se esconde tras tus ojos
y que tu blusa atora sentimientos
que respiras...
-Trátame suavemente- (Soda Stéreo)
Él llegaba siempre temprano al local nocturno, se ubicada entre las mesas cercanas a la tarima donde ella bailaba y pedía un trago y luego otro y asi hasta entrar en una bruma de lujuria.
Ella bailaba sola todas las noches de su vida, las luces la envolvían hasta hacerla desaparecer y por suerte ella tenía la capacidad de ya no estar mas ahi, lo que mas le gustaba de ella misma, era esa capacidad de abstracción que tenía.
Él sentía por bien gastado su dinero, nada mas con ver el momento en el que ella "piraba".
Bailando, raspando el piso, girando una y otra vez sobre si misma y sobre los ojos de todos se perdía. Moviendose frenéticamente, como si rítmicamente la invadieran descargas eléctricas, ella fue borrando su contorno y dejándolos sin ella, de a poco los fue dejando con la puta.
Los muchachos sentados en la barra iban para verla bailar y gritarle guarradas, no les importaba otra cosa mas que su silueta buscándolos en las sombras.
Solo él queria quedarse con la esencia de esa mujer.
Eso lo diferenciaba del resto.
Los demas hombres con sus vasos de alcohol, siempre con hielos girando, al mismo compáz que lo hacia ella, eran parte del espectaculo.
No faltaba nada mas.
Ella casi desnuda perdiéndose.
Ellos pagando sus tragos, sus hielos inconmovibles, su líbido aturdida y su neblina permanente.
Y él esperando el momento, dejando atrapado debajo de su ropa lo que lo mantenía con vida. La respiración contenida que moría por salir. Las palabras atragantadas siempre.
La música daba igual, pensaba ella, solo había que dejar pasar unas horas y moverse y despues volver a su casa. El dinero era urgente y ella lo unico que sabía hacer bien era bailar.
Y ahí estaba, sin estar.
Al final de la noche algo parecido a una mujer se bajaba de la tarima, corría entre manos frías de hielos revueltos, manos ardientes de deseo y llegaba hasta su camerino, donde la esperaban algunas flores baratas, algun que otro señor que evidentemente acostumbraban a pagar por amor, y por supuesto estaba él, que timido hasta la estupidéz nunca encontraba la palabra adecuada para decirle que él queria capturar su esencia y torpe por completo se enredaba en tartamudeos imbéciles y ella terminaba cerrándole la puerta en la cara.
Jamás era digno de una mirada de ella.
Luego de abollarle la puerta en la nariz al tartamudo, estaban sus ropas, el demaquillador y el silencio.
Ella se arrancaba lo poquito que tenía puesto, se calzaba sus jeans, la remera de siempre, el saquito tejido por su madre, se tiraba litros de crema demaquilladora en la cara, hasta encontrarse otra vez con la muchacha que habia debajo de la puta y salía sin mirar a nadie.
Una vez en la calle, se daba cuenta que habia regresado, que estaba dentro de su cuerpo, que en la esquina el "bondi" estaba por llegar, que por la hora que era, encontraría lugar para viajar sentada, que la nena antes de salir estaba calentita y que por ahi ahora volaba de fiebre, pero que le iba a poder comprar el antibíotico, que qué suerte que esta noche fue fácil y que se terminó rápido.
El "bondi" entró a perderse en unas calles inmundas e intransitables y ella se paró, qué suerte pensó, ya llegué, hoy parece salirme todo bien, se dijo.
Y él se incorporó de un salto, detrás de ella y se puso a pensar con la cabeza que se le quemaba en absoluto incendio.
Ella se bajó, sin darse cuenta que detrás suyo tambien bajó alguien mas. Entró a caminar por esas callecitas negras, sin gatos y sin lunas.
Con perros hambrientos y agotados.
Callecitas angostas, de ventanas que se tocan unas con otras, de vidas que de tan cerca que están son todas una, de gemidos y golpes, de balas perdidas.
Estaba contenta porque a esa hora todos estaban tan borrachos que ni molestaban, ya habían golpeado a sus mujeres, ya habían violado a las chicas solas, ya habían acuchillado al narco que vendía "falopa" en el kiosko de la esquina, ya no quedaba nadie en las calles a esa hora.
Solo sus pasos, desencadenando la locura del pobre tipo que atado desde siempre de pies y manos, con su lengua inutil para el habla y con sus flores secas de tanto aguardar el momento mejor, estaba decidido a todo.
Iba a matarla, así nadie mas la veía sufrir en la tarima, así ella no tenia que girar noche tras noche hasta desaparecer, así él se la quedaba para siempre entre sus manos, mientras ella por fin se dignaba a mirarlo.
La iba a matar para no tener que temblar jamas, cuando tenía que hablarle.
Ella iba a sentir sus manos por fin, ella iba a conocer el timbre roto de su voz, iba a escuchar como su corazón loco pidiendo muerte la apretaba contra la pared mas cercana.
De un salto sus manos la tomaron por completo y la arrastraron hasta un recodo que había en la pared de la esquina, ni se molestó por estar bajo el haz de luz, no había nadie en las calles y en caso de que hubiera habido le hubiera encantado que vieran cómo la apretaba en sus manos, como se le acercaba a su boca y mientras ella se quedaba sin aliento él la besaba, cómo él se dajaba ver por ella por primera y ultima vez, que lo mirara, que lo mirara, que lo mirara mucho, hasta el hartazgo, como nunca lo iba a hacer, que lo viera total despues ya no lo iba a ver nunca más, que él estaba vivo y con ganas, que tenía algo que decirle y no le salía, que solo le faltaban palabras sin trotar, pero todo lo demas estaba intacto.
La esquina era un tugurio, daba miedo bajarse allí y ella se bajó.
Él sacudió su cabeza hirviendo y con ese gesto quiso que todos sus pensamientos lo dejaran en paz. La puerta del "bondi" se cerró y los ojos de él la miraron hasta perderla, hasta que su cuello se lo permitió, hasta que no se pudo dar mas vuelta.
Despues se acomodó en el asiento, se acurrucó en su campera de jean, se bajó la gorra y se dijo, que otra vez será.
-Esta noche mejor la olvido, otro día la mato o me animo y le pido amor-.
"No quiero soñar mil veces las mismas cosas
ni contemplarlas sabiamente
quiero que me trates suavemente."