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Christopher Meder |
Me detengo en esta hora, oscurecido el cielo, frías las
manos que viajan lentas por el teclado buscando una conversación antigua y hay
silencio. He perdido el hilo en esta maraña de días en los que el dolor me
puede y ya no me asomo a contar nada.
¿Qué decir? ¿O cómo decir este tiempo? Ando aturdida por lo que veo allí afuera, por lo que siento aquí adentro.
Me escapé
y aparecí acá, en este patio blanco, en esta zona de frontera donde el viento me cala los huesos. No
veo más que cercos caídos y pastos. Mis caminos se han llenado de yuyos a
fuerza de no pisarlos, extravié la huella sagrada y me encuentro aquí sin
saber cómo decir que no sé para dónde ir. Que no hay lugar para mí, que mi voz ya
no se estampa sobre la tierra. Que resbalo.
Este grito descolorido y yermo apenas llega la noche es un
lobo inquieto que pellizca las esquinas de mi cuerpo y me recuerda que aún vivo.
Aún vivís... por ahora es suficiente; más adelante las cosas empezarán a tomar otro color, otra cualidad. Que vendrá de adentro.
Siempre es de adentro para afuera.
Hermoso texto, un grito silencioso, que desgarra más que un aullido.
Un abrazo.
Que sentida confusión, me resulta tristemente conocida...besos
En mi corazón tienes siempre un lugar.
El mejor.
Besos.
Precioso relato, muy bonito, besos.
Pues conmigo lo has logrado, te has comunicado maravillosamente, mientras leía, al instante estaba metido en tu espíritu tratando al menos que no pasaras frio en tu interior dándote mi calor espiritual, mis mejores vibras, espero que las sintieras.
Es lo que tienen las palabras, al final siempre expresan mas o menos concertadamente, con poca o mucha precisión, nuestros sentimientos del momento, aunque solo sea eso.
Besos, salud, y todo mi calor humano...
Cómo conjurar todo ese caos de ahí afuera, y el de adentro?
Un abrazo.