Pedregal



"Y por eso es tan importante estar solo
y atento cuando uno está triste:
porque el momento
aparentemente carente de acontecimientos e inmóvil
está mucho mas cerca de la vida
que aquel otro momento ruidoso y casual
en el que la vida nos pasa como desde afuera."

-Rainer María Rilke-

Es tarde. Todo está cerrado, hasta la mismísima noche.
Incluso mis ojos bajan las persianas.

Se van para adentro

deslizándose

por

un

pasadizo

que

conocen de memoria.

Recostada en el sofá que tiene brazos de miel creyéndome dormida ellos bajan en puntas de pie.
Navegan un mar calmo.
Llegan a una región que supo ser blanda, de arenas cálidas.
Un caserío abandonado donde solían vagabundear por callecitas retorcidas, los espera de pie.
Se asoman por una de las ventanas, no ven luces encendidas e igual llaman.
Golpean con los nudillos la puerta de mi alma.

Silencio y pedregal.
Es toda la respuesta que hallan.

Allí pasarán la noche.
En esa tienda de campaña sin mas colchón que una nuca despoblada.

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Bosquejo


"Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
lo que nadie te pide: las espinas
hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,
oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre."
-Julio Cortázar-
No puedo escribir.

He tapizado la ciudad con mamarrachos, he pegoteado esperanzas partidas en tu nombre, he atravesado el cielo encontrando desventuras, he abierto los ojos y te he visto parado frente a mi.
Materializado.
Comiendo un chocolate, como si nada...
Con ese atrevimiento de siempre, te metés en el medio de mi día para mirarme en silencio.

Te he dicho que no puedo escribir y no me has creído.

Te has quedado tan tranquilo
sin saber
que este estar sin decirme es el mejor bosquejo tuyo.

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Media luna

"Moriré en Buenos Aires, será de madrugada,
que es la hora en que mueren los que saben morir.
Flotará en mi silencio la mufa perfumada
de aquel verso que nunca yo te supe decir."
-Piazzola y Ferrer-


Se adentró en un territorio pringoso y oscuro al sentarse sola en su mesa.
Comenzaba en silencio su noche larga.
Estaba por cenar.
Una vez metidos los pies en la sopa de barro comenzó a masticar la luna que alguna vez supo conseguir.
En la media luna que le quedó, construyó su fuerte, siempre le había gustado vivir al margen y conocedora de callejones rotos, entendió que allí estaba bien.

Recordó que alguna vez con el sol bien alto sus ojos habían sido los mejores vagabundos del horizonte, después ya no fue necesario ver.
No había dónde dejarlos abandonados.
Por eso prefirió esa suerte de ceguera lunar, pensaba mientras chapoteaba con la cuchara en el pantano de su sopa.

Algunos días cuando el entusiasmo la tenía atravesada iba hasta la gran ciudad donde se miraba entre los otros, para recordarse un rato.
Incluso, algunas veces regresaba esperanzada cantando algo.
De versos y de letras nada, ella no era mujer de palabras, apenas tenía alguna que otra mirada a cambio.
Entonces para decirse, cantaba.

Y si el coraje era mayúsculo, cuando nadie la veía en el desierto que tenía su media luna, bailaba.

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Estatua de sal


"los lentes,
la estatua de sal
el suicida y su gato irreal
lo que fue, lo que es, lo que ya no será..."
-Fito Páez-
Yo no sé qué mira.

Hay días que la veo quietita convertida en estatua de sal, con los ojos dormidos, pero abiertos. Tiemblo al acercarme de puro miedo que me da despertarla y cuando lentamente me aproximo, escucho el sonido libre de su respiración como si bailara, como si caminara por una cuerda floja con los ojos vendados.
Y abajo un mar de hielo.
Sin embargo ella sigue allí, con su mirada de grises, acomodando nubes en medio de la tormenta, tejiendo bufandas con hilos invisibles y melodías con la voz del viento.

Entonces cuando estoy muy cerca, estaciono mis ojos en ese infinito que la tiene en un puño, entro en el camino de su mirada y me voy con ella.
No importa dónde.
Puede que vuelva a los caminos estrechos, empecinados, turbios, pero sabe que en ocasiones a
las orillas le nacen brazos.

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Compartiendo tesoros



He querido llamar así este post, porque no hay nada que me guste mas en la amistad que compartir tesoros.
Verán, no tengo muchos, pero los pocos que tengo son del tipo sencillo, con desperfectos y todo, incluso algunos necesitan de dos o tres miradas para ser vistos.

El tesoro de los libros y sus escritores, de los poetas, de los músicos que respiran poesía y de lo que ellos me han facilitado la vida, siempre lo he querido compartir porque me da felicidad. Por eso siempre que puedo rescatar algo de ellos en mis entradas, lo hago.

Pizarr ha subido un post hermoso con un poema de Luis García Montero.
En su blog, le comenté que conocí a este poeta, a quien hoy admiro, a través de una canción de Quique González, uno de mis músicos favoritos.
La compuso en un principio para Enrique Urquijo.

Quise compartir con ella y con ustedes, este pequeño tesoro hecho canción.


Aunque tú no lo sepas
Aunque tú no lo sepas
me he inventado tu nombre
me drogué con promesas
y he dormido en los coches.
Aunque tú no lo entiendas
nunca escribo
el remite en el sobre
por no dejar mis huellas.
Aunque tú no lo sepas
me he acostado a tu espalda
y mi cama se queja fría
cuando te marchas.
He blindado mi puerta
y al llegar la mañana
no me di ni cuenta
de que ya nunca estabas.
Aunque tú no lo sepas
nos decíamos tanto
con las manos tan llenas
cada día más flacos.
Inventamos mareas
tripulábamos barcos,
encendía con besos
el mar de tus labios.
Y toda tu escalera.
-Quique González-

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Fuera de hora

"En esta noche tan fría y tan mía
pensando siempre en lo mismo
me abismo"


Afuera llueve y Atilio se refugia en el sofá que está mas cerca de la ventana.
Enciende el último cigarrillo del día, busca entre sus discos el de Johnny Cash, pone algo de música, toma un vaso y busca el whisky que le regaló Elisa para su cumpleaños.
Se choca contra su maletín y casi termina con el líquido derramado.
Su corazón se altera, como se le altera la sangre cada vez que ella entra en su oficina, dejando su brisa fresca bailando en el aire.
Se sienta en el sofá, cierra los ojos y fuma. Un golpe fuerte lo sobresalta, se asoma a la puerta caminando enérgico, pero decide regresar sobre sus pasos y mirar por la ventana.
El agua que se desmorona por fuera de la cañería lo distrae, lo aleja del sobresalto, piensa que tiene que arreglar eso antes de que se siga estropeando.
Necesita más whisky y escribir algo.
Ha relacionado ese agua que cae con un amor que lo desborda.
Busca en el maletín una birome y algún papel. Ha vuelto a pensar en ella. En su aroma de flores incendiadas.
Y otra vez su corazón, mientras la escribe, salta.
Su corazón la dibuja con palabras. Mira por la ventana, si no fuera tan tarde saldría a buscarla.

Saldría a buscarla.
Saldría a buscarla.
Saldría a buscarla.

Ese pensamiento le martilla las sienes, gira en torno suyo como el recuerdo de su perfume.

Se levanta, detiene la música, enciende un fósforo para fumar un pucho más, esta vez sí el último y mira para afuera ¿cuán tarde puede ser?

Sale a la calle pegando un portazo, camina por unas veredas desoladas y húmedas.
Ha dejado de preocuparle la hora.


"Y yo voy,
como un descarte,
siempre solo,
siempre aparte,
recordándote"
-Enrique Cadícamo-

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Una lágrima

"O acaso aquél romance que sólo nombra
cuando se pone triste con el alcohol"
-Homero Manzi-


Atardece.
Voy buscando entre las calles un lugar, hasta encontrarlo.

Al entrar me dirijo al mozo -una mesa por favor- él me devuelve una sonrisa amable mientras me acompaña y me indica una, casi al fondo del café. Está apoyada sobre una pared cruda, que deja ver el esqueleto de ladrillos, despellejados y añejos.
Es ideal -pienso- y le sonrío en señal de que está muy bien. Apenas mirarla me doy cuenta que lleva años soportando codos y brazos que a su vez sostienen cabezas abrumadas
tal vez leves
con ideas volátiles
o ensortijadas
somnolientas cabezas de hombres y mujeres que acuden cada día, con sus brazos listos para ser parte de ella por un rato.
Brazos acostumbrados a esperar mientras mezclan la vida en el fondo de una tacita.
-Para mi un café,
mejor "una lágrima"-.

Y sobre el pucho viene mi segundo pedido,
ya que estamos y el mozo parece tan gentil
-Una ventana, si es posible grande-.

(No me atrevo a rogarle que la ventana atraviese estos ladrillos con alma rústica, que tenga los vidrios semiempañados, la mirada bien abierta
y las mejillas frías, que para tibieza hoy alcanza con la mía.
No me atrevo, entonces me conformo con una ventana del montón).

Y en el orden de pedidos...
-yo no sé si será esto un abuso de mi parte, usted verá:
junto con la ventana, tráigame una lluvia-

Si, una lluvia de este otoño, de esas que por aquí abundan, seguro debe tener alguna, me consta por su forma de mirar que tiene varias ahí guardadas...
-tráigame una sencillita,
de esas garúas zonzas-
De esas que arruinan las veredas y los zapatos sin mas fin que molestar un rato.

-Déjela caer bien desde arriba, no se preocupe por las formas,
déjela nomás tranquila-
Que se abran los paraguas y las caras se arruguen debajo de los diarios de emergencia
ese es mi pedido por hoy.

Para mi es suficiente, gracias.

-Ahora, algo de música tranqui,
mataría...-

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Luz adentro



Una boca
atravesada de luz
monumental y carnosa
podría tragarme
con ojos de hambre
tal vez
un túnel
de palabras siniestras

(pero hay luz adentro)

un sol de noche
un haz de luz
.

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Vacío



"En una mano
hay palabras escritas con fuego
y en el corazón hay
cien pájaros menos"
-Los Rodríguez-




No sé de dónde han venido estos pájaros ciegos y flacos, que han hecho querencia en esas ramas del fresno.

Los veo languidecer día tras día.
Volverse cada vez más oscuros, más livianos. Ya no vuelan, apenas se mueven y creo que ni siquiera son ellos los que se hamacan camuflándose entre las ramas, me parece que es el viento que los mece para hacerme creer que están vivos.

Abajo, en el cordón de la vereda, han dejado caer unas migajas de plumas grises que se confunden con el follaje que arrastra el aire frío del sur.
Estoy mirándolos cómo se desintegran con el paso de las horas, si siguen así, en pocos días ya no quedará nada de ellos.

Quizás alguna marca de sus garras silentes se grabe en la corteza.

Y otra vez, el fresno volverá a tener habitaciones vacías con ramas y mantas revueltas secándose al sol.

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