Es que el otro día me harté de su respiración en mi oreja y la despedí poco mas que a los gritos. Le dije bien clarito que se fuera. Que me dejara tranquila hacer las cosas, que el sol estaba ahí radiante en la ventana, que me gustaba el otoño y sus hojas, que no me pusiera a mirar los días como si fueran una especie de peste bubónica que se descuelga del calendario, que no me estuviera revolviendo el pensamiento con la cuchara de madera como a un guiso quemado, que ya estaba bien.
A buen entendedor, pocas palabras.
La desterré, después me sentí una genia.¡Viva yo!
Esta mañana: abrí un ojo, nada por aquí, nada por allá, todo parecía fantástico y salté de la cama.
¡Ay, la p…!
Una punzada en la planta de mi pie, hay que tener puntería para clavarse la única esquirla de vidrio que no se de dónde salió y fue a parar al pie de mi cama. No queda otra que sacarla de ahí. Me dirijo al baño a buscar una pinza y…¡Otra vez! Y otra y otra y el pasillo parece la cama de un faquir, espantada miro el piso esperando ver clavos de punta y no hay nada. Sin embargo mis pies arden como si estuvieran caminando sobre cientos de puntas.
Es ella, la expulsada que vuelve. No sé cómo llamarla, pero está aquí, recluida en la planta de mis pies.
No es sencillo quitársela de encima... no se va a ir a la primera... está agazapada esperando una debilidad... la conozco bien... ;)
Hemos de idear un plan para asesinarla.
Y que parezca un accidente.
Besos.
Qué maravillosa forma de describirlo Pato, impecable e impagable!!!
¿y si nos vamos a divertir un rato al manicomio de Toro?... yo te acompaño, estoy de parabienes para eso!!!
Un abrazote!!!
Hay que teminar a como de lugar mi amiga!!!
abrazo
Eso te pasa por andar descalza...de pies y sentimientos (como yo, bah)
Si la tienes a tus pies, la solución es fácil, los metes al baño Maria en una solución de agua de rosas, debiera de funcionar...
Salud y besitos