En la vereda de mi infancia crecía una flor extraña.
Cuenta mi madre que la había plantado cuando terminaron de construir la casa. Siempre florecía en primavera, para mi cumpleaños, era de color rosa muy suave y en su centro tenía unos pistilos amarillos que me dejaban la nariz pintada cada vez que me agachaba para oler el perfume. Ahora no recuerdo el aroma, se me ha perdido en la memoria.
Yo no sabía, era una flor en extinción. Dejé de verla cuando mi madre remodeló la vereda de aquella casa nuestra y las quitó de unos canteritos que había. La vereda le quedó espléndida y ancha. Mi pueblo, el de mi infancia, se caracteriza por sus veredas y calles muy anchas, son como avenidas. La vereda de mi infancia era como un campo rodeado por esas florcitas. Que se amontonaban en matorrales sueltos en los canteros y yo creía que siempre iba a ser así, que siempre iban a crecer salvajemente llevándose el mundo de los pies por delante. Nunca me imaginé una vereda toda repleta de baldosas, una vereda por donde pueden pasar dos autos o cuatro bicicletas o un tren. Sin embargo puede pasar todo eso y tal vez todo eso fue lo que se llevó para siempre esas florcitas que ni su nombre recuerdo.
El otro día las vi en un jardín de por acá y me quedé mirándolas largo rato. Las miraba, no sólo desde quien soy ahora, sino desde quien era, cuando eran mías. Respiré el viejo perfume que me trajo enseguida la brisa y me llevó tan lejos como pudo esa mano de pólen amarillo y desparramado.
Ahí estaban mis florcitas rosas.
Yo era chica entonces y pensaba que crecían nada mas que en los canteros de mi barrio.
Hoy que soy un poco mayor
(había escrito "bastante" y lo he cambiado por "un poco", no exageremos) creo que bajan del cielo, en noches cerradas, en mañanas de veredas anónimas y extraviadamente remotas, bajan del cielo mis flores rosas. Se abren como paraguas de luz y me cubren toda. Ya se que se están extinguiendo, no sé si eso importa. Todo parece desdibujarse en la memoria, pero las he vuelto a ver el otro día, después de una eternidad sin ellas y al recordarlas, se abren para mí como estrellas que me guían, se abren sólo para mí, en mi cielo.
Jo con las florcitas...
Como emocionan.
Besos.
Esa infancia con flores en extinción debió ser increíble. Tienes una forma de mirar las cosas tan personal...
Disfruta de tus recuerdos infantiles y de las sensaciones que te traen. No todo el mundo tiene la suerte de haber sido niño.
Un abrazo enorme, Pato.
¡Que genial!
Por eso, ni tu ni yo envejeceremos jamás...
Besitos y salud
bellezas que la memoria rescata en una imagen casi olvidada...pero el cuerpo registra todos los aromas, basta que un día un paraguas de flores nos cubra para que nuestros ojos corran hacia un cantero de infancia. Nostálgico y bello. Un abrazo grande
Es hermoso recordar con un aroma todo elpasado...
Besos con cariño
Me gustó mucho Pato, tiene una frescura de infancia, parece contada esa primera parte por una niña, Piccaso decia, pinté toda la vida para volver a pintar como un niño y eso, eso es lo que sentí cuando leí tu historia, sentí que me la contaba una niña con esa sinceridad y esa inocencia, esa simpleza de las cosas pequeñas como los pistilos manchándote la nariz o el hecho de ver la vereda como un campo, como ven los ojos de un niño el mundo enorme que los rodea o ese sentimiento de que las cosas van a ser/estar siempre así, como esas florcitas en primavera. Muy lindo Pato, muy bueno!
“Respiré el viejo perfume que me trajo enseguida la brisa y me llevó tan lejos como pudo esa mano de polen amarillo y desparramado” Muy bueno!
Qué impactante es encontrarse con un retazo de la infancia. Un retazo en el hoy tan distinto y tan igual.
Me emocioné mucho Pato, y eso de "un poco mayor" es lo que corresponde jaja. Este sentido del humor que tenés puesto en las letras me pareció fabuloso!!!
Un abrazote grande!!!
Un relato bastante poético, me gustó bastante. Tienes unas imágenes verdaderamente bonitas. Dulce y tierno.
Saludos cordiales,
Muchos besos.
Las veredas de Pehuajó se llenaban de manzanillas y el olor perfumaba toda la calle y el olor tierra mojada qe dejaba el regador era el anuncio de la llegada del verano. Ya casi no quedan callecitas de tierra y las manzanillas se niegan a crecer cerca del asfalto.
Te dejo en mi blog un Inventario Infantil.
Hola querida Pato, lindos recuerdos que guardamos en la memoria, como algo perdido en un cajón y cuando salen, ay, descubrimos a quienes traen de la mano. Gracias Pato, por la sensibilidad que despiertas.
http://www.google.com.mx/imgres?imgurl=http://elnirvana.files.wordpress.com/2009/08/salvador-dali_5.jpg&imgrefurl=http://elnirvana.wordpress.com/2009/08/28/salvador-dali/salvador-dali_5/&h=1205&w=855&sz=182&tbnid=bGQ7VuxsZN_egM:&tbnh=267&tbnw=189&prev=/images%3Fq%3Dsalvador%2Bdali&zoom=1&q=salvador+dali&usg=__6lIUERR7HAmzjdGLbMAPaThT2dw=&sa=X&ei=IrCsTIeKNInmsQPmwrTaAw&ved=0CBwQ9QEwAQ
ESPERO QUE RESULTE LO QUE PRETENDO ENVIARTE, 'MUJER EN LA VENTANA' DE DALÍ, MI SUPER PREFERIDA.
Puedes apuntarte otra,jacarandá.Otra vez me has robado el corazón.Mañanas de veredas anónimas y extraviadamente remotas...¡qué maravilla!y yo que transito en estos días del incipiente otoño invadida por los recuerdos y la melancolía,siento que esas flores con su mano de polen me acercan a tí.Un beso***
Esas florcitas siempre nos llevan en sus recuerdos, también. Es una manera de no extinguirse jamás...
Gracias. Voy a intentar escuchar algun dia tu programa, sino igual me sigo pasando por acá, o por allá, o por esas calles anónimas...
A mi también se me ha olvidado por completo el olor de aquella flor
:(
Me conmueves con tu dulzura, fecundando surcos en que el viento reflexiona. Un ramo de sonrisas pequeñitas, como la niñez bendíta que acabas de despertar.