
Siempre a la vuelta de alguna parte hay un supermercado chino, atendido por sus propios dueños. A la vuelta de la casa de Emilio hay uno que es atendido por Lin Yi, un tipo endiabladamente enjuto. Parece chino, pero Emilio sospecha que tal vez sea ponja por sus ojos saltones como bolas de billar, o tal vez esa cabeza redonda y chata como una luna llena se deba a que en vez de chino es coreano.