Abismos
¿Qué hacer con el miedo?
Ser jaula duele, endurece, te oxida los huesos, pero es tan cómodo. Es estarse quietita viendo detrás de los barrotes y nada mas, los ojitos turbios, las alitas mustias y volar y volar en círculos de baba.
El tema es ser pájaro, qué miedo y qué bello a la vez.
El tema es qué hacer con el miedo de ser lo que soñamos, lo que pedimos, lo que deseamos, lo que buscamos.
El tema es qué hacer con el miedo.
Jaulas
Gracias
El cantante del consultorio
Cuando digo eso, lo de que me pasan cosas, algunas personas que me conocen poco me dicen ¿qué cosas te pasan? Y los que me conocen bastante me dicen ¿Y ahora qué te pasó?
Porque cuando digo que me pasan cosas ya saben que me refiero a cosas bizarras.
Me pasó que fui a sacarme una placa radiográfica y al entrar el señor que estaba sentado frente a mi estaba muy contento. Es muy raro encontrar gente contenta en un consultorio médico. Este señor parecía muy a gusto de estar allí. El señor que estaba a mi costado estaba escondido atrás de un diario. El señor contento enseguida comenzó a hablar del calor que estaba haciendo, yo asentí. Hacía calor de verdad. Luego del tema Calor, pasó al tema “Gente Nerviosa”. Hizo todo un análisis social sobre el nerviosismo de la gente, mientras yo sacaba un libro de mi cartera y comprendía en su total magnitud al señor que seguía escondido atrás del diario. Acto seguido yo también me escondí detrás del libro.
El señor contento se tiene que haber sentido ignorado, porque el tema con el que siguió fue “Gente Indiferente” y su monólogo comenzó acusando a todos los que viven encerrados en sí mismos y no se animan a compartir con el otro sus cosas. El señor del diario seguía con el diario en alto, la secretaría tenía la cabeza adentro del monitor y yo tenía mi libro que se hacía cada vez mas pesado de sostener.
El señor contento hizo otro monólogo sobre los Simpsons y todo lo que a él no le pasaba mirando ese programa y que prefería jugar con sus perros o cantar.
Cuando dijo cantar hizo un silencio.
El señor del diario estaba momificado, la secretaria que estaba mirando a los Simpsons subió el volumen y yo cometí el error de mirarlo.
Porque apenas mis ojos se cruzaron con los suyos me dijo yo canto muy bien, con una sonrisa encerada y rosa.
Yo no sabía si seguir perteneciendo al rubro de Gente Indiferente y Arrogante y Maleducada o ser amable y un poco buena.
Hice lo segundo.
Cuando el señor contento volvió a decir que él cantaba muy bien.
Yo le sonreí como diciendo "qué bien".
Y él agregó: canto todas las canciones de Sergio Denis, con cara de “yo sí que sé cantar y soy re-moderno”
Me tenté y volví a esconderme atrás del libro.
El señor contento no se inmutó y a pesar de que yo hacía como que leía, él me dijo todo el repertorio que cantaba. Títulos, uno tras otro. Y me dijo que se había aprendido muy bien “Nuestro juramento” de Julio Jaramillo y no sé quién mas. Me dijo que la cantaba mejor que el tipo que la había cantado en el Secreto de tus ojos.
Me preguntó si conocía esa canción, le dije que si, que claro. Intentando calmar el frenesí que tenía el señor contento por demostrarme cuál era la canción. Porque no me creía que yo la sabía, por un momento sospechó que me lo quería sacar de encima.
Insistió y no pude frenarlo.
Acto seguido se paró y me dijo, le voy a dedicar esta canción.
No puedo verte triste porque me mata
tu carita de pena; mi dulce amor,
me duele tanto el llanto que tu derramas
que se llena de angustia mi corazón.
Yo no podía creer lo que me estaba pasando.
El señor del diario tenía convulsiones de risa atrás del diario y la secretaria idem, adentro del monitor. Yo del asombro permanecía sería y sentada con la mandíbula caída.
El señor contento pasó a la segunda estrofa, acercándose cada vez mas y cada vez yo lo veía mas encerado y mas rosado y mas baboso
Yo sufro lo indecible si tu entristeces,
no quiero que la duda te haga llorar,
En ese momento veo pasar corriendo a la secretaria. Decir mi nombre desde una habitación lindante. Yo pararme, huir y cerrar la puerta y agradecer el rescate de la secretaría. Secretaría, radióloga y yo descomponernos de risa.
Mientras atrás de la puerta el señor contento seguía cantando
hemos jurado amarnos hasta la muerte
y si los muertos aman,
después de muertos amarnos mas.
Y seguir hasta terminar la canción de lo mas feliz.
Les aseguro que no es ficción, me pasan estas cosas.
Invitación
A los que les gusta el arte, la poesía, las charlas de café, la música, la posibilidad de ampliar los caminos y tender puentes, les dejo el link al nuevo blog de Perras Negras Radio
Allí encontrarás los programas que se irán emitiendo sábado a sábado y los podrás escuchar cuando te quede cómodo, o si no pudiste hacerlo en el horario de las 20 Hs.
Encontrarás los temas a desarrollar semana a semana.
Los blogs que voy descubriendo
Los escritores que conocemos y los que tenemos por conocer...
En fin, les dejo el link de un espacio que pueden hacer suyo si les interesa.
Son bienvenidos sus comentarios, sugerencias, nuevos blogs, temas de interés, los espero en la radio, queda en la planta alta de una casona antigua y se va por ese caminito que se ve en la imagen :)
Están todos invitados.
Son como niños
Corren hacia el centro de mi ser, queriendo poblarme, mantenerme viva, traen el color blanco de la ilusión.
Y yo sonrío.
Pensar que alguna vez me abandonaron.
Un día los vi partir, tomar la misma carretera y huir de mi como de la peste y ahora están ahí, sedientos de mi, golpeando mi puerta.
Los sueños son como los niños quieren que le acariciemos el pelo, que le subamos el dedo suavecito por la nariz, que le contemos historias antes de dormir, que los arropemos si tienen frío, que nunca nunca nunca le digamos que estamos muertos de cansancio y menos que nos estamos convirtiendo en monstruos o que nos podemos morir, porque de verdad, igual que los niños, se asustan y salen corriendo.
Migas lentas
Desparramados, como perros tirados al sol, se adormecen mis pensamientos flacos. Incapaces de acercarse entre sí, otean el horizonte a cuadros del mantel. Desperdigados en la esquina de la mesa los veo desbarrancar
gotas
Estribillo
Tema de Piluso
Cerca, Rosario siempre estuvo cerca
tu vida siempre estuvo cerca
y esto es verdad
Vida, tu vida fue una hermosa vida
tu vida transformó la mía
y esto es verdad.
Y la vida como viene va
no hay merienda si no hay capitán.
Tanto, salimos por las calles, tanto
bebimos en los bares santos
de la verdad
y algo, me dice que perdimos algo
perdimos y ganamos algo
algo en verdad.
Y la vida como viene va
no hay merienda si no hay capitán.
Nada nos deja más en soledad
que la alegría si se va
volar, volar, volar, volar, volar
¿cómo es, Alberto, volar al más allá...?
Tira, la soga de tu cuello tira
la soga de mi cuello tira
y esto es verdad
y eran los tiempos de la primavera
dejaste tu sonrisa en ella
y esto es verdad.
Y la vida como viene va
no hay merienda si no hay capitán
Nada nos deja más en soledad
que la alegría si se va
volar, volar, volar, volar, volar
¿cómo es, Alberto, volar al más allá...?
Cerca, Rosario siempre estuvo cerca
tu vida siempre estuvo cerca
y esto es verdad
Y la vida como viene va
(Y la vida como viene va)
no hay merienda si no hay capitán
(no hay merienda si no hay capitán)
no hay merienda si no hay capitán
Fito Páez
http://www.youtube.com/watch?v=xzoUjg7sthg&feature=related
Soledad -Perras Negras-
¿Me ayudás a desentrañar esta palabra?
El sábado a las 20 Hs, estaremos un poco menos solos
Bienvivientes
nos echan de sus casas
o nos dicen que sí con la cabeza y por la espalda
nos acusan de ingenuos
malvivientes
alcohólicos
emotivos al pedo
tiro al aire
drogados
locos lindos
vividores
portadores ilícitos de orgasmos
mostrencos
suicidas en potencia
perdedores.
-Carlos Patiño-
Una felicidad tranquila, de esas de andar como flotando por la casa, con gusto a premio merecido por habernos animado a hacer algo diferente en una ciudad dormida. Esto lo digo aquí, en mi refugio de letras, junto a mis amigos de letras, mis compañeros de los que tanto he aprendido. Se los cuento a ustedes que me leen a diario, que soportan la melancolía y nostalgia de mis escritos, mis días de insatisfacción en los que ando enojada conmigo o vaya uno a saber con quién y escribo con humor negro, mi poesía cercana a la de Luis Almirante Brown (chiste que sólo entenderán los argentinos que siguen el humor de Capusotto), pero no importa, no aclaro que oscurece, digo eso por no decir mi poesía de alcantarillas, bah...
Estoy contenta de haber salido por un rato del saco de aliens en el que caigo a veces a pesar de todo y darme una vuelta por otro barrio, conocer otras vidas y tomar un trago de ese elixir que es la poesía.
Ayer conocí a Carlos Patiño, en la foto es el de lentes redonditos y ojos vivarachos, el otro es Fernando Delgado, otro poeta que también estuvo ayer por suerte.
Pero quiero hablar de Carlos.
Este hombre ha vivido y para no repetirme, si quieren leer mas sobre la vida y la obra de alguien que vale la pena leer, pueden pasar por el blog del Club Atlético de Poetas, allí cuento brevemente –demasiado brevemente- su trayectoria y cito algunas frases que dijo anoche mientras leía sus poemas y contaba con humor, con dolor, con ternura sus anécdotas.
Si no tienen tiempo o andan sin ganas de leer mas nada, ya es mucho con haber llegado hasta aquí, llevarse estos versos de color azul y mi sonrisa colgada en alguno de los tantos bolsillos que tienen en su alma.
Para los que viven en la luna
En el décimo día del décimo mes del año 2010
Domingo 10 de Octubre (el próximo! - lunes 11 feriado!) 19.30 hs
en Rie Bar Cultural, 9 de Julio 175, Bernal, Buenos Aires
Lectura de Poesías y Cuentos
+ Revista de poesía Estación Quilmes
y como Invitado especial: Carlos Patiño, poeta quilmeño
+ vos! Micrófono abierto* ( si escribís traé tus textos para leerlos)
+ venta de libros y revistas
*Si queres venir a leer, podes anotarte antes escribiendo a nuestro mail: clubatleticodepoetas@gmail.com o el mismo día allá en el Club!
Te esperamos!!
Y ya me olvidaba! Si no podés venir, podes escucharlo en vivo por la Radio amiga: www.hartares.com/escuchar
seguilo en el evento de Facebook
Ceguera
El día que inventé se ahoga, muere en el subsuelo de mis ojos y es temprano todavía.
(Puedo estar ciega y todo lo que veo es una ilusión) –pienso-
Balanceo mis alas bajo la tormenta
Me pierdo en un turbión color añil, rodeada de fantasmas.
Ahora que las nubes se recortan sin tijera mis manos trozan pedacitos de un cielo lánguido.
Flores en mi cielo
En la vereda de mi infancia crecía una flor extraña.
Cuenta mi madre que la había plantado cuando terminaron de construir la casa. Siempre florecía en primavera, para mi cumpleaños, era de color rosa muy suave y en su centro tenía unos pistilos amarillos que me dejaban la nariz pintada cada vez que me agachaba para oler el perfume. Ahora no recuerdo el aroma, se me ha perdido en la memoria.
Yo no sabía, era una flor en extinción. Dejé de verla cuando mi madre remodeló la vereda de aquella casa nuestra y las quitó de unos canteritos que había. La vereda le quedó espléndida y ancha. Mi pueblo, el de mi infancia, se caracteriza por sus veredas y calles muy anchas, son como avenidas. La vereda de mi infancia era como un campo rodeado por esas florcitas. Que se amontonaban en matorrales sueltos en los canteros y yo creía que siempre iba a ser así, que siempre iban a crecer salvajemente llevándose el mundo de los pies por delante. Nunca me imaginé una vereda toda repleta de baldosas, una vereda por donde pueden pasar dos autos o cuatro bicicletas o un tren. Sin embargo puede pasar todo eso y tal vez todo eso fue lo que se llevó para siempre esas florcitas que ni su nombre recuerdo.
El otro día las vi en un jardín de por acá y me quedé mirándolas largo rato. Las miraba, no sólo desde quien soy ahora, sino desde quien era, cuando eran mías. Respiré el viejo perfume que me trajo enseguida la brisa y me llevó tan lejos como pudo esa mano de pólen amarillo y desparramado.
Ahí estaban mis florcitas rosas.
Yo era chica entonces y pensaba que crecían nada mas que en los canteros de mi barrio.
Hoy que soy un poco mayor (había escrito "bastante" y lo he cambiado por "un poco", no exageremos) creo que bajan del cielo, en noches cerradas, en mañanas de veredas anónimas y extraviadamente remotas, bajan del cielo mis flores rosas. Se abren como paraguas de luz y me cubren toda. Ya se que se están extinguiendo, no sé si eso importa. Todo parece desdibujarse en la memoria, pero las he vuelto a ver el otro día, después de una eternidad sin ellas y al recordarlas, se abren para mí como estrellas que me guían, se abren sólo para mí, en mi cielo.
Pasaje escarlata
Una senda desierta
bajo el cielo abandonado de tus ojos
que supo dibujar tu piel de arena,
como si con eso pudiera bajarte del mundo
una herida abierta
una fruta mordida por los pájaros
un hilo de voz que rompe la tarde en vano
solitaria empedernida
(oculta)
En capas
Abrió y cerró las ventanas por tercera vez, no hacía otra cosa que mirar para la otra cuadra. El calor de afuera y el olor a fritura del restaurante de abajo lo tenían enfermo.
Desde que abrieron esa casa de comidas vive con olor a papas fritas y con ganas de mudarse.
Miró la hora.
Ocho y media.
Un dolor en la boca del estómago, se le mezcló con una arcada y a pesar del asco, pensó en comer algo, así no iba.
¿Qué le iba a decir que él ya no supiera?
La puerta de la heladera abierta ante su cara le recordó que había queso, jamón, huevos, pan. Miró la hora otra vez y se imaginó la escena.
Ella estaría llegando, con su tapado tejido, y el pelo suelto, estaría ocupando la mesita de siempre, pero con el humor descompuesto.
Sacó el pan, el queso y los apoyó en la mesada.
De inmediato buscó una cebolla.
La miró, era redonda y dorada. La apretó muy fuerte entre sus manos, tanto como pudo.
Le enterró una uña, la olió, la acarició, está en su punto justo, pensó, pero no iba a ir.
No tenía ganas de oír otra vez los mismos pretextos.
Apoyó la cebolla sobre la tabla y de un golpe seco, la partió con la cuchilla grande.
Cuando la tuvo abierta y jugosa sobre la madera, los ojos se le humedecieron un poco de ardor, y no pudo mirar mas la hora porque los tenía nublados, igual miró y no pudo ver bien si ya eran las nueve o todavía faltaba un poco.
Comenzó a quitarle la piel, capa tras capa, mientras escuchaba como una retahíla lo que ella le estaría diciendo ahora, si él hubiera ido.
Lo primero que le iba a decir, tomándole la mano y mirándolo con cara de buena, es que “era ella y no él”. Así cargaba con toda la culpa y se iba convencida de que era la mala y él la dejaba tranquila, dejaba caer otra capa más.
A ella nunca le bastaba nada, seguro le diría que “él había hecho todo bien” pero que no bastaba, siempre hacía falta algo más.
Otra capa y “mejor, amigos”, mientras decía eso, iba a dejar caer esa sonrisa que lo destruía y él no iba a poder hacer nada, por eso mejor no ir, para qué, para quedarse ahí, sentado, mirándola y diciéndole que si, que bueno, que está bien.
Así enredado en pensamientos, fue desnudándola, hasta tenerla allí, blanca y crujiente para picarla toda.
Y con la cuchilla la partió en cuatro mitades, al tiempo que se hizo un tajo profundo en el pulgar. Una zanja abierta por donde él se iba a dejar verter, sin que nadie pudiera curarlo más que el tiempo. Y llorar ácido y llorar sangre y maldecir a todos los demonios que lo dejaron solo otra vez, como siempre.
Sólo contra todo, como aquella vez.
Como cuando no superaba el metro de altura y la única mujer que lo había mirado directo a los ojos con amor, se fue. Sin mirarlo, sin decirle las razones de su adiós, se fue. Corriendo, en medio de la noche, escapando de los aullidos de los perros y de los gritos de su padre se fue, pegando un portazo. Todavía en las noches mas cerradas escucha ese portazo y después los tacos perdiéndose, primero en el pasillo, después mas lejanos en la calle y finalmente el auto enceguecido y urgente desapareciéndola para siempre de su vida.
Nada lo detuvo, ni el frío de la hoja abriéndole la carne, ni la sangre derramándose sobre los pedacitos de cebolla. Después la partió en ocho y luego ya no pudo contar mas, porque compulsivamente picó desesperado todo lo que se cruzó con el filo de la cuchilla.
El ácido se le metió en la carne y el ardor lo hizo sentir mas vivo, afiebradamente vivo. Mirando ese mar jugoso y rojo que flotaba en la tabla de picar sintió un rencor más profundo que su tajo, mas abierto, más sangriento todavía.
Un odio insondable por esa boca carnosa que amaba y que le iba a decir que no. Un fuego prendido en el medio del pecho le entró a bajar por las venas hasta salir rabioso por el dedo pulgar, para perderse mezclado en esa baba picada que iba a tener que tirar a la basura y de paso tirar así toda su sangre, la que llevaba grabada en cada partícula, la memoria de aquella mujer.
-Pasaje-
Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar al Malo. Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.
Alejandra Pizarnik
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