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Trigal con cuervos | Vincent Van gogh |
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"Son vastos trigales debajo de atormentados
cielos, y no necesito salirme de mi camino para intentar expresar tristeza y
extrema soledad" (VG)
Le costaba leer los cartelitos al costado de cada pintura. Había dejado los anteojos olvidados y toda las letritas se le
volvían hormigas movedizas. Tal vez pensó en volver a buscarlos,
pero era tal el gentío que decidió seguir la exposición de
Van Gogh así, un poco ciega y otro poco recurriendo a la imaginación y a la memoria. Se dio
cuenta apenas llegar al barrio de la Boca, que había partido en la Bombonera, que intentar entrar en los recovecos
de sus calles, buscar un estacionamiento, caminar contra la corriente de toda
la multitud de fanáticos que iba para la cancha había sido un error. Dejó el
auto donde pudo y caminó mezclada entre banderas, cánticos y bombas de estruendo capaces
de dejarla sorda de por vida. Todo ese folklore que gira en torno al barrio
estaba vivo ahí bajo sus pies, comprobando que esas calles no tiemblan sino que
laten. Olvidarse los lentes era una circunstancia que sólo iba a quedar ahí, no
se le cruzó ni por las tapas volver tras sus pasos a buscarlos.
Estaba sacando
una entrada para una exposición de arte que no sabía si iba a poder ver. A poco
comenzar el recorrido los colores intensos de mediodías con un sol, le
encendieron las ganas. Se entrelazaban los soles de día y de noche con
habitaciones sombrías y rostros solitarios. Esas imágenes de lo invisible que
tan bien supo captar Van Gogh, las pinceladas que casi se podían tocar con la
punta de los dedos y el recuerdo de algunos fragmentos de las cartas que Vincent
le escribiera a su hermano Theo se le venían a la memoria, así como ráfagas.
Cartas donde el pintor iba explicando esos cuadros, los hallazgos de cada
color, los posibles marcos, cómo distribuirlos formando un tríptico. Leyó que
nada escapaba a su vigilancia, desde Arles. Pudo leer eso a pesar de las letritas hormigas. Alguna palabra le
hacía imaginar el resto, insólitamente lo había leído a Van Gogh, casi más que mirarlo. Esas
lecturas la ayudaron a imaginarlo a él en ese tiempo, su obra consumiéndole
todas las fuerzas, la soledad que puede verse casi materializada en cada paisaje
y esa enfermedad que tuvo que aceptar para seguir viviendo. Era evidente en sus
autorretratos cómo la locura o vaya a saber qué, lo iban desgastando. Ella parada ahí, sintiendo cómo ese dolor le mordía ahora el cuello y los hombros, mas tarde una rodilla, luego quien sabe, que pudo atravesar aquél semblante melancólico.
Todo iba más o menos bien, hasta que entró en una pequeña
habitación oscura, allí desde una pantalla se podía ver uno de sus cuadros en
3D. La imagen era apaisada, infinitas espigas amarillas, ocres, marrones. Las
trazos verdes parecían formar un camino entre medio del campo de trigo que se
abatía groseramente por unos brochazos de azules diversos y el negro que parecía
tener alas.
Estaba allí con unos lentes rojos para ver en 3D cuando de
la pantalla comenzaron a escapar unos cuervos que se hacían mas grandes cada
vez a medida que se acercaban a ella. Instintivamente se cubrió los ojos con
sus manos y se corrió para dejarlos pasar, tan reales eran. Creo que emitió un
gritito inesperado causado por la impresión. Luego se quedó allí aguardando que el campo se
volviera a formar tras los rápidos trazos que hacían crecer el trigal, el cielo
atormentado que de un momento a otro iba a soltar esos pájaros oscuros una y
otra vez.
Yo no sé cuánto se quedó allí, parecía haber descubierto algo. Una
especie de revelación. La gente entraba y salía del cuarto tirando los lentes
que colgaban de una tanza, con la indiferencia de quien ha visto una obra mas, pasando
a la siguiente sin llevar sobre sus ojos el descubrimiento reciente o la
comprensión definitiva de un artista o algo semejante a eso.
Ella salió del cuarto oscuro y se sentó en un banco que da a
un ventanal que mira a la autopista, los autos pasaban velozmente, casi como
los cuervos. Se sentó completamente ausente del mundo que la rodeaba, la
exposición había perdido significancia, sólo estaba bebiendo la imagen de la
ventana. Buscó en su mochila un cuadernito de anotaciones y dibujó el ventanal
enorme que tenía enfrente, el cielo que atardecía poderosamente gris y también
los autos atravesando los vidrios, invadiendo el ambiente de manera
apocalíptica.
Estaba absolutamente conmovida mirándola, a pocos pasos de
ella estaba yo con mis pensamientos oscuros y mis alas, mi trigal, mis caminos
entrecruzados que no me llevan a ninguna parte, la propia turbulencia de mi
cielo y esa desolación inesperada que se me viene encima a veces, que me deja
tirada de espaldas contra las cuerdas, para irse después descomponiendo mi
horizonte, dejándome inconclusa y sin fuerzas.
Tú a pocos pasos de ella y yo casi la veo también gracias a ti.
Espero que la desolación se aleje como los cuervos.
Besos.
Mucho peor hubiera sido haber confundido los autos con los cuervos y que los primeros la arrollaran...
Besos y salud
La angustia y desolación pueden cargarse como una cruz o saber llevarla como hace tu protagonista. Es hermosa tu narración, uno puede ver cada detalle que describes.
Felicitaciones!!!
La desolación como un pájaro enorme cae sobre nosotros cuando menos lo esperamos.O aunque la esperemos, nos deja, como dices, inconclusos y sin fuerzas.
Un abrazo***