verla se había arrancado los ojos, esos ojos azules que a ella tanto le gustaban.

La bruja de la calle Godoy Cruz, apreciaba su fama de mala, ya que era lo único que tenía y alimentaba nuestros miedos hasta mas no poder. Nosotros teníamos una idea definitiva de lo que era una bruja, no había cuento infantil en el que la maldad no tuviera su cara
Y siendo la mas mala de todas las malas, la de la sonrisa muerta y la del veneno diario, un día de esos en que la desesperación abunda, la locura se hace amiga, el miedo lo ocupa todo y la desición de ser mala se acaba, la que no quiso ser mas bruja se quitó la vida en el jardín, entre los lirios que desesperados no pudieron hacer nada.

Los vecinos mas cercanos le improvisaron un velorio de madrugada y nadie mas vino a despedirla, estaba sola como de costumbre en esa casa.

En la calle, solo, sentado en el cordón un hombre lloraba. Un hombre con sus cuencos vacios se derramaba en lágrimas.
Y allí mientras fumaba, inconsolable y ciego, llegó el organito del loro de la suerte con sus papelitos enrollados de buenos augurios y lo apuñaló con tangos que mataban.

"y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego inconsolable del verso de Carriego,
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral."

Las noches que siguieron al velorio, cuentan las malas lenguas de los vecinos de la calle Godoy Cruz, que en los fondos de la casa, donde los lirios crecían de manera copiosa han visto bailar tangos febriles, entre los ramilletes azules, a la bruja y al ciego como dos locos enamorados.

La voz se fue corriendo de barrio en barrio por todo Buenos Aires y especialmente en las noches de verano, cuando la luna sale a bañar los tejados, los vecinos de esa calle, reciben a los curiosos que sueñan con amores imposibles realizados y todos en absoluto silencio, con el corazón en la mano y sin aliento, espían por sobre los tapiales la lujuria desatada en los fondos de lirios de la casa de la bruja.


-Los versos entrecomillados son extraídos de "El ultimo organito" tango de Homero Manzi-

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En la ochava.

"Sigo la estela de un cometa,
o sigo mi instinto animal?

Soy el peor enemigo que me podía encontrar
tengo un pañuelo y un cuchillo
en el camino de vuelta a casa
mañana volveré vacío."


Lo sacó del cajón de la cocina y se lo guardó bajo el abrigo de cuero. Antes de salir miró su casa por última vez y huyó sin dejar explicación alguna.

La calle por la que desapareció caminando era tan siniestra como su aspecto y hasta las sombras se escondían detrás de los árboles para no ser vistas por él.

Le pesaba el alma de tal manera que parecía una mole de cemento que se arrastraba. Todo el alcohol se le había acumulado en la mirada y sin darse cuenta las lágrimas que le brotaban eran de ron.

Iba contando los pasos hasta el final de la calle, allá en donde solía pasar horas esperando nada, le pondría fin a su absurda existencia.
Había elegido ese lugar unos días antes, nunca supo porqué en un momento de su vida le dio por quedarse parado en esa ochava, tal vez porque no había muchas en la ciudad, tal vez porque allí su mirada se perdía, tal vez porque su mirada allí se encontraba.
Después de caminar por toda la ciudad buscando un lugar para terminar con su vida y no encontrar nada apetecible para mirar por última vez, todo le parecía a contramano, mal hecho, inaudito, menos esa esquina en ochava.

Esa esquina tenía un encanto especial.
Como si hubiera encontrado en el mapa el sitio donde ir, donde clavar su bandera, donde dejar su ultima huella, donde se veía como en un espejo, esa esquina abrupta era él.
Y allí sus ojos mansos se dejarían cerrar para siempre.
Le gustaba ver ese paisaje devastado de casas bajas y montes arrasados, le parecía un escenario acorde.

La hora señalada sería mientras todos estuvieran durmiendo.

Desde el momento en que eligió el lugar y la hora, lo que quedaba era menos atractivo de pensar, que era el modo.

Pensó en un asesino a sueldo, pero no le quedaban muchas monedas y tendría que entrar a empeñar lo poco que tenía, así se le pasarían los días y por ahí se le iban hasta las ganas.

Pensó en colgarse de un árbol, pero luego de la inspección de campo descubrió que no había árbol disponible para tal evento, estaban todos arrasados.

Pensó en algún veneno, alguna pócima eficáz, pero le gustaba la sangre y el calor, de manera que desestimó morir endurecido y frío.

Pensó en un tiro en la sien, pero no tenía armas, llegó a la conclusión que hasta para morir hay que ser rico.
Y de repente la idea genial se le apareció ante los ojos.

Pensó en un cuchillo de cocina bien afilado y eso le solucionó el problema que se le estaba presentando.

Ya con el lugar elegido y el cuchillo bajo el abrigo se dirigía esa noche a la rastra, hacia los confines de su vida.

La luna se habia dado cuenta y empezó a brillar desesperada y las nubes que se estaban amontonando en el horizonte se apuraron para salir todas juntas y cuando quisieron acordar se chocaron todas entre si, del apuro que traían y entraron a llorar sobre las calles de la ciudad que dormía, tanto llovieron que llegaron a inundar hasta la calle siniestra.

El hombre de lágrimas de ron, venía maltrecho por todos lados y en el apuro que llevaba por llegar a darse muerte en la ochava, se llevó por delante un bulto agazapado en la noche, que del susto se le colgó en los brazos gritando.
El bulto era una mujer embarazada, que temblaba como una hoja y lo miraba abrumada de dolor y balbuceaba no sé qué demonios en palabras extrañas. Tenía rasgos de india con ropas pobres de ciudad.
Por mas que el idioma los separara, el auxilio era tan claro como la luna que les servía de pantalla. Y sin mas conocimiento de lo que la naturaleza mandara, él ayudó a parir a aquella mujer desesperada y con el cuchillo afilado para su muerte, cortó el cordón umbilical de una sola vez y dio vida.

Se quitó la chaqueta, cubrió a la madre y con la camiseta que aun estaba seca envolvió a la niña cubierta de lanugo y sangre.

Se quedaron allí hasta que el sol se dio cuenta que hacía falta y los vino a buscar con la mañana.
Los tres se fueron dejando atrás la ochava, ella dejó atrás la placenta y un charco de sangre que se iría con el agua y él olvidó su cuchillo en un descampado que había llorado todas sus lágrimas, lo dejó porque sus brazos grandotes lo único que deseaban era sostener a esa niña que lo miraba desde el mas genuino asombro, con sus ojos rasgados.
Se sintió necesario por primera vez en su vida, ¿cómo iba a dejarlas en ese descampado?
Les ofreció su casa.

Y los tres se fueron sin decir palabra para una casa que cuando los vio llegar sintió que sus cimientos temblaban en las rodillas. Una casa que se había hecho a la idea de venirse abajo sola y cerrada –desertada por un dueño acobardado- de repente se abría de par en par, a la vida que llegaba.

"Lo perdí, y ya no importa
hay veces que lo bordas
y veces que lo tiras por la borda".

-Por la borda- (Quieque González)

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Desde abajo.

"Esos pequeños instantes y personas que, sin saber por qué, se nos pegan como hojas de otoño que en realidad debieran haber caído al suelo pero se quedan ya para siempre con nosotros"

-Ybris- (Pensador, poeta noctámbulo, nube de madrugada, palabra encontrada, gracias)

Llevo días buscando dentro mío la forma de decir que tengo miedo, pero mientras yo no admitiera que ese sentimiento me estaba dominando y ganando la batalla, no podía ser del todo honesta conmigo ni con ustedes.
Creo que tampoco tenía tan claro cómo decirlo porque solo eran sensaciones, hasta hoy por la mañana al leer a Ybris en ésta precisa frase que he citado al empezar, es que lo descubrí.
Como sucede generalmente una situación desencadena el movimiento de una pieza y el efecto dominó entra a provocarse.
Eso es lo que me sucedió.
Una pieza cayó dentro mío y detrás de ellas entraron a caer todas, el día que me di cuenta que los quería, que los pensaba, que formaban parte de mi.

Hace un tiempo atrás me dije a mi misma que no quería volver a encariñarme con nadie, que ya estaba hecha en cuanto a los afectos, a raíz de que sufrí una serie de desiluciones impensadas y otras tragedias cercanas que me dejaron totalmente vulnerable.
Y mi pensamiento pasaba por el lado de que prefería no conocer a nadie mas, con tal de no perder a esa persona en algún momento, por la causa que fuera. Por no volver a pasar por la pérdida, era capáz de perderme el encuentro. Por no tener que despedir a alguien una vez mas, era capáz de no recibirlo nunca.
Me lo prometí.

A ese andén había llegado hace un año atrás cuando inicié el blog, bastante derrotada por ese lado, pero en plena búsqueda de otras cosas. Y la idea era escribir, porque en medio de todo ese torbellino de cosas que me habían pasado lo que me mantuvo sana, además de la contención familiar, fue todo lo que tenía relación con las letras.
Y como me encanta contar historias empecé por ahi, sin pensar en las dimensiones que podía tomar esto, dentro de mi o lo que yo podía generar en quien me leyera.

Como nosotros por suerte no podemos planificar todos nuestros actos ni sentimientos o al menos yo no lo hago, me dejo llevar, voy a mi ritmo, un buen día me encontré que en el blog, las personas no eran nada mas que los avatares o los seudónimos, eran personas que se estaban haciendo querer por mi y que además yo me daba cuenta que me querían, porque ustedes se dan cuenta que eso se siente en el blog.

Que me encuentro pensando en ustedes mas de una vez, o ustedes en mi, que me preocupa si les pasa algo, y si me caigo yo, ahí estan ustedes dando ánimos, que escucho una canción y digo ayss, si tal escuchara este tema o cómo me gustaría compartir tal cosa con fulano (no entro a hacer nombres para no personalizar, pero es asi) o qué pensará tal de este libro, o qué abrazo te daría si te tuviera cerca cuando te veo con bajón, cosas cotidianas de esas que abundan.
Y me empecé a dar cuenta de que estaba entrampada en aquello que me había prometido no caer, estaba traspasando un limite que yo me había puesto.
Otra vez volví a encariñarme con personas, otra vez volví a llenar mi vida de imposibles, de ausencias, de distancias, otra vez...

Durante un tiempo no dije nada a nadie, ni a mi, pero como esas cosas te las digas o no terminan taladrándote la cabeza, empecé a sentir que me rompía y que una voz aullaba por dentro, traté de dormirla con cuentos, traté de disuadirla con muy buenas explicaciones, pero fue en vano.
Esa voz siguió hablando cada vez con un sonido mas agudo hasta que me resultó insoportable e inentendible.

Creo que estoy completamente desnuda y me está invadiendo el pudor -acabo de tomar conciencia de eso, en este momento que escribo-.

Y cuando ya no pude soportar el grito de mi voz, la escuché y lo que me pasó es que me enojé conmigo de tal modo que he pasado unos días horribles en los que he llegado a pensar en abandonar el blog, con lo que yo amo este espacio, y creo que eso que siento es el miedo que me provoca involucrarme mas con ustedes, es el miedo quien me lleva a cortar esto que siento que es amor en definitiva, y deben saber que el miedo paraliza, de modo que estuve a punto de huir. Un día pensé, si hoy no escribo mañana no regreso; y me obligué a escribir "Sin palabras".

Esto de no soportar mi destino de andén, como tan dramáticamente lo he llamado, es el terror que sentí al darme cuenta que estaba parada en un andén que me había prometido no volver a pisar nunca, el andén de las discancias obligadas, de las personas que en cualquier momento se van porque si, porque la vida los llama en otro lugar, no sé...pero la felicidad que me porporcionan todos los días me deja sin resistencia, me han ganado.
Me tienen tomada por dentro y ya es tarde.

Y tuve que reconocer que otra vez estoy parada en este sitio en el que la vida me lleva indefectiblemente como un karma, reconocer que muy a mi pesar, hay personas que cual hojas de otoño, se siguen pegando a mi piel en vez de caerse y yo no soy capáz de renunciar a ellas, porque me encantan.

De manera tal que ayer me desmembré, lloré como una niña con mis alas de colibrí rotas frente al blog de May, recibí caricias que de manera fantástica atravesaron el monitor, me tocaron el alma con palabras certeras un par de mails, con guiños, con rescates desde el humor, que siempre me salva, con ternuras varias y me acosté tardisimo acaparando para mi todo aquello que me habían dado y me lo guardé en ese sitio donde siempre guardo lo que amo y me fui a dormir, esta mañana no escuché ni el despertador de lo bien que dormí, despues de varias noches deambulando por la casa y peleando conmigo.

La idea de mi blog no es relatar mi vida introspectivamente, siempre me he dejado ganar por los cuentos, que es lo que mas me gusta, porque me permite fantasear todo el tiempo, pero hay situaciones donde siento que debo parar, dejar de ser Pato la cuentacuentos, ser Patricia y dar una explicación.
Y esta es una de esas ocasiones.
Si no, no puedo seguir.
Ustedes no me han pedido nada, esto es cosa mía, yo me siento en el deber de decirles qué me ha pasado, cuáles son mis sentimientos, mis miedos.
Y por dónde transito, me parece que he sido lo mas honesta posible.

Mas allá de lo que vaya a suceder de aquí en mas, necesitaba hacer esto porque los quiero mucho, mas de lo que imaginan y porque por un momento pensé en dejar este andén, subirme al tren del nunca jamás y no volver.

-Ser un corazón en fuga-


"A veces me elevo, doy mil volteretas
A veces me encierro tras puertas abiertas
A veces te cuento por qué este silencio
y es que a veces soy tuyo y a veces del viento

Cuando nadie me ve
puedo ser o no ser
cuando nadie me ve
pongo el mundo al revés
cuando nadie me ve no me limita la piel
cuando nadie me ve
puedo ser o no ser
cuando nadie me ve

Te escribo desde los centros de mi propia existencia
donde nacen las ansias, la infinita esencia
hay cosas muy tuyas que yo no comprendo
y hay cosas tan mias, pero es que yo no las veo
supongo que pienso que yo no las tengo
no entiendo mi vida, se encienden los versos
que a oscuras te puedo, lo siento no acierto
no enciendas las luces que tengo desnudos,
el alma y el cuerpo"

Versos extraídos del tema de Alejandro Sanz "Cuando nadie me ve", escucho la versión de Niña Pastori, en este momento.

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Destino de andén

"Pisaré de nuevo los viejos andenes
que día tras día, soportan el peso
de tantos que salen, con sed de distancias,
de algunos que vuelven, con sed de regreso."

Una de las cosas que mas me emocionaba de niña era escaparme a la estación de trenes para ver pasar al Ferrocarril del Oeste que cortaba la pampa por la mitad y me dejaba a mi con la sensación de que ese gigante de acero se llevababa mis ojos pegados a sus ventanas y mis ellos iban a ser testigos de caminos desconocidos, mis ojos aventureros desde entonces, ya se ponían de fiesta pensando en aquellas vías inciertas en medio de campos sembrados de girasoles.

Con Miguelito, mi amigo de aventuras intrépidas, nos escapábamos y nos escondíamos en el viejo andén de la estación, sentados en un sillón de madera naranja, hasta que el coloso pasaba y los dos nos quedábamos mirando hasta perderlo de vista, yo era mas alta que Miguelito y aunque teníamos la misma edad, yo lo cuidaba mucho porque era como un peluche y cuando veíamos venir el convoy desde lejos, él se apretaba a mi y yo lo abrazaba cada vez mas fuerte hasta que pasaba frente a nosotros, nos desparramaba todos los pelos, los rizos dorados de él se mezclaban con los míos siempre lacios y se quedaban así hasta que desaparecía del horizonte pampeano aquella máquina humeante y brava.

Despues ya nada quedaba por hacer y nos volvíamos cada cual para su casa.

Ahí, en esa época estoy segura que empezó mi destino de andén.
Destino que despues con mucho esmero logré reforzar yéndome de mi pueblo a la gran ciudad, despidiéndome de toda mi gente, de mis amigos, de mi vida allí para empezar una nueva vida en otro sitio.
Y los dejé a todos parados mirándome partir.
Estaban ellos abajo.

Desde entonces por aquello que hice pago sin cesar y de manera interminable, la condena de despedir

Madre
Padre
Novios
Marido
Hijas
Hermanos
Ilusiones
Prima
Amigos
Sueños
Proyectos
Años
Cariños
Certezas
Pájaros mojados

Y podría seguir enumerando las cosas que he dejado partir en los andenes, pero solo aumentaría mi pena.

Siento que soy una pista de aterrizaje, un andén, una carretera, un disparadero, una terminal.
Soy una mano agitada, una sonrisa partida, un abrazo pegado, una lágrima, eso soy.

Y no hablo de falta de amor, ni de olvido, aunque haya habido olvido, hablo de distancias jamás cortadas, hablo de teléfonos desprevenidos, hablo de mails acumulados a cambio de charlas en cocinas o en cafés, hablo de quedarme siempre del lado de abajo, hablo de mi mitad que se vuelve encogida, hablo de ojos empañados y de cosas que no se dicen porque dichas a la distancia duelen mas.
Hablo de contestadores telefónicos, de horarios insólitos, de cartas amarillas, de bolsas enteras de cartas amarillas. Todas esas cartas encerraron momentos que sólo viví leyéndolos, porque entre medio había kilómetros, carreteras, aire, mar.
Hablo de imposibles, de penas dichas a destiempo, de risas sin compartir, de caricias que faltan.
Hablo de reproches disimulados, de risas que no son, de no estar nunca en ningún lado, de siempre desear estar donde no se puede.
Y de estar a medias, estando.

No sé, me siguen faltando las palabras que necesito, éstas no eran pero he sacado algo de acá adentro que me estaba ahogando.

Quiero decir.
Tengo en carne viva la llaga de andén que hay en mi piel.


"Pisaré de nuevo los viejos andenes,
la estación querida de mi viejo pueblo,
la cita de niño, con todos los trenes,
la cita de grande, con tantos recuerdos."

-Andenes viejos- (Alberto Cortéz)

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Sin palabras.

"Estoy buscando una palabra
en el umbral de tu misterio".


Di vuelta mi caja de palabras buscando algunaque explique este destino de andén que tengo y me quedé callada, mi ánimo entró a caer en cámara lenta y lo dejé caer nomás.

Y una a una las palabras entraron a sufrir un efecto dominó y de pronto me invadió el mutismo, viéndolas desparramadas sobre la mesa, agotadas de tanto decirse, desgastadas de tanto uso, impropias, ausentes, sobre todo ausentes.

Con mi santa paciencia de navegante nocturna, las fui recogiendo para volver a guardarlas en mi cajita de palabras sueltas y encontradas, para que se dejen de sufrir entre tanto desparramo inútil. Y cuando las tuve todas en mi poder no supe qué hacer con ellas, las miré un largo rato, las di vuelta, las borré, las volví a escribir y me salía fuego, fuego que corría por mis venas y encaramadas las palabras oficiando de bomberos iban y apagaban cada incendio.

Despues todas mojadas lo unico que atinaban era enojarse conmigo, pues yo las había sacado de la comodidad de estarse quietas, secas y me maldecían una y otra vez con frases apropiadas, logradas para darme muerte.

Entonces ni quise seguir buscándolas, las fui recortando en letras sueltas como si fueran piezas de scrabble y creo que las vi aliviadas de no tener que decir nada, de poder estarse calladas, estremecidas y desarmadas.

Todas guardadas en su caja de descanso.
Como una tumba.
Entre ellas se acomodaron de tal manera, que dijeron lo poco que tenían para decir en secreto.
Despues se desmayaron del cansancio acumulado.
Y esta noche -tarde- las bañé con el rocío.

Mañana cuando llegue el nuevo día, el sol del invierno, que apenas puede con tanto abrigo, seguro las despierta y me da una mano para que yo pueda sacarlas a pasear de nuevo.



"¿Quién fuera un poderoso sortilegio?
¿Quién fuera encantador? "

-Quien fuera- (Silvio Rodríguez)

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Concilia.

"En los anchos de montes frondosos
donde la vida pasara el paisano,
vaga sola en el suelo pampeano
una loca con lánguida faz
esta loca que en tiempos pasados
habitara en las horas de amores
hoy esparce sus tiernos clamores
en la Pampa que duerme en la paz."

-La loca de amor- (Vasquez-Podestá)


Estaba loca, decían en mi casa y en el pueblo.

Yo la veía pasar siempre agitada, sus apuros eran tremendos, primero iba su cabeza como señalando el rumbo y mas atrás llegaba su cuerpo medio cansado y luego venían sus piernas despatarradas, como no pudiendo parar esa carrera enajenada que le jugaba la vida.

Solía detenerse a intercambiar unas palabras perdidas con mi madre, pero yo no sabía quien era, sólo conocía su nombre, algo extraño, jamás pronunciado para llamar a una persona (al menos que yo conociera). Me sonaba a sueño atrapado, a recien dormida, para mi era raro que se llamara Concilia.

El hecho de tener ese nombre absurdo y esa apariencia de escapada de una película y buscando la manera de volver a entrar, a mi me bastaban para tenerla en mi galería de curiosidades.

Siempre la veía pasar por el medio de la calle, dejando que los autos la esquiven, porque ella ni se molestaba en hacerlo, con la mirada fija en un punto en el horizonte y una sonrisa de anzuelo.

Fue un miercoles, despues de comer que yo estaba sola en casa y toda brotada de sarampión. La eternidad tambien se había contagiado de mi y estábamos en cama, con todos los juguetes desordenados, todos los libros de cuentos dados vuelta, con los crayones perdidos entre las sábanas y las hojas arrugadas, llenas de dibujos de niñas tristes, cuando la vi pasar.
La calle estaba desierta en un pueblo donde la siesta era el ritual obligado, el viento desparramaba hojas y tierra por doguier y ella caminada como si por detrás una horda de asesinos la persiguiera, yo ni lo pensé, corrí hasta la ventana de mi cuarto y la llamé com mi voz de pajarito enfermo.

Ella se detuvo como si le hubieran sacado las pilas y se quedó en silencio mirando.
Miró un largo rato, como si en medio de ese mirar estuviera aterrizando, aguzó su mirada por si acaso y se acercó a mi ventana.

Yo la invité a pasar y entró a mi casa la "loca que corría".
Le dije que jugáramos a cualquier cosa, le propuse algun juego de grandes, porque era una anciana, pero al rato de estar juntas me di cuenta que teníamos la misma edad, asi que nos disfrazamos con las ropas de mi madre y jugamos a las brujas que se visitaban y nos entramos a pintar de señoras y a hacernos peinados altos.
En medio de ese juego de visitas de tías y brujas inventadas, encontramos un álbum de fotos familiar y entré contarle quienes eran:

el de bigotes es mi papá,

la de rulitos mi mami,

el nene de pantalón cortito mi hermano,

la que tiene la Rayito de Sol soy yo en mi ultimo cumpleaños,

esta es la mamá de mi mami, mi abuela que no conocí porque se murió justo antes de que yo naciera,

Fue en ese momento que ocurrió algo inesperado y dulce, ella se quedó mirando una foto y una lágrima gorda le fue bajando hasta caer entre sus manos, alzó la mirada y me dijo, ella es mi hermana.

Tu abuela es mi hermana. Me lo dijo como si le saliera de adentro el tiempo borrado, como si recobrara algo axtraviado, como si revelara un secreto guardado por años.
Lo dijo con otra voz, que le salía raspando, áspera.
Yo le creí sin mas palabras, luego ella volvió a ese encierro de apuros agazapados, a esa actitud de niña vieja y absurda y nos quedamos jugando.

Con tacos altos, con collares colgando, con los labios pintarrajeados, con vestidos de fiesta cuidabos bajo candado, tiradas en la cama
-a esta altura las dos con sarampión- nos encontró mi madre aquella tarde.

Loca ella y loca yo.

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Historia breve de un flechazo.

"Ahora,
llévame a un mundo irreal
yo te voy a seguir
con los ojos cerrados."

Esta es la historia de un flechazo.
Una historia simple, cortita como tantas historias de gente que abunda en calles y plazas.

Una historia donde estaba Cupido de lo mas aburrido en plena primavera y cabeceando sentado en el banco de una plaza y de repente sintió que su flecha se le escapaba, no era su intención soltar la flecha, pero en una distracción se nota que se le escapó.

Y la flecha entró a zigzaguear por un camino bordeado de violetas, por donde iba y venía gente metida en su mundo.

En una punta del maremoto de gente que venía, se encontraba ella que estaba saliendo de su trabajo y hacía años que se había cruzado el mar buscando un amor, años que los inviernos la dejaban mas sola cuando se iban y años que en las primaveras renacía y se pintaba los ojos hermosos que tenía, se ponía una sonrisa de flores recien cortada y dejaba que la ilusión se adueñe de ella otra vez.

Caminaba convencida de que la vida la había arrastrado hasta ese remoto lugar del planeta porque ese era su lugar.
Caminaba y el aire templado le tiraba el pelo rebelde para atrás.
Caminaba con sus jeans ajustados a sabiendas que cuando pasaba mas de uno se daba vuelta.
Caminaba y sus ojos vieron un hombre que no dejaba de mirarla y ella tampoco pudo esquivar esa mirada.
Caminaba y al pasar cerca de él, algo sintió en el pecho, como una ráfaga atravesándola y le guiño un ojo.

Caminaba y al pasar cerca de ella, algo sintió en el pecho, como una ráfaga atravesándolo y vió que esa mujer le devolvía la mirada y de esos ojos verdes uno le hizo un guiño.
Caminaba y su piel, sus orejas, sus manos, su cara, su nuca comenzó a arder.
Caminaba y tuvo que detenerse porque su corazón le saltaba y se sintió algo turbado.

En ese momento parado en el medio de una multitud que iba y venía se dio vuelta y la vio a ella alejarse, sin pensarlo demasiado corrió hasta ponerse a su lado y ella le sonrió.

-Me guiñaste un ojo- le dijo él- Por qué?-.
-Si- le dijo ella- Y si te explico el porqué pierde la magia.

Los dos se miraban a los ojos y se sonreían sin decir palabra alguna, tampoco ninguno de los dos seguía caminando, se miraban como si estuvieran descubriendo algo maravilloso, algo único, algo mágico.

-¿Podríamos hablar de flechazo?- insistió él que no estaba acostumbrado a estas cosas.
-Podríamos- le dijo ella.

Y se fueron conversando.

La tarde invitaba a un trago, los bares estaban empezando y por ahí ellos tambien.

En el banco de madera raída por el tiempo, Cupido buscaba su flecha perdida y se rascaba la cabeza con un aire de total preocupación, estaría volviéndose viejo o se estaría desgastando que ya no se daba cuenta de lo que le pasaba.

"Y para escaparnos de la realidad
te suplico
matame lentamente
matame de a poquito
matame despacito
matame suavemente".

-Matame suavemente- (Javier Calamaro)

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Casas viejas

"Al llegar hasta el umbral
un candado de dolor
me detuvo el corazón".


Me gustan las casas viejas.

Me gusta hurgar con la mirada esas casas con historia, que se les ve la vida transcurrida en las arterias de sus paredes desgastadas.

Y estoy obstinada con una, que se nota abandonada, deshabitada, cansada de tanta vida.
Es amarilla, de un amarillo llovido por todas los vendavales acontecidos en el tiempo; sobre ella han caído todos los soles, todos los inviernos, todos los torrentes de miserias suburbanas y la han dejado asilada en una especie de páramo.

Por ella han pasado por lo menos tres generaciones, con sus risas y sus miedos, con sus sueños nuevos que luego se volvieron viejos, con sus vivos y sus muertos.

Esa casa sola y perdida en la inmenisdad de la vida moderna, me despelleja las ganas, me despierta mi instinto mas conservador y me dan ganas de adoptarla, como si fuera un niño, un animalito abandonado, me dan ganas de cuidarla y si me pongo a pensar no son mas que ladrillos apilados y años que la han ido haciendo bella.

Las noches de todos los tiempos la fueron humedeciendo y a pesar que luego el viento ha intentado secarla, con soles veraniegos, el llanto le corre sin cesar por las paredes que dan al río y si me quedo parada mucho rato contemplándola, la veo casi humana.

En un costado de la casa, donde las mañanas de primavera la hacen dueña de todas las glicinas que le fueron creciendo, hay una galería de un piso en damero, que brilla como un espejo olvidado y yo me acerco casi con miedo de romperlo y me quedo horas allí mirando la que soy.
No sé porqué en ese tipo de casas es donde mejor me encuentro.
Me quedaría el día entero.
Me quedaría a vivir si no tuviera ya una casa.
La cuidaría con mis manos, le quitaría la pesadilla de los años, le abriría las ventanas para que entre el sol en todos los rincones, le secaría las paredes de llantos, encendería el hogar, pondría flores, cosería cortinas para sus ventanas de antaño, lustraría las puertas hasta dejarlas como nuevas, cambiaría los ocasos, el viento del río no le haría mas daño.

Me gustan las casas viejas y cuando las veo, siempre me quedo pensando si yo no seré una de esas casas y quienes dentro mío me están habitando.

"Nada, nada queda en tu casa natal.
Solo telarañas que teje el yuyal...
El rosal tampoco existe
y es seguro que se ha muerto al irte tú"

-Nada- (Sanguinetti y Dames)

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Juntos.

“Y juntos,
junto a un fuego imaginario
abren paquetes y entre regalos
se dan un beso que dura siete segundos”

Hace un año atrás, un día como hoy, dueña de una gran incertidumbre sobre mi vida, busqué un refugio y poco a poco conocí una extraña raza de noctámbulos y diurnos ciclópeos.
Al principio era tal el temor que sentía que solo leía sus blogs, pensaba que no era para mi, que estaba desubicada, como que llegaba a una fiesta que hacía rato había empezado, lentamente me fui dando cuenta que a todos nos pasaba algo parecido, que en sus vidas de todos los días, esa en la que han elegido ser bancario, maestra, médico, jardinero, padre o abogado algo les faltaba y que en esos espacios lo estaban buscando en versos, en canciones en historias...
Eso que les faltaba lo habían dicho alguna vez, a sus parejas, a sus amigos queridos, a sus padres, hermanos, a su alma. Lo habían dicho en terapia, en el horario del almuerzo a algún compañero de trabajo. Entre cuatro paredes, en el confesionario, en las noches en blanco, lo habían dicho de todas maneras y no habían sido escuchados o si los escucharon, en el trajín de la vida diaria eso quedó en el olvido.
O lo que es peor jamás habían podido decir nada, porque no hubo espacio, porque no hubo oído.

Y ese algo que faltaba fue quedando pendiente.

De manera que un día como yo, decidieron que ese refugio sería un blog y ahí fui conociendo algunos mas osados y seguros de sí mismos que se largan con todo, otros que empiezan tímidamente, con alguna reflexión, alguna frase célebre, algún poema borroneado una y mil veces hasta pasar la propia censura y tímidamente van dejándose ver, y como la canción de Charly dicen "quiero ver, quiero entrar".

Al principio la casita es pequeña y nadie viene, una visita, cero, dos y ellos con su necesidad de conquistador latente entran a sitios llenos de visitas, muchos amigos y solo se animan a leer, entran y salen sin ser vistos, hasta que un día colocan mágicamente el dedito índice en acceder y publicar y dejan su primer mensaje, decir vértigo es poco! Sin embargo ya está, entró a la reunión, se presentó, opinó, dejó salir ese algo que le viene brotando desde hace tiempo y no sabe cómo llamarlo.
La visita es correspondida o no, pero alguien lo ve y sabe de su existencia.
Finalmente entra en un círculo de lectores y amigos con quienes se va relacionando.

“Y juntos
pero solos, como cadenas
abren regalos imaginarios
en paquetes que duran siete segundos.”

Y esa relación en muchos casos se convierte en cariño puro, ese que te ocupa pensamientos y sensaciones y van por la vida sosteniendo una doble vida, porque muy rara vez se encuentra un terreno de comprensión o entendimiento para contar que uno es lo que es.
Entonces se mantiene en el anonimato esto de ser blogger, sólo los íntimos lo saben y a veces ni eso.
Esta vida que han construido con tanto celo y reserva es parte de un mundo mágico, imaginario y audaz, tal vez por eso es dificil de contar, porque cuando te hacés grande, todo lo que tiene que ver con la fantasía no está bien visto, es poco serio.
Sin querer uno termina convertido en un personaje de ciencia ficción.

El científico harto de ser tratado con seriedad, escribe desde el humor y hace gala de eso, el contador podrido de números escribe poemas cuando nadie lo ve y los publica con el corazón en llamas, el ama de casa mas aburrida del planeta pasea de lo mas feliz un erotismo inusitado y loco.
El abogado se olvidó todas las leyes y deja fotos y frases célebres, la dueña del gimnasio mientras mira cómo unos tipejos inflan sus músculos escribe cuentos fantásticos, el médico que hasta recién se quemaba el bocho estudiando a un paciente al final del día corre a escribir en su blog y te deja una canción que le dio vuelta durante días en la cabeza, para que vos también la escuches, para que no te la pierdas; a la chica de la mesa de entrada le pasa algo parecido, le fascina la música y es de esas minas que siempre te está diciendo escuchá este tema y harta de que nadie la tenga en cuenta descubrió el castpost y ahora no la para nadie, se lo pasa bajando música que la hace volar y te invita a que vos también vueles.
La profesora de matemáticas, famosa por su mal humor y odiada en su colegio, descubrió que si nadie la ve es simpática y encontró con quien hablar de poesía y desnuda su alma de poeta imaginaria.
La abuela internauta que se viste de hada y barre corazones con escobas inventadas.
El estudiante de loqueseteocurra que adora filosofar, siempre deja que gane el fútbol en las reuniones de amigos o los temas políticos o las minas o los tragos, sin embargo aquí encontró un lugar y cuando está por publicar un post donde pudo sacar su corazoncito o su cerebro exprimido siente que sirve para algo.
Esta horda de titanes convocados frente al monitor se mueve en las sombras, por las noches quitándole horas al sueño, en las mañanas acumulando trabajos, por las tardes en algún ratito, cuando el café se hace necesario, escapando de las responsabilidades para las que han sido llamados.

Son acróbatas del aire, contorsionistas en la noche, equilibristas de las palabras, todos y cada uno desde donde siente que puede, brota.
Son malabaristas del tiempo y del espacio que abrumados por una realidad devastada de almas encantadas, han encontrado el camino antes que otros para ser dueños de ellos por un rato, y allí en ese planeta imaginario se buscan, se entretejen, se encariñan, se hacen surcos, ríos, valles, montañas y mares.
Se reconocen, se perciben, se presentan, se miman, se divisan, se alejan y se regresan.

No importa demasiado lo que hacen en su vida real, por aquí son músicos, pintores, humoristas, escritores, poetas, soñadores, locos, filósofos, pacifistas, creyentes, agnósticos, penitentes, suicidas, pensadores, míticos, enfermeros, conciliadores, amantes desbocados, corazones solitarios, almas en pena, fantasmas asustados, navegantes alados, astronautas con escamas, boxeadores olvidados, magos asombrados, brujas sin escoba, reinas destronadas y princesas sin castillos.

Todos con seudónimos ilusorios, vestidos de ellos como si fueran ropajes rimbombantes, utópicos, fantásticos, grotescos, finalmente son extraños nombres adorados.

Todos ellos en algún momento piran, y de contrabando se ponen su disfraces de ocasión, se quitan esas máscaras que han aprendido a usar para que nadie los vea, se quitan esas armaduras pesadas que alguna vez se pusieron para ser mas fuertes y ya no se la bancan mas porque el óxido lastima y se pierden en la niebla porque siempre, siempre en algún lugar hay un amigo esperando

Y ahí van dueños del aire prendidos a un monitor, en su nave espacial cargados de regalos imaginarios y besos que duran siete segundos.

Todos cuando regresan de ese mundo, cuando bajan de esas nubes ficticias que se inventan tienen en sus ojos un brillo color ámbar.
Es el color de la imaginación, el que te deja el monitor pegado cuanto apagás la nave.
Al poco tiempo de caminar por las calles, por los interiores de sus casas, por los mercados, por los edificios donde viven, ese brillo comienza a ceder y sus ojos vuelven a la normalidad.
Hermosos ojos verdes, negros, marrones, miel, azules, grises.
Pero ojos ámbar solo cuando vuelan.

De a poco el científico deja su humor, porque están acostumbrado a verlo serio, el ama de casa deja su erotismo y vuelve a su cocina, el abogado vuelve a usar su idioma legal, la secretaria apaga su radio, la profesora se deja odiar, la abuela es ignorada y el estudiante corre a estudiar sino le va a ir mal.
La madre a sus hijos, el contador a sus números, el solitario a su soledad, la secretaria a sus secretos.

Y allí en el mundo real donde están sus familiares, compañeros de trabajo y amigos su cara de volador empedernido lo delata.
Porque adentro, en lo hondo, en lo blando tiene un refugio.
Y en el fondo eso es lo que importa.
Que hay un lugar en el mundo.
Su lugar.


"Y juntos
Se quisieron como quisieron
Con el ángel que cuidó tu pelo
Con sonrisas que duran siete segundos.

Y al final de cuentas eso es lo que cuenta,
En tus ojos había tormenta.”

-Siete segundos- (Los Rodríguez)



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Rosita

"Te propongo,
un amanecer cualquiera aferrada de mi brazo
compartiendo una quimera te propongo simplemente...
Te propongo...
que me quieras..."



En 1970 ella era una adolescente, el amor de su vida era Sandro y para colmo se llamaba Rosita.

Sandro, Sandro de América, el de Los de Fuego, el de Rosa Rosa, el de las películas que se quedaba ciego, paralítico, la chica linda y rica se enamoraba de él y de fondo, en alguna casa de la zona Norte, chicas y chicos felices bailaban canciones con ritmos frenéticos.
Rosita sentada en la butaca de cuero marrón del cine de su pueblo, soñaba con ser la protagonista de cada una de sus películas y cantaba sus canciones como si hubieran sido escritas para ella. Sus ojos de soñadora la dejaban colgada por horas mirando las revistas donde él aparecía siempre sonriente y rodeado de bellezas, todas ellas modelos, cantantes o actrices, pero jamás se dejaba ver con una novia.

Ella ignoraba su lugar, su lejanía, su imposibilidad.
Los años luz que los separaban eran inexistentes en su cabecita de postulante a novia de Sandro, nada era imposible, él en las películas era tan común, tan muchacho de barrio, tan pobre, tan simpático que ¿por qué no podría fijarse en ella que era igual que él?

Se quedaba horas frente al espejo peinándose como las chicas que lo rodeaban, maquillándose, disimulando su nariz grandota y sus labios gruesos, probándose ropas que compraba en la tienda del centro y bailando sus canciones, estudiando miradas sugerentes, las palabras que podía usar para seducirlo, las poses.
Ella dejaba de ser la chica tranquila, de hogar que todos conocían para transformarse en una mujer fatal cuando se quedaba sola en su cuarto y pensaba en él.

Tal era su ilusión y su convencimiento de que se iba a casar con él que llegó a preparar el ajuar, que se usaba en esos tiempos. Y por ende dejó pasar muchachos que se acercaban a ella, porque estaba dispuesta a serle fiel mientras él era famoso y estaba dedicado de lleno al cine y al canto.
La vida sentimental de Sandro era bastante secreta, por lo tanto ella estaba segura que él no estaba con nadie y que esas chicas eran solo publicidad y él debía estar cansado de chicas fáciles y chillonas. Cuando Sandro la conociera iba a pasar lo que ella había visto en tantas películas.

El encuentro parecería casual, ella estaría escondida tras un árbol esperando que él saliera de su casa secreta y sin querer tropezaría delante suyo y con lo amoroso que es Sandro la invitaría a un café.

Él iba a mirar "sus labios de rubí, de rojo carmesí", su boca tan sensual iba a temblar y "su aliento, fatal fuego lento" la derretiría lentamente, él agacharía esa mirada de gitano salvaje que mata y se intimidaría ante la mirada de ella, se iría acercando de a poco, su voz al igual que su boca tambien temblaría -Sandro siempre temblaba y hacía temblar- y le diría entre susurros "pide lo que quieras, pero nunca pidas que mi amor se muera, si algo ha de morir, moriré yo por ti", ella se quedaría sorprendida o finjiría estarlo y le ofrecería sentarse a tomar un café -porque esto iba a suceder cerca de algún cafecito de Buenos Aires, que hay tantos-.
Y él mirándola le diría "Quiero escribir una canción a tus cabellos, luego en la arena tu cara dibujar" y ella le tomaría las manos adoradas y las besaría con fervor.
Una vez que él hubiera perdido el miedo nadie lo detendría y le diría "Quiero llenarme de ti, quiero poderte encontrar, entre la naturaleza, mi vieja tristeza, poder olvidar" y ella le diría que si, que con ella iba a olvidar su tristeza y todo cuanto lo agobiara y que serían felices para siempre.
Afuera se oirían campanas sonando, los pajaritos volarían de sus nidos, las flores abrirían sus pétalos dejando perfume de primavera en el aire y Sandro le diría "Tengo un mundo de sensaciones, un mundo de vibraciones que te puedo regalar".
"Tengo dulzura para brindarte, caricias para entregarte, si tu me quieres amar" y ella le contestaría "serán los días mas felices que puedas tu vivir, con luz de mil matices y todo es para ti"

El mozo los miraría apoyado en el mostrador con una sonrisa de oreja a oreja y se le notaría la felicidad de los 70 en la cara, afuera del bar llegaría una barra de muchachos todos felices en un auto último modelo descapotable y le tocarían bocina a Sandro y las chicas con ropas multicolores le harían seña de que lo estaban esperando y Sandro la tomaría de la mano y saldrían corriendo entre las mesas, con los cabellos al viento -aunque estén aun dentro del bar los cabellos volarían de felicidad- y al salir les diría a todos que ella era su novia.


Y Rosita siguió días y años, soñando ese noviazgo.

Su piel entró a secar por el sol de todos los veranos que él no vino a buscarla y los sueños se le fueron pinchando y se volvieron amarillos como las fotos y los recortes de la revista Radiolandia, igual que su vestido de novia que ella misma había confeccionado.
Entró a ponerse triste, vieja, amargada y sola, mas aun cuando Sandro enfermó y una mujer desconocida salió en la televisión diciendo que era su mujer y que el estado de salud del Gitano era critico. Los años se le vinieron encima sin que ella pudiera evitarlo y sus días se fueron entretejiendo de hastíos y recuerdos que miraba por Crónica y las películas de Volver.

De repente se dio cuenta que era una mujer grande y que la vida se le habia terminado soñando.

Uno de esos días en el centro inauguraron una pizzería nueva y ella fue invitada por unas amigas que la convencieron de que saliera a divertirse un rato, el pizzero años atrás había pretendido su amor, pero había sido ignorado por ella y para robarle una sonrisa puso en el equipo de música uno de los primeros temas de Sandro, el que mas la hacía volver a su juventud, el que llevaba su nombre.

Rosa Rosa.

Y el pizzero, dueño de una seguridad a prueba de balas, la miró a los ojos como enamorado y se acercó al micrófono y le dedicó estas estrofas, sin pestañear, sin que se le caigan las medias, sin que nada le importe.
Ahí paradito con su delantal blanco y su gorro de cocinero, parado delante de los clientes de la pizzaría, cantó para ella.

Ay, Rosa dame todos tus sueñosdueño de tu amor quiero seray, dame de tu ayer las heridasvida, junto a mí has de tener, ay!Ay, Rosa, Rosa eres orgullosay sin contemplarme tu fe se destrozamientras tanto yoagonizo por ti, ay!


Él habia elegido la canción mas pegajosa de todas, había colocado una mecha en su corazón de novia dormida y la había encendido y ella se había quedado allí, ruborizada y en llamas mirándolo.

¿Cómo jamás se había detenido en él? ¿Cómo había ignorado su mirada de fuego, su voz abrasadora, su jopo renegrido cayendo sobre su frente? ¿Cómo nunca tuvo en cuenta sus manos de trabajador incansable y su sonrisa de costado, que era tan sensual?

Los aplausos la despertaron de su descubrimiento y la trajeron de nuevo a la realidad, en donde estaba él parado, mirándola de lejos, sonriente y esperando.

Cómo fue, qué palabras usaron, en qué lugar se dijeron que Si, no viene al caso, lo cierto es que una mañana de noviembre, cuando el sol del mediodía desmayaba los tilos cargados de la plaza, entraron a la iglesia del pueblo tomados de la mano.
Él lucía un riguroso saco blanco, una camisa colorada abierta que dejaba ver su pecho y su peinado era algo exagerado como todo lo demás, pero estaba tan feliz que no importaba cuán ridículo se veía, ella tenía un vestido blanco tan largo como su ilusión, unas florcitas en el pelo y un rosario en la mano.

A la salida una lluvia de arroz los dejó blancos y salieron corriendo de la mano hacia un auto descapotable que los llevaba a una fiesta soñada.

"¿Cómo te diré que aquél amor que había lo perdí.
Ay, cómo te diré que ya no quiero mas saber de ti"

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Todo lo que aparece entre comillas son versos extraídos de los siguientes temas de Sandro.

Te propongo.
Porque yo te amo.
Penumbras.
Rosa Rosa.
Quiero llenarme de ti.
Tengo.
Cómo te diré

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Alma en rebeldía

"Tus ojos son oscuros como el olvido
tus labios apretados como el rencor
tus manos dos palomas que sienten frío
tus venas tienen sangre de bandoneón.

Tus tangos son criaturas abandonadas
que cruzan sobre el barro del callejón
cuando todas las puertas están cerradas
y ladran los fantasmas de la canción."


Llegó de la calle más por costumbre que por ganas y se tiró en el sillón que mira el fondo, puso algo de música, se recostó por completo y dejó que el otoño del jardín se le metiera en el alma.

Enseguida comprendió que el otoño se resistía a entrar en ella porque quedaría atrapado bajo su piel, todas las hojas acumuladas una sobre otra iban a ir a parar a cualquier lado menos a su alma.
Su alma estaba toda instalada en el sillón de enfrente, tenía sus patitas apoyadas en el viejo arcón y la miraba desde esa parsimonia que suele tener cuando está harta.

Y allí estaba toda despoblada de misterios, de soluciones mágicas, con la varita mágica quebrada, sentada frente a ella. Con los ojos profundos de alma vieja, la escrutó fríamente.

Siempre supo que tenía un alma rebelde sin causa, pero esta vez su alma tenía razones para querer escapar de ella, entonces sabiendo que llevaba las de perder le dijo que negociaran, que llegaran a un acuerdo. El alma planteó su disconformidad, habló de tratos abusivos, de horas extras, de premios y castigos -a ella la palabra castigo le sonó extrema, pero no dijo nada-. El alma una vez que le largó toda la catarata de veneno acumulado, la vio a la pobre amilanada, toda acongojada hundida en el fondo del sillón y entró a tenerle un poco de pena a ese pobre cuerpo que la contenía, pero no eran horas de compasiones vanas, así que hasta no escuchar todo que si, no la iba a dejar en paz.

Fue una dura batalla, porque las dos se junan desde lejos y entonces se tironean, si chicanean, se adentran una en la otra y se desvisten entre las dos, se rasgan la piel a jirones, se arañan sin piedad alguna y terminan las dos enmarañadas y agotadas en esa danza ritual, acaban comprendiendo que sólo se tienen una a la otra.

Que no hay más hueco para esta alma quieta y rota, que el cuenco de mis entrañas y no hay mas espacios en este mundo, que este cuerpo frágil que tengo, para el alma rebelde que me toca.

Siempre me ha parecido mas fácil hablar de ella, cuando de mí se trata, como que me salgo de adentro de este cuerpo que me estorba al escribir, que tomo distancia y la veo mejor, me veo mejor. Soy más buena cuando de quien hablo es de ella y no de mi, soy mas indulgente, mas comprensiva.

Y será que hoy estoy vulnerable que -al menos hoy- no voy a darme con un caño y le diré a mi alma que me vuelva al cuerpo, que no soy tan tirana, que ya siento un frío por aquí dentro que molesta, que le digo a todo que si, con tal de que vuelva.


"Malena canta el tango con voz quebrada
Malena tiene pena de bandoneón."

-Malena- (Homero Manzi-Lucio Demare)

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