Simpleza


Hay veces que los sueños te vienen a buscar, vos ni ganas de remontarlos y ellos van atrás tuyo, volando a tu altura, rozando tus ganas.
Murmurando en tu oído cosas impensadas.
Y vos ahí, tan frágil, tan mirame y no me toques, tan mejor seguí de largo, y el sueño empecinado por meterse en vos, por abrir tus alas y volar como un chico atravesando el campo al atardecer, con el corazón encendido y los pasos mágicos.
Así de simple se hacen realidad algunos sueños que nunca alimentamos.

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Mi cuarto propio

Estoy herida de muerte, blogueramente hablando.


Una serie de contratiempos* me tiene en terapia intensiva.
Un respirador me apuntala, pero es en vano, mi vida aquí es sólo vegetativa.



Contratiempos fáciles de contar

*(los difíciles me los guardo)


*Uno de los contratiempos con el que vengo luchando desde hace un tiempo es el tema de los comentarios (siiii, otra vez con la misma cantinela, ya he escrito sobre eso por aquí) y he tenido paciencia, y todo sigue igual. Yo luchando a brazo partido para dejar algo de lo que siento o pienso cuando leo un blog. Me siento egoísta si ustedes pasan por aquí dejando sus huellas y yo no dejo ni rastros en sus espacios, en algunos puedo dejar como anónimo, pero en otros ni eso! Repito, no es que mis huellas sean geniales, pero entiendo que es como devolver un saludo en la calle, ser amable con el otro que te saluda. Educación. He pedido ayuda a blogger, estoy esperando se dignen, me respondan algo y me orienten.

*Otra cosa que he pensado en relación a esto, es cerrar los comentarios. Nunca lo hice, me gusta leerlos, me sirven de estímulo, me siento acompañada, sé lo que genera en el otro lo que escribo. Siempre me pareció demoledor entrar a un blog y que no exista la posibilidad del ida y vuelta, pero ¿qué hacer en este caso?
Francamente esto me quita las ganas.

*Otro punto en contra es que lo que escribo no lo subo porque es largo y nadie lee una parrafada, cosa que entiendo. Entonces escribo cortito, encriptado y horrible. Y por lo general termino escribiendo sobre este estado de ánimo que me domina y no sé si tiene mucho sentido para ustedes leer un bajón.

*Grrrrr!!! Arghhhfff!!!!!!!! Recórcholis!

*Ahora pienso en esa canción de Andrés Calamaro, que dice “me arde, me está quemando, estoy disimulando” y que ya dejé mi sangre en la arena.
Yo ya dejé mi sangre en la arena de este blog.
Me consta.
¿Qué dejaré de ahora en mas? ¿El agua pútrida de los jarrones? ¿Un té desteñido y frío? ¿Acrílico carmín diluído?

*Entonces me persigue la idea de cerrar el blog definitivamente

* (...silencio, días de silencio y de mirar la cerradura y las llaves)

*Y como es de esperar, tooodo este cavilar a la hora de entrar a mi blog me vuelvo triste. ¿Cómo dejar este lugar si es mi “cuarto propio”? ¿Alguno de ustedes ha leído Un cuarto propio de Virginia Wolf? Bueno, este blog es eso para mí. Mi espacio ganado al espacio. Mi tiempo ganado sobre todos los tiempos que abundan a mi alrededor.
¿Qué es lo que sucede entonces que cada me cuesta mas abrir esta puerta?

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No es olvido



No te olvidé.

Ahí estás bailando entre las nubes de esta mañana taciturna y sacudiendo ácaros. Me mirás con los ojos descalzos y yo estiro mis manos vacías, tan vacías que se mezclan con el aire y desaparecen antes de hacer contacto con eso que sos. Un puñado de hojas amarillas.

No te olvidé, día tras día veo cómo se me muere mi delirio cubierto de polvillo, pero no es olvido.

Tiene otro nombre.

Impotencia- Incapacidad- Inutilidad-Ineficacia-Incompetencia- Inhabilidad

Sinónimos varios de no poder, ya ves no es olvido.

Un día, tomaré una pala, me perderé en el fondo de la mesa donde escribo, cavaré profundo y me hundiré en la distancia de un sepulcro.

Ese día te habré olvidado.

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Laberinto


Perdí la cuenta del tiempo que llevo deambulando por estas intrincadas calles.


No hay salida.

Sólo más y más recovecos por donde voy apareciendo en mis diferentes versiones, porque lejos de disiparme entre los muros y desaparecer en las sendas borrosas, mas me encuentro.

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Estiaje

"Tuve tal paciencia

que ya nunca olvido"

-Rimbaud-



Tengo pocas virtudes, una de ellas era la paciencia.

Solía esperar por temporadas que sucediera algo. Disfrutaba imaginar la antelación de los hechos, los hacía y los deshacía a mi antojo y cuando sucedían, ya los había vivido de tantas formas posibles antes, que lo que estaba ante mí era algo inesperado, nuevo, diferente porque rara vez coincidía la reconstrucción de lo que podía suceder en mi anticipada fantasía o por el contrario sucedía lo que una y otra vez yo había supuesto y ¡plin! Se acababa el juego en un abrir y cerrar de ojos, como esos castillos de naipes que se derrumban al menor contacto con una ráfaga de aire.

Ese juego luego se me vino encontra, pero esa es otra historia.

Al comenzar mi escrito, hablo en tiempo pasado de una de mis virtudes y digo “era la paciencia” porque muy a mi pesar me he vuelto impaciente.

Y pareciera que junto a esa alteración de mi persona, he ganado algo así, como un ramillete de flores naturales que con el correr de los días como es normal, se van ajando. Un ramito de hierbas aromáticas que tienen que ver con la memoria y cosa extraña, a medida que crece mi impaciencia como un matorral seco en la desmesura de los días, el perfume de lo que no olvido se vuelve mas intenso, hasta que por momentos me embarga un profundo asco.

¿Será sólo un tiempo de aridez o me estaré volviendo un desolado territorio?

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Días difusos

Hace mucho que empezó el verano, ha pasado tanto, pero tanto, que creo: es el verano mas largo de la historia.

Pienso -ya pasó todo esto y aún sigue siendo verano-.

En medio de un tumulto de acontecimientos múltiples y emociones de todo tipo, tamaño y color, van pasando los días más largos del año, tan dilatados que no puedo tomar sus medidas de manera convencional.

Son días difusos, no los puedo definir con palabras o colores, no por falta de vocablos o ausencia de tonalidades, sino por el contrario, un exceso voces propias y ajenas me deja en silencio, un estallido de matices me turba y con la visión casi nula, sólo presiento que el día se dilata, que crece en un vacío impreciso y se desmorona en alguna parte sin que yo pueda atrapar el contenido, al menos para saber de qué se trata esta enormidad.

Estos días de verano van quedando suspendidos, prorrogados, tendidos al sol. Son como los relojes de Dalí, como las caras largas en las eternas esperas de los consultorios o la mirada perdida de los pasajeros en los trenes.

Este inmenso día de febrero, se me vuelve otoño entre las manos.

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Vuelve Perras Negras

Después de un merecido descanso
Vuelve el ciclo este sábado 12 de febrero a las 20 Hs, por http://www.radiohartares.com/ invito a quienes pasen por aquí a sumarse a la audiencia.

Para los que no saben de qué se trata, Perras Negras es un programa de radio que conduzco desde hace unos meses y casi-casi-casi, que ya me sale.
La idea es viajar en una palabra, ya sea a través de poesías, cuentos, historias, canciones, blogs, libros...Si se te ocurre alguna sugerencia para enriquecer el espacio, escribime o dejame un comentario en el blog.

Y si te interesa sumarte a la jauría, te espero en el blog del programa http://www.perrasnegras.blogspot.com/

Pato.-

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Canard *

Dicen, y lo he comprobado, que la escritura salva, cura, alivia, desinflama, arrastra, canaliza, drena, tranquiliza, apacigua, serena, o todo lo contrario. Es decir te mata, te enloquece, te lleva a hundirte en un pantano, te pone al borde de la cornisa, te anula, te escupe en la jeta, te maltrata, te humilla, te desborda, te hiere y todo lo contrario. Es decir, te presta alitas y vos te creés pájaro o avión o mariposa o aeroloma (especie extinguida de aeroplanos con forma de palomas o al revés) y volás. Y cuando sucede la maravilla del vuelo, vas así, contentísimo por el cielo infinitamente celeste, haciendo graffitis de tiza, letritas ingenuas, preciosas, con rulitos y de pronto se te ocurre rascarte el ombligo y mirás para abajo y, chau!


Fuiste.

Un ataque de vértigo mortal y caés en picada, sin alitas ni paracaídas ni nada, ¡¡páfate!!

Y para peor era un campo de cardos.

Magullado salís, pensando en que la escritura no te salva un carajo, te abolla la cara, te pincha un ojo por el que te quedás espiando.

Un agujerito triste.

Por ese mismo agujerito, después de un día, dos o quince, entra la garra de un monstruo, que con feroz devoción y ahínco logra abrir y hacer un boquete interesante por donde entra tan campante y como pancho por su casa. Y vos ahí con tu hojita siempre en blanco. O llena de garabatos que no dicen nada, pobre. Te ponés a escribir, a contar la historia del monstruo que entró por el agujerito y que hizo un boquete impresionante arruinando tu pared tan bien pintada y que está sentado en el rincón de tu cuarto y respira con ojos rancios y te mira desde vaya a saber dónde.

¿Entonces qué?

¿Te vas a poner a limpiar, a cocinar, a correr, a llamar insufriblemente a tu amiga por teléfono, vas a maltratar a tu empleado o empleador?

¿Te vas a pelear con tus hijos, con tu marido, con tu novio, amante o peor es nada, con tu madre, con tus vecinos, con tu mascota?

¿Adelantás el turno de terapia?

No.

Escribís como loca.

Pavada tras pavada, en medio de una agitación desmedida, buscando salvarte, es un acto reflejo, es el instinto de supervivencia. Vos ya sabés que eso no te salva, pero ahí estás a brazo partido intentándolo y en medio de esa cosa ridícula, en tus omóplatos empieza a salir algo. No es una joroba, es una especie de cuerpo alargado y con sustento en el aire gracias a que genera una diferencia de presiones entre su intradós y extradós, y ohhhh hete aquí que no se viene abajo y te remonta de nuevo en vuelo.

(Sólo que yo soy un pato criollo y no un pato francés, dicen también que los patos criollos cada dos pasos hacen una c----a)


* Dice Wikipedia: En aeronáutica, canard (‘pato’ en francés) es una configuración de aeronave de ala fija en la que el estabilizador horizontal está en una posición adelantada frente a las alas, en contraposición a un avión convencional donde está por detrás de éstas.

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En voz baja

El crepúsculo se pega a mi espalda como una gelatina, lo hace en voz baja.


En los techos vecinos está muriendo el sol, descarga en forma desmedida su último color. Es un grito sordo, un grito de luz que me convoca.

Mis ojos van en vano,


son como cieguitos tomados de la mano.


Bajo el rollo de la ventana de un tirón, para poder escribir...Lo de siempre...

La misma cantinela.

Blablabla-blablablablá-blablabla.

(Qué peste, hasta me ha salido rimado: vano y mano)

Igual se filtra entre las hendijas la fiesta naranja, estoy a salvo.

Y acá.

Hay en mí una contradicción interior, debo confesarlo.

En vez de estar acá haciendo nada, debería estar en otro lado haciendo algo y estoy ahora tan muda, tan apaciblemente callada y quieta escuchando este grito final y en él, a cada pájaro partir buscando su propio cielo, así como yo busco el singular e intermitente sonido de mi llamador de ángeles o el aleteo fugaz de las palomas en el patio.
O me demoro en el quejido de las maderas de mi casa, porque crujen de dolor sus huesos encolados, entonces como una enfermera autómata me levanto y enciendo una por una, las luces bajas, tal vez esa medicina calme el pesar de los muebles viejos...Que me voy quedando, pero no era eso lo que tenía que hacer yo, era algo mas. De otra naturaleza. Algo que no tenía que ver con estarse en silencio contemplando, yo tenía que ser presencia, voz, alegría, canto, y he sido esto, me he quedado a oscuras en esta fría tarde de verano.
Sin poder decir lo que siento, sin poder gritarlo.
Lo ha hecho el sol por mi, yo no he podido hacer mas que ver a medias el derrumbe de un cielo que denuncia su punzante amenaza de partida.

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