Pueblo mío

Revuelta entre papeles me trazo esta mañana.
Soy un mapa borroneado por los versos de otros versos que me dicen que mejor no escriba nada. Y yo desgajo este frío que galopa entraña adentro, como si de una mandarina se tratara. 
Desmembar el fruto -me digo- fragmentar el alma.

En medio de la actividad hay un silencio que anuncia el turbión mudo que avanza, el cielo empecinado sube a la terraza, para inundar de grises y violetas las orillas de este caserío de barro que me abarca , este pueblo mío habitado por fantasmas, con sus vantanales podridos de golpearse ante la indiferencia de miradas extrañas.

Tal vez una lucecita de neón -me digo- que es fría, basta.

Atisbos de luz blanca aprietan en sus dientes los viajeros de autopistas recargadas, y es ajeno este pueblo mío, que amanece en alguna carretera secundaria, con un farolito de luz tibia en la garganta. 

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Instantánea

Toda esa gente molesta, murmuraba entre si lo que se acostumbra en esos casos. Hablaban acerca de la belleza de la novia, del esplendor de la juventud, de la elegancia del novio y de qué buena pareja hacían. Lo de siempre. Sus bocas nacaradas estallaban en destellos carmesí. Creyó que sangraban todas esas bocas en honor a su propia sangre, que desolada se derramaba internamente en un lento hervor y corría sin consuelo por sus venas.
En las manos un ramito de azahares se agitaba expectante. Así, agitado y atento estaba también él, mezclado entre la gente, tan desorientado como ella. A. se topó con la última persona que esperaba ver aquella noche. Allí, mezclado entre los invitados, estaba L. Distinguido, alto, pálido, parecía flotar en medio de ese mundo de gente absurda. En sus manos estalló una copa. El estruendo dejó a quienes lo rodeaban en silencio, la sangre le tiñó rápidamente la mano y alguien lo cubrió con una servilleta que quitó de la mesa. Ahora eran las bocas ajenas y esa mano herida, un atajo púrpura donde se reconoció otra vez. Era ella. La de ayer.
Otra vez la misma fiebre latiendo en su garganta y la necesidad imperiosa de gritar. 

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Ramas

Estas ramas vacías se han extendido demasiado sobre el lago. Van a caer por su propio peso de un momento a otro, hundiéndose en el sedimento del pantano. Tan cerca están de rozarlo que a veces en el temblor desprevenido de las horas, sacuden sus escamas sueltas y se dejan quebrar de a pedacitos, como apolilladas.
Anoche la luz estaba quieta, yo miraba distraída el laberinto de mis manos huecas, sobre ese espejo de bruma y pude ver cómo algo repugnante les carcomía las ganas.

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Pétalos de sal


Algún murmullo se arrodillará 
en éste páramo tibio de mi alma 
-me dirá que la ternura no se ha ido-
 y abriendo su mano 
dejará caer sobre la tierra estéril 
pétalos de sal.

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Papel secante

Los rincones se han poblado de ciempiés y caminan descontrolados por mi sangre, llenando estas esquinas de vidrio 
para ver con sus propios ojos la isla febril de una vida.
Pudo haber nacido un poema allí en medio de  zapatos, pero ha muerto pisoteado y azul. 
En letras macizas de tinta, devorado por el papel secante de mi piel, que no ha podido amarlo. 
A partir de ahora se que su sombra habitará una calle cualquiera a la espera algún
paso perdido o se lo llevará el pampero, eterno barredor del desamparo.

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La marca de la bestia


Tengo mi escritorio, bajo una ventana que da a un patio con sol. Un árbol de hojas rojas  crece con la furia tibia del otoño. Yo deambulo por entre las hojas amarillas y la ropa tendida; tironeada por las tareas que me impuse a primera hora y aún no he cumplido. No sé de qué lado estar.
No sé si la realidad es esta casa boca que me traga o lo que vislumbro mas allá de la ventana con su sol, sus ropas al viento, el árbol tímido, los techos y sus palomas desplumadas.
Y nada mas, porque el cielo es muy ancho y de un azul imperturbable.
No sé qué mas escribir en este desabrido post, de ventana de lunes con dolor de cabeza y algo parecido a un páramo siento sobre mis párpados mientras miro y miro. 
Entonces voy a publicar y leo que este sería el post 666, horror!
El apocalípsis y el anticristo, destruccion, final,agonia, muerte, sangre, llanto, guerra. Todo eso se me viene a la mente con este número. Y me acuerdo del sueño de anoche en el que me pasé nadando en una pileta olímpica o en un mar. Ahora que lo pienso era un mar con borde, no con orilla de arenitas. Un borde de cemento al que me agarraba con fuerza antes de salir eyectada otra vez hacia la otra punta, en la que me volvía a agarrar, para volver a salir y así me pasé la noche nadando. Menos muerte y guerra y anticristo, todo lo demás lo soñé nadando. Recuerdo que practicaba diferentes estilos y ni en sueños me deja de doler el brazo derecho, entonces tuve que ingeniármelas para nadar sin ese brazo, eso sí que era el apocalípsis. Todo un mar para mí sola, y como no me hundía ni me ahogaba, lo único que quedaba era nadar a brazo partido, a brazo izquierdo partido, porque el derecho, mal gracias.
Anoche el mar, ahora el 666 y esta ventana toda ojos y esta casa que me traga.
¿Es la marca de la Bestia?
O la bestia que marca soy yo.

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Todo tiene un final, todo termina.


Una canción himno de la generación de argentinos a la cual pertenezco, fue el tema Presente, que decía mas o menos algo así como todo tiene un final todo termina. Nada más cierto. 
Descalabra un poco darse cuenta de los finales y a veces tal es el dolor que uno ve que todo se rompe en mil pedazos y sigue empecinado en pegar las partes. Y ahí va la cosa toda arreglada con alambres, funcionando maltrechamente, pero todavía con vida.

La magia tiene un encantamiento levemente duradero, tiene fecha de vencimiento. Un día no abre mas los ojos. Casi todo lo mágico se desvanece y nos queda la descarnada cara de la realidad. Es feo, lo sé. Todos lo sabemos y cuando algo nos resultó mágico y vemos que se está convirtiendo en un cascajo, miramos para otro lado, por el enorme amor que le tenemos a eso que nos dio tanta felicidad.
No me estoy refiriendo al cónyuge.
Hablo de un lavarropas.
¿Acaso hay algo más mágico que esto en la vida de una mujer, esposa y madre?
Pero cuando tu lavarropas se convierte en helicóptero, algo raro sucede.
Cuando tu lavarropas que además de todo eso maravilloso que hacía, era silencioso, quiere remontar vuelo estruendosamente adentro de tu lavadero, estás frente a un problema.
Hay algo peor que esto y que como usuarios de electrodomésticos puede sucedernos a todos.
Lo peor es cuando el lavadero, no es tuyo, el lavarropas devenido en helicóptero de la segunda guerra mundial tampoco es tuyo y todo eso linda con tu adorada casa, recién terminada de construir.
Y aún hay algo peor, cuando tu vecino por alguna extraña razón relacionada con el odio hacia sus congéneres, pone en funcionamiento esa cosa desencantada de toda magia a las dos de la mañana, cuestión que cuando empieza el interminable centrifugado, el tacatacatacataaacaaaataaaacaaaaa en mi oído, en mi corazón y en mi sangre, despierta mi adormecido instinto asesino y comienzo a planear diferentes maneras de demostrarle al pelmazo de mi vecino, que todo tiene un final y todo termina. Juro que no pienso ir a cantarle en son de paz la primer estrofa de Presente, todo el tiempo del centrifugado me debato entre pasar por su casa con una topadora o derribar su puerta cual Uma Thurman en Kill Bill.

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El arte de leer y de escribir, una complicación mas.


Estaba leyendo sobre el arte de leer y de escribir, a propósito de que se viene el día internacional del libro y se inauguró la Feria del Libro de Buenos Aires, con varios discursos políticos y un debate que se abrió sobre la intolerancia del kirchnerismo hacia los que piensan distinto, a partir de una carta de Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, a raíz de Vargas Llosa, hoy liberal y detractor de gobiernos que considera populistas. Esa carta pedía el desplazamiento del Nobel del discurso de apertura en la feria y proponía su reemplazo por un escritor argentino. Por suerte Cristina Kirchner descubrió este desatino a tiempo, lo pudo corregir y no hubo tal censura, pero convengamos que de entrada la hubo.
Igual el debate se instaló y anda por ahí dando vueltas sin que nadie se ponga de acuerdo con nadie. Los que piensan una cosa siguen pensando en esa cosa y los que piensan otra cosa igual siguen pensando en otra cosa, de modo que cuando el discurso lo emite quien piensa una cosa, es aplaudido por los que piensan que esa cosa es la verdad y cuando el discurso le toca al que piensa distinto los otros hacen ruido, o se van o aplauden poquito porque la verdad ya fue dicha.
Qué pena estar divididos hasta en esto.
Pero así están las cosas.
Yo pensaba mientras leía a los unos y a los otros qué lejos me encontraba de todo, como a años luz de tanta intelectualidad abstracta. Ni ganas de ir a la feria, la última vez que fui quebré económicamente. Los libros son carísimos. Las ediciones económicas son ilegibles. Y además me hice adicta a un lugar de usados, que compro libros en un estado impecable y a mitad de precio. Soy una rata de esa librería y tan feliz lo digo.
Estaba leyendo sobre el arte de leer y de escribir y me distraje con toda la parafernalia que rodea a la feria. ¿Cómo hacer sofisticado algo tan simple? Es fácil, se hace así: algo bien grande, abundante, costoso, con muchos atractivos que si te los perdés te sentís un marginal y si vas, salís en bancarrota. Tal vez se haga así para que el libro llegue a lectores no tradicionales, para vender mas, para que se lea mas, para que resulte mas atractivo leer. Seguro que es por todo esto y muchas otras cosas que desconozco, pero ¡¡¡ay!!!, ni ganas de pasar por todo eso. Horas para encontrar lo que querés si es que querés algo, horas haciendo colas para entrar a alguna sala y escuchar a un escritor, horas perdida entre los laberintos de colores que te indican donde tenés que ir, qué leer, qué comer, qué oir, horas amontonada como ganado.
Paso.
Estoy hecha una renegada, lo sé.
Estoy harta del circo, del caretaje consumista por mas moño intelectual que le quieran poner. Qué le voy a hacer, me aburrí.
Leyendo sobre el arte de leer y de escribir, pensaba paralelamente a toda esta queja, que adoro escribir. De hecho estoy escribiendo un engendro, el número 2, sobre la escritura y la mujer, que ya lleva unas 120 páginas y recién voy por la mitad. No quiero ni pensar cuando termine y tenga que ponerme a corregir ese mamotreto. Poco importa, lo que me interesa es escribir, aunque nunca lo suba acá, aunque nunca nadie quiera publicarme eso por bodrio, aunque se muera apolillado como el engendro 1. Que todavía ni registré, de modo que duerme el sueño de los abandonados en la pila de papeles de mi escritorio. Me pregunto para qué escribo, porqué no me dedico a leer y ya. Si soy muy buena lectora, mejor, leo infinitamente mejor de lo que escribo. Eso lo decía Borges, que escribía genial, imaginate cómo leería! Pero también lo digo yo que soy un piojo resucitado, es uno de mis pequeños orgullos personales ser una buena lectora. Amo leer. Es una necesidad como la de alimentarme, pero a la hora de leer soy mas pretenciosa que a la hora de comer, mil veces mas vueltera. Y me encantan esos rodeos sobre los libros. Los abro, leo atrás, adelante, al medio. Cuando nadie me mira los huelo. Me quedo en el arte de tapa un buen rato, luego paso a la difícil tarea de cuál de todos voy a llevarme y por eso paso de uno a otro, a ver de cuál me prendo mas. A veces consigo desprenderme de alguno, a veces me compro varios a la vez y por un tiempo largo no paso por el lugar de usados.
Estoy pensando que ya tengo que ir, pero todavía tengo mucho por leer. No me alcanza el tiempo. Aquí a mi lado tengo ocho libros escritos por mujeres o biografías de escritoras, que me ayudan a reforzar mi engendro 2. Así que tengo tarea, si bien ya los leí, debo releerlos.
Y escribir.
Dedicarme al arte de escribir (oh, qué grandielocuente suena esto) ojo que dedicarse a escribir no es lo mismo que hacer arte con lo que uno escribe. Eso ya es cosa de los grandes. Yo nada mas escribo porque me fascina ese arte. Muchas veces después de leer lo que escribo me digo, “no escribas mas” “dedicate a otra cosa nena” y largo todo. Y me voy lejos y ando por ahí tropezando o haciendo las cosas al tun tun pensando en eso que escribí, en que si lo digo de este otro modo es mas claro, tal vez resulte o que ¡¡¡albricias!!! Era esto lo que le faltaba a ese fragmento para que luciera… Y descorazonada como estaba, siento que me vuelve el alma al cuerpo y vuelvo a abrir el Word y me pongo a teclear frenéticamente y termino ojerosa, cansada, con la espalda rota, la mano dormida, el hombro convertido en piedra. Ah, pero pude escribir eso que me estaba acogotando por dentro. Y cuando no puedo y no puedo y no puedo y ya está todo dicho y escrito cien mil veces mejor de lo que podría haber hecho yo, voy y leo. El libro pasa por mi, mas que yo por él. Es el libro que me posee y me suelta a su antojo.
A veces pienso que me he complicado la vida profundamente con esto de amar la lectura y la escritura, todo sería mas simple si me dedicara a tantas otras cosas para las que soy aparentemente buena, pero saben? Nada de eso me despierta esta pasión, ni este fuego que arde solo, como cuando leo o escribo.

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Alejandra, también...

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios
            
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
            
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre
            
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.
            
Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
            
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue
            
¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
            
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
            
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
            
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
            
Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
            
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
            
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
            
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo               


-Alejandra Pizarnik-

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Poe sabía de lo que hablaba


“Moriré-dijo- tengo que morir de esta deplorable locura. Así, así y no de otro modo me perderé. Temo los sucesos del futuro, no por sí mismos, sino por sus resultados. Me estremezco pensando en cualquier incidente, aún el mas trivial, que pueda actuar sobre esta intolerable agitación. No aborrezco el peligro, como no sea por su efecto absoluto: el terror. En este desaliento, en esta lamentable condición, siento que tarde o temprano llegará el período en que deba abandonar esta vida y razón a un tiempo, en alguna lucha con el torvo fantasma: el miedo.” –Edgar Allan Poe-





Le han desparramado sus sueños y no es una niña. 
Se olvida de su edad cuando aparece, en la mitad de cualquier momento, el monstruo fatídico estirando sus escarchadas garras.

Dueño y amo absoluto de su vida, viene a inyectarle más veneno.
Abrazada al aire que araña su rostro, sabe que tendrá una lucha cuerpo a cuerpo con la nada gelatinosa que la embarga.
Lleva días perdiendo en este juego que no aprendió a jugar.


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¡Atajate que volvemos!


¡El Club Atlético de Poetas regresa para que no pierdas el estado físico del teclado, la pluma, la voz y los oídos!
El verano acabó, y el regreso se hizo esperar, pero acá estamos.
En Abril, el domingo 24, en el horario de las 19 hs, donde siempre, en Rie Bar Cultural,
estaremos empuñando versos y desarmándonos las médulas en una pura rebelión de vocablos.





Club Atlético de Poetas      

Domingo 24 de abril (Semana Santa)                      19 hs

                                      Rie Bar Cultural . 9 de julio 175, Bernal


Lectura de cuentos y poesías

"Empuñando versos", taller de poesía itinerante

+ Invitada especial: Revista Lamás Médula

+ Micrófono abierto (si escribís o cantás o recitas o improvisas o actuás o pintas o lo que sea, el micrófono está para vos!)

+ venta de libros y revistas

+ transmisión en vivo por Radio Hartares! 
Si no podes venir, escuchalo por www.hartares.com/escuchar 



Me parece que este mes, Oliverio Girondo nos juega un picadito, a ver si atajamos sus versos ensílabados entre los nuestros!


("He dicho 'me parece'. Yo no aseguro nada")



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Escribínos por cualquier duda: clubatleticodepoetas@gmail.com
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Se agradece difusión en agendas, publicaciones, colectivos, paredes y todo otro elemento de comunicación humana. 

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No tiene nombre

-pintura de Óscar Domínguez-

Algo le pasa a estos ojos calabozo 
que han puesto en prisión 
al pueblo de peces alados 
que me habita. 


En el fondo del mar están revueltos girando en círculos 




enloqueciendo por falta de nubes


esperando que abran las compuertas 
que dan a su cielo de salitre.

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Tiempo beat que me hiciste bien

El sábado me invitaron a escuchar a unos tipos que cantan temas de Los Beatles.
Me pareció divertido y aburrido. Las dos cosas al mismo tiempo. Si, soy un ser contradictorio.
Igual cuando salí de la radio, fui para allá. El lugar no era de los mas bonitos, ni la iluminación, ni lo que se comía, ni las mesitas, ni las sillas. Nada me gustó. Todo era medio triste. Yo estaba triste además, así que todo me parecía mas abatido todavía.
Nos esperaba un sitio que había reservado mi amiga. La mesa estaba bajo una lámpara que a mi me daba la sensación de que la luz me iba a aplastar o me iba a hacer confesar hasta lo inconfesable. Quedé enfrentada a una pared gris, mirando unos cuadros bastante feos. Oh, todo me causaba rechazo.
Ganas de huir.
La gente que iba colmando el lugar tenía la misma expresión desolada que yo, los ojos cansados, las manos crispadas, la ropa oscura, el pelo deslucido. Las tinturas hacen estragos en el cabello de las mujeres, pensaba al mirar esas cabelleras bajo las luces del confesionario.
El lugar se fue llenando de gente disuelta, fueron saliendo pizzas, mezcladas con cafés y panqueques con dulce de leche y cervezas y picadas y más cafés con crema y helados, todo bañado con mucha luz blanca que me iba oscureciendo por dentro cada vez más.
Hasta que llegaron ellos, los beatles falsos.
Uno se parecía levemente a George, sólo que era bajito, pero cuando se trepó a la silla alta, se le pareció bastante. Ringo no estaba, pero el que hacía de Paul y John se lució, el tercero sólo tocaba la guitarra y estaba completamente pelado, no era un beatle.
Es increíble cómo una canción legendaria es capaz de rescatar de la agonía a un puñado de gente solitaria y dormida.
Al verlos ni remotamente les tuve fe. Pensé para mis adentros “pfff, mas tristeza”.
Error.
Bastó sólo una canción.
Los tres tipos, si yo cerraba los ojos, eran los cuatro genios de Liverpool.
De manera insólita, la gente empezó a recuperar por un rato la vida. Mientras duraron las viejas canciones, los jovatos que estábamos semidestruídos allí, volvimos a la adolescencia, al pelo largo y abundante, los pantalones anchos, el amor y la paz.
Algunos que sabían inglés cantaban a todo pulmón, yo canté en mi inglés de mierda, pero canté y cuando bajaron las luces de confesión y encendí una velita solitaria que había en la mesa, casi fui feliz.

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Las flores de ayer


Todo iba perdiendo sentido, incluso lo que estaba por empezar tendía al desvanecimiento.
No pude seguir.
El libro quedó por la mitad sin que pudiera volver a abrirlo.
Ella se quedó corriendo por una playa desnuda, ensordecida por una sangre bravía que le gritaba por dentro unas cuantas verdades que no le gustaba oír. Acurrucada en su pasado lo tiró al fuego y se puso a temblar de frío.
Mis manos de gelatina no pudieron sostener la página del incendio, se derritieron como plomo líquido junto a mis brazos anclados de pena. En el balcón de mis ojos ardieron las flores de ayer, derrumbándose frente a un horizonte borroneado en carbón, creí verme en ella cuando rumbeó para el mar.
Eran las siete de la tarde de un día borrascoso cuando la vi partir.

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Despoemas



Cuando uno toma distancia de lo que ama, 
se aleja de si mismo.


Como un abejorro ciego doy vueltas sobre el néctar de esta idea, clavando el aguijón una y otra vez hasta reventar de flores, para volver a mi nido de barro, a puntear despoemas y humedecer las paredes que engrosan el musgo del miedo; viviendo en las sombras.

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No sé para qué escribo.



Escribo para que no suceda lo que temo-dijo Alejandra- para alejar lo Malo.
Como terapia, como un conjuro, como un ruego, como si dijera una oración, yo que cuando digo oraciones las mezclo y reinvento.
No sé para qué escribo.
Una vez lo supe y me olvidé. No está bien olvidar lo que nos tiene a resguardo.
He perdido esa memoria entre las nubes, ese camino de hilos se ha enredado y ando extraviada en un laberinto del que no se cómo se sale.
Mi pulmón pierde altura.
Si pudiera escribir para que no suceda lo que temo, lo haría, pero esta herida mía se agrieta mas y mas a medida que la envuelvo,
ya no resisten mis letras
convertidas en gasas pútridas
se desintegran al vuelo.

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Lluvia de abril


Amaneció Buenos Aires completamente deslucida y oscura. El ambiente es una masa melancólica, descolorida, silente.
Empezar el día con unos mates y un aguacero, está bueno.
Me gusta escribir cuando llueve, aunque también me gusta escribir con sol, con luna, con tormentas, con pintores de paredes, debajo de escaleras, en medio de un viaje, semidormida en la madrugada, mientras cocino o me pruebo ropa. En realidad siempre me gusta escribir y si llueve hay fiesta, pero cada vez me veo menos.
Como si me fuera borrando y para escribir necesito verme.
Miro para afuera ya que para adentro no se ve nada y no hace otra cosa que llover.
Llueve y llueve agua de abril.
"viento del sur, oh lluvia de abril
quiero saber dónde sebo ir" -sui géneris-
El viento del sur quedó entre las letras de Charly.
Una vez conocí a un tipo que sólo escribía los días de lluvia. En ese momento pensé que el día que se le diera por escribir la gran Rayuela de su vida, la íbamos a pasar muy mal. Pereceríamos ahogados o la novela iba a demorar décadas en tomar forma.
Lo cierto es que lo entendí, a pesar de que me imaginé, ayudada por este humor sarcástico que tengo, las diversas situaciones de escritura del hombre y me divertí mucho pensando en momentos incómodos de inspiración para un escritor, como por ejemplo que la lluvia lo agarre en medio del baño de su trabajo y desde el tragaluz que siempre da a un patio interno y gris; escriba parado en el inodoro, en su pequeña y sucia libretita, un poema que hable de las dificultades de ser el endeble equilibrista de un amor infecto.
Ahora debe estar acurrucado en algún hueco que le dio un refugio inesperado, garrapateando una de sus historias truculentas y lóbregas. Agitado, húmedo intentando no se le escape ninguna palabra pasada por agua y a punto de hervir entre sus dedos.
Qué suerte tiene, yo no hago otra cosa que mirar cómo el agua se derrumba por el vidrio del ventanal, sin que nada me lleve a mí. A ese rincón tibio donde me encontraba. Donde era más yo que en ninguna otra parte. 
Esa comezón interna de correr atolondrada a escribir, la he calmado con pastillas de colores que son como soles ficticios. Como barredoras de nubes, trapos para días en que las venas se atascan de barro.
Ha disminuido la intensidad del agua y algunos pájaros se atreven a cruzar el cielo. Aves sueltas y mustias, pesadas aves de otoño cruzando el abismo de mi paladar y saltando de jeta al teclado, para perderse sin tenerme.
Qué rabia, me gusta escribir cuando llueve, pero desorientada como ando, no es tan fácil que las palabras me encuentren al doblar la esquina.




(encima cuando me encuentran las borro, grrrr)


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Borré todo el post de "viejos son los trapos"

Menos Genín, Acapu y Toro que tuvieron la gracia divina de entrar antes de que a mi se me ocurriera meter la pata (gracias chicos por sus comentarios), el resto se salvó de tragarse el post que había subido en medio de un día de furia.
Era largo como esperanza de pobre, me acuerdo que se los advertía y tenía un final amargo.
Recién (releyendo lo que había escrito, y muy conforme con todo lo que aún endemoniadamente fúrica había escrito y si tuviera fuerzas lo volvería a escribir) encontré una maldita falta de ortografía y se me ocurrió corregirla y de ahí al desastre un solo paso: borré todo el post.


Ahora me voy a colgar del jacarandá que hay en mi patio, seguro no me va a sostener, me voy a caer y quebrar algo. Así voy como buen pato criollo, cada paso una...

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Viejos son los trapos

¿No es cierta esa frase que decía mi abuela de que “viejos son los trapos”?

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Remolinos



Los gritos rasgados al viento
no llegan a ninguna parte
se quedan 
espigando remolinos
en el aire.

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