"La soledad es un amigo que no está
es su palabra que no ha de llegar igual"
-Almendra-
Desde mi lugar de sobrevuelo se podía ver bien.
La vi levantarse de la mesa del fondo, la cabeza le daba vueltas, se le habia hecho un torbellino de sensaciones y de tormentas por dentro, tanto giraban y a tanta velocidad que cuando salió del café, esa marea interior se le escapó hacia afuera y ya no pudo mas que tolerar el día con eso girándole en derredor.
La seguí desde lejos mientras remontaba las cuadras que faltaban para alcanzar el tren, peleando con todo eso que le impedía caminar en paz, parecer una persona ajena a un remolino que la rodeaba por completo, fue toda una hazaña.
Ella sabía de alguna que otra hazaña, de modo que se dejó rodear.
El tren no la esperó, igual que le pasó con el resto de las cosas.
Tuvo que correr unos metros hasta alzcanzarlo y una vez arriba se sintió menos desesperanzada, al menos esto tenía:
Un asiento en un tren destartalado del conurbano bonaerense.
Un asiento destrozado y mudo, una ventanilla sin vidrios donde el aire se adueñaba por completo de su aliento y respiraba quisiera o no.
Ella hubiera querido no respirar mas, pero el vidrio inexistente de la ventanilla la obligó y ahí estaba tragando smog a bocanadas y condenada a seguir viva.
Tenía esa ventanilla que la apuntaba con aire frío y que le ordenó vivir.
Obediente se quedó con el aire cargando de misiles sus pulmones.
Tenía miedo de quedarse dormida y que le roben la poca plata que tenía, el reloj y el wolkman viejo y tenía miedo de quedarse despierto y que lo asalte la culpa, esa vulgar pesadilla que la tenía atrapada sin salida.
De modo que hizo "como si".
Jugó a ese juego que había aprendido hacía tiempo ya y se dejó un ojo abierto para que los ladrones no se le tiraran encima y cerró el otro para que la culpa siguiera de largo.
Con el ojo cerrado se fue mirando por dentro, acomodando estanterías casi vacías, descubriendo espacios de relleno, mirando con pena un corazón asustado, quitándole restos de tachuelas a los pulmones y con un barredor de penas limpió el pasaje de su garganta que desde hacia rato se habia obstruido y le costaba repirar, tragar, hablar...
Todas las palabras que pudo decir, habían quedado en la mesa de ese café, formando un puezzle desgraciado, las otras estaban ahí amontonadas en su garganta, violetas, con la lengua afuera, como si al querer salir todas de golpe se hubieran quedado atascadas.
Con el ojo abierto iba mirando lo rápido que corría el riel de las vías, las casitas que se descolgaban de la nada ante el paso del tren, los tendales de ropa heridos de muerte, las ventanas que se iban cerrando como ojos rendidos, las luces de los autos que avisaban el regreso, los perros vagabundos con miradas humanas le asestaban dardos en su ojo único.
Y de repente por los dos ojos el despierto y el dormido empezó a correr un río.
Y contando lo que tenía, enumeró con los dedos de una mano, el asiento roto, la ventanilla impertinente, los ojos de a ratos tuertos, de a ratos abiertos como una herida, pero contó dos ojos y en quinto lugar contó un gran vacío recién hecho.
-Escrito de manera no tan furtiva en el Café Mo-
es su palabra que no ha de llegar igual"
-Almendra-
Desde mi lugar de sobrevuelo se podía ver bien.
La vi levantarse de la mesa del fondo, la cabeza le daba vueltas, se le habia hecho un torbellino de sensaciones y de tormentas por dentro, tanto giraban y a tanta velocidad que cuando salió del café, esa marea interior se le escapó hacia afuera y ya no pudo mas que tolerar el día con eso girándole en derredor.
La seguí desde lejos mientras remontaba las cuadras que faltaban para alcanzar el tren, peleando con todo eso que le impedía caminar en paz, parecer una persona ajena a un remolino que la rodeaba por completo, fue toda una hazaña.
Ella sabía de alguna que otra hazaña, de modo que se dejó rodear.
El tren no la esperó, igual que le pasó con el resto de las cosas.
Tuvo que correr unos metros hasta alzcanzarlo y una vez arriba se sintió menos desesperanzada, al menos esto tenía:
Un asiento en un tren destartalado del conurbano bonaerense.
Un asiento destrozado y mudo, una ventanilla sin vidrios donde el aire se adueñaba por completo de su aliento y respiraba quisiera o no.
Ella hubiera querido no respirar mas, pero el vidrio inexistente de la ventanilla la obligó y ahí estaba tragando smog a bocanadas y condenada a seguir viva.
Tenía esa ventanilla que la apuntaba con aire frío y que le ordenó vivir.
Obediente se quedó con el aire cargando de misiles sus pulmones.
Tenía miedo de quedarse dormida y que le roben la poca plata que tenía, el reloj y el wolkman viejo y tenía miedo de quedarse despierto y que lo asalte la culpa, esa vulgar pesadilla que la tenía atrapada sin salida.
De modo que hizo "como si".
Jugó a ese juego que había aprendido hacía tiempo ya y se dejó un ojo abierto para que los ladrones no se le tiraran encima y cerró el otro para que la culpa siguiera de largo.
Con el ojo cerrado se fue mirando por dentro, acomodando estanterías casi vacías, descubriendo espacios de relleno, mirando con pena un corazón asustado, quitándole restos de tachuelas a los pulmones y con un barredor de penas limpió el pasaje de su garganta que desde hacia rato se habia obstruido y le costaba repirar, tragar, hablar...
Todas las palabras que pudo decir, habían quedado en la mesa de ese café, formando un puezzle desgraciado, las otras estaban ahí amontonadas en su garganta, violetas, con la lengua afuera, como si al querer salir todas de golpe se hubieran quedado atascadas.
Con el ojo abierto iba mirando lo rápido que corría el riel de las vías, las casitas que se descolgaban de la nada ante el paso del tren, los tendales de ropa heridos de muerte, las ventanas que se iban cerrando como ojos rendidos, las luces de los autos que avisaban el regreso, los perros vagabundos con miradas humanas le asestaban dardos en su ojo único.
Y de repente por los dos ojos el despierto y el dormido empezó a correr un río.
Y contando lo que tenía, enumeró con los dedos de una mano, el asiento roto, la ventanilla impertinente, los ojos de a ratos tuertos, de a ratos abiertos como una herida, pero contó dos ojos y en quinto lugar contó un gran vacío recién hecho.
-Escrito de manera no tan furtiva en el Café Mo-