Bicivoladora


-Quique Gonzalez-

Si mañana todo sale bien, si haberme pintado de color verde esperanza me da un empujoncito, 
si los astros alineados marcan un camino, 
si la mar va en coche y si yo encuentro una bicivoladora,
 quién te dice, 
vuelva a los sitios donde nunca estuve


***

Feliz año para todos, 
les deseo lo mejor del amor y mucha salud, 
todo lo demás viene por añadidura.
Agradezco a quienes han pasado por aquí cada día dejando su voz, su semillita de ilusión y aliento a mis escritos, a los que han guardado silencio pero han andado por mis caminos. Todos amigos de letras, de sueños en el aire y de luz. 
Lo mejor para ustedes en el año que se inicia.
¡Los quiero!

Patricia

(me ausento por un tiempo con aviso)

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Tan lejos


“Tengo una nostalgia de domingo por llover”
-Victor Heredia-

hay un sol girando en mi cabeza
pero siempre me punza el costado llegar
al lugar donde tu mirada de cielo ya no está

para verte hay que ir a ese caserío de muertos
donde estás
tan lejos

la vuelta al mundo se detiene
para que yo la deshoje con mis manos.

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Podemos hacerlo


Cayeron brillantes de los ojos a las manos
cuando dije
-Sonríe
 lo que te digo es verdad-
Podemos hacer caminos de poesía
nada mas que andando
Altos caminos que bajen por las paredes internas
en escaleras caracol
 y se escuchen cien latidos 
al decir los versos 
que escribiste para una epifanía
en puertas 
que abren poesía
en mesas 
que escriben poesía
en dedos
que estrujan poesía
en baldosas 
que bailan poesía
-Sonríe
lo que te digo es verdad
podemos hacerlo-
¿Te sostengo la mandíbula?

Abalconada toda dientes se vino abajo
después que le creció un jardín.

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¿Y si todo fue una mentira?


Remisa en un rincón me olvidé de cómo era. Perdí el uso de los signos vitales tras la puerta del placard. Borré de la memoria mi idioma mas amable.
¿Para quién era que yo hablaba? 
Para quién era que yo explotaba entonces, que me abría, que decía, que cantaba. De qué material biodegradable estaban hechos mis sueños. Para quién yo juntaba hojitas y crayones. En medio de qué bosque se perdió la pizarra mágica.

El día exacto debe haber sido aquél en el que se me ocurrió mirar y ver.
Detonar el sinsentido. Prender el viento en mi garganta, abrir la canilla por donde se escapa el mar. Aflojar los resortes internos que ya ni me importaba sostener y caminar desde entonces como una marioneta fané.
Ahora despierto y no sé cómo funciono. ¿Qué es esto de no saber? Si era como salir de un sombrero y jugar a las visitas. Si del otro lado del desierto de papel, un pueblo habitado por mis ojos, era capaz de crecer, cómo es que ahora sólo levanto paredes de rastis y veo campos repletos de espigas secas.

No muchos, pero algunos días sobre esos muros plásticos dibujo grafitis y puertas que no van a ningún lado, ventanas que miran a ríos que no existen, árboles que suben hasta alcanzar nubes llorosas de humo, hormigas que arrastran letras a insólitas cuevas que persigo y nunca llego, miradas en las que hay un rapto de sorpresa, relojes que marcan un tiempo que se perdió en las carreteras del ayer, algunos días creo que vivo, pero me equivoco como siempre y muero.

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Pasto seco

arde 
un volcán en mi cabeza

llegarán mañana mis cenizas a tu huerto
y no sabrás que he sido yo
que inerte y floja
me dejé ir
sin un lamento
inflando 
el cielo
todo

de pasto seco

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Llueve otra vez

Ese barquito es de mentira,
el de verdad está hecho con una cáscara de nuez. 
Y no para de llover
No quiero ver qué pasa afuera, porque la garúa me hipnotiza, entonces cierro los ojos y quiero dormir y volver a entrar en la fiesta del sueño de ayer cuando abríamos las puertas y éramos otros
pero ahora siento que llueve
en el techo repiquetean las gotas
palabras escarpias acompasadas y húmedas
caen 
u
n

t
r
a

o
t
r
a

y es que llueve    
condena de escuchar siempre escuchar
cómo se desmoronan las gotas por las tejas y se desmayan en las paredes todas
chorreadas de musgo

t
o
d
a
s

sobre la blanca mano de cal
pero no quiero
cierro los ojos por eso
no quiero ver llover en círculos
ni agonizar palabras en la ventana
porque ya las vi todos estos días
y no dicen nada
mueren mudas y lentas como esa garúa chata
pinchando papelitos como alfileres
clavándose al techo de mi boca.
No miro, pero escucho.
Otra vez oigo ese sonido como de pajarito triste que camina en puntas de pie,
pero es agua que salta y pica y agujerea y crispa.
Y abro un ojo, miro por el agujerito miope y otra vez la misma calle escasamente iluminada y la esquina del café, a esta hora seguro que ya no queda nadie y estos ojos vacuos que van y miran y ven agua, ven calle, esquina, paraguas y mas agua
porque miran agua antes que nada.
Otra vez van a miran agua, porque llueve otra vez cuando yo quería que escampara.
¿Llueve? 
O son estos ojos tontos que se cierran 
y ven olas arrastrando barquitos de nuez con una banderita blanca.

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No se cómo llamar este post

Llevo 45 minutos buscando una foto que tengo en mi mente, pero no la puedo encontrar entre las chiquicientas imágenes de google. Y eso que busqué ilustraciones y fotos y nada me convence. 
Lo que pasa es que me sucede algo peor. 
Una parte de mi, digamos un 5 % de mí, busca la fotito alegremente porque no hay que mirar cosas feas por internet y otra parte, el 95 % restante, investiga, indaga, elucubra sobre otra cosa. Fea por cierto.
Del barquito sólo queda una búsqueda infructuosa y un leve agotamiento en mi vista, pero lo hago tranquila porque mientras tanto espero que entren a invadirme los síntomas del botulismo, y lo mas pancha espero ansiosamente comenzar a experimentar todas esas cosas horribles que pueden entrar a pasarme de ahora en mas. Porque entre foto y foto me estuve informando de lo horrible que es padecer una intoxicación con esa bacteria que no me acuerdo como se llama, pero les digo, daba miedo. 
Todavía me quedan unas horas para ver si estoy intoxicada o no. El desastre es muy reciente. Estaba escribiendo y me dio como un ataque de algo dulce y rico y me comí una guinda de esas envasadas en frascos y no estaba rica precisamente, o sea que mientras escribo esto puedo estar muriendo envenenada y yo tan feliz buscando fotos de barquitos hechos con nuez, porque eso era lo que buscaba, qué quieren que les diga, ya se que es una pavada frente a la posibilidad de estar intoxicada con botulismo, pero es la verdad. Cuando escribí la palabra "botulismo" recién, fui a ver bien lo que puede sucederme y entré a experimentar todos los síntomas, en especial calor en las orejas y en las manos. Eso no dice que vaya a pasarme, pero fue leer todo eso y yo comencé a carbonizarme viva, o sea que mejor dejo librado a la frondosa imaginación de ustedes, mis queridos los lectores lo que pueda llegar a sucederme y no les cuento mas nada. Sigo con la irrelevante historia de la búsqueda de la foto del barco pequeñito en medio de una tormenta inmensa, de esas terroríficas de los cuentos de marinos con monstruos y todo. 
No se rían, que yo tengo ganas de llorar, pero estoy haciendo una asociación espeluznante, ahora mismo mi estómago es un mar convulsionado y el barquito no es una cáscara de nuez,  es una guinda posiblemente llena de clostridium botulinum y 
¡¡¡¡¡¡¡¡¡aaaggggggghhhhhhh!!!!...

(ansío poder continuar mañana) 

Ya veo doble, conservo mi lucidez mental a pesar de la debilidad y todavía puedo hablar, cosa que debería haberse interrumpido, pues uno de los síntomas era que se perdía el habla, pero parece que se le complica a la bacteria interrumpir mi parloteo.

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No odio las fiestas, pero...


Estos días mis cables entran a pelarse y a hacer cortocircuitos, chisporroteos varios y en algunos momentos mis orejas ofician de chimeneas y humean alegremente como caños de escape, parece que odio las fiestas, pero no.
No odio las fiestas, por mas que desearía con locura tener el espíritu del Grinch y salir a robar las navidades por las calles de la ciudad, especialmente en esos lugares donde la Navidad se vuelve ostentosa y agobiante con sus villancicos estridentes y las lucecitas esquizofrénicas, pero soy pacifista y nada me hace mas feliz que estar en armonía y disfrutar de la familia. Y acá es donde empieza mi cableado interno a tener inconvenientes técnicos. La familia ha crecido tanto que se complica encontrar un día para estar juntos, todos juntos. Algunos años se consigue y otros años, como éste,  no va a poder ser. Entonces las luces por más que siguen como locas en su frenético existir, en mis ojos se vuelven lentas y empañadas y la música se desdibuja en mis oídos, porque lo que oigo es un murmullo de voces que ya no son, de risas que siguen sonando dentro de mí como ecos de fiesta que acabó, de papeles de regalos desgarrados al amanecer, de días que ya fueron…
No odio las fiestas, odio esta sensación que se genera en mí y estas ganas enormes de desaparecer por unas semanas, o perder la memoria para no ser asaltada por esos recuerdos que dejan tu día escondido en un rincón haciendo pucheros. Porque hay que ver cómo son de jodidas esas pequeñas apariciones del pasado que te salen de cualquier parte y te cagan el día por completo. Entonces desesperada busco una dosis de optimismo y me digo, bueno no habrá de “esto” pero “habrá de esto otro” y me vuelve el alma al cuerpo y la sonrisa otra vez se enciende y pongo luces y armo el arbolito y lo armo sola, encantada porque va a quedar perfecto y no lleno de cachivaches. Porque cuando lo armaba con mis hijas el arbolito era una especie de equeco al que le ponían de todo y ahora es un arbolito de las revistas de decoración y lo miro desde todos los rincones y ha quedado hermoso, y digo cuando vengan las chicas les va a encantar, pero cuando llegan ellas ni se emocionan cuando lo ven armado, ni nada, ah qué lindo -dicen- y nada mas (no sé yo qué esperaba que harían cuando vieran el arbolito, que les iba a dar una felicidad extrema y se pondrían a bailar el ula ula, qué se yo, nada)  y lloro mucho en silencio por esa pavada y estoy así tan triste pensando lo rápido que pasa la vida y como las he escuchado planear que se irán de casa el año que viene, a vivir solas, me apuro a pensar en este último año juntos, y eso inmediatamente me convierte en una fuente de agua. A 400 km de distancia y sin saber que estoy llorando a mares, me llama mi madre por teléfono toda feliz -yo me trago todas las lágrimas y cambio la voz ipso facto-  y me dice que el resultado de su estudio no es el mejor, el valor de los linfocitos no está del todo bien, pero se mantiene estable desde hace mucho, lo cual es bueno y no justifica una quimioterapia porque es una mujer grande y su estado general es bueno y mejor pájaro en mano que cien volando y para demostrarme que se siente muy bien, me cuenta que ha barrido toda su vereda, que es tan ancha como una avenida, “porque los tilos son hermosos nena, pero cuando se les cae el pólen son una pesadilla y tengo miedo de que pase una pobre vieja y se parta el alma”. Una pobre vieja, mas vieja que ella claro. Y nos despedimos y me siento feliz de tener una madre así de enérgica y vital y pienso que pronto iré a verla y “esto” que pensábamos que iba a ser así de feo, mirá qué bueno, resultó que “es así” y mi parte adorable, le dice a mi pequeño Grinch no jodas, aceptemos cómo son las cosas y pongámosle un poco de onda y pienso en comidas, cosas ricas y algún vestido que me guste y ahí están las lucecitas que se prenden y que se apagan con su psicodelia eterna y acá estoy yo, por momentos descarrilando y por momentos volviendo al carril.

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Algunas lluvias

-Ana Jannelli-
Cosas bonitas dentro de la montaña rusa.
Ana Jannelli, fotógrafa y amiga, está exponiendo una serie de fotos que ha llamado "Algunas lluvias" y para acompañar sus fotos ha elegido textos míos.
La exposición es en Café Vinilo 

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Caput



Tengo la sensación de haberme comido una vaca cruda. Eso vendría a ser indigestión, pero en mi caso no es estomacal. Los excesos fueron mentales y afectivos. Para simplificar he vivido atrapada en una montaña rusa de acontecimientos patéticos, divertidos, bizarros, geniales, horribles, inesperados, sorprendentes, terroríficos, encantadores. Unos dignos de ver vividos plenamente y otros dignos de huir a campo traviesa y que nadie me encuentre nunca jamás.

Quien ha subido a una montaña rusa y ha disfrutado de ello, es una persona a la que le gusta el vértigo y lo pasa fenomenal sintiendo que el corazón le sale por las orejas o que lo tiene en los talones. Eso para ellos es un juego de niños. Sepan que existe gente a la cual eso le parece una locura endemoniadamente tétrica. O sea para quien como yo, sufre de un irremediable temor a las alturas y tranquilamente podría ser el personaje de la película de Hitchock que lo haría a la perfección y sumamente creíble, estar atrapada en una montaña rusa sin fin, es una pesadilla. Pero no piensen en una montañita rusita de esas primeras que eran la delicia de ingenuos jovencitos con frenéticos deseos de vivir aventuras de riesgo en el 1800 y pico, no. Esas eran “medianamente” soportables. Lo digo yo que subí a una en el Ital Park en el año 70 y tanto, y casi muero, pero sobreviví. Yo me refiero a una montaña rusa de las modernas, con perfectos diseños de ingeniería del horror y estructuras especiales para que te mueras de un ataque de pánico o paro cardíaco en medio de la experiencia y si tenés la suerte de salir con vida, te lo pases el resto de tus días, contándoselo a tus pobres amigos y te sientas un héroe for ever.

Bien, para quien no es feliz cayéndose de un décimo piso en picada y cuando estás a punto de estallar contra la tierra, una fuerza inexplicable te remonte hacia las nubes en un bucle y en medio de brincos y remolinos y frenadas y con el corazón, los riñones y el hígado de moño te sacude cual coctelera eléctrica para que los ojos se te salgan de órbita, tus pulmones se conviertan en una bolsa de gatos y tus manos crispadas derritan el coso del cual estás aferrada con desesperación, quedar atrapada en una montaña rusa, con un circuito que parece no tener fin, no es divertido.

Eso me pasó. 
Esta montaña rusa de la que les hablo, no tenía rieles, ni carros, ni ruedas, ni frenos de mano, ni electricidad ni nada de nada. Aparentemente yo caminaba, entraba, salía, conversaba, vivía cosas, me encontraba, reía, cocinaba, lloraba, comía, saludaba gente, salía airosa de situaciones en las que debería salir prendida fuego, o lo que es peor salía prendida fuego de situaciones donde debería haber salido airosa, todo eso de pie, con cara de póker, sin ir a 200 Km/h, ni con los pelos al viento o los ojos desencajados, o gritando a mandíbula batiente. Nada de eso. Mi vida ha transcurrido normal por fuera, pero por dentro, he vivido siendo autopropulsada desde el suelo y por propia voluntad (eso es lo mas loco) y en otras ocasiones obligada por las circunstancias (tan loco como lo primero) girando por los aires cabeza abajo, yendo en dirección contraria a la que se espera, sin ningún tipo de arnés ni nada y he colapsado.

Así de simple: caput. 
Ni siquiera puedo escribir bien todo lo que he vivido, entre otras cosas porque lo sigo viviendo y es muy complicado escribir a esa velocidad y con el estómago pegado en la nuca.
Ya ven ésta ha sido un intento de entrada catártica y olvidable, pero bueno, es lo que hay, ya vendrán tiempos mejores. 
Eso espero.

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Camino andado

¡¡Zambombas llevo mas de 700 publicaciones!!

es verdad que muchas han sido aburridas y extensas y pelusientas
pero qué bien que me han hecho todas esas cosas que he escrito en forma de relato, poema, catarsis, chubasco, queja, sopor, incendio, canción, rompecabezas, pájaros volando, hojitas secas
cuánto me han acercado a lo que mas me gusta
qué retorcido e intrincado se puede volver cualquier camino
pero qué suerte tenemos los que nos defendemos con versos, prosa, pinturas, canciones, danza, teatro o la expresión artística que sea que nos haga mas libres

hay días de infiernos
cajas que mejor no abrir
bancos en los que uno se sienta sabiendo que son sillas eléctricas
mares con monstruos de dos cabezas
frascos de mermeladas con arañas adentro
cucarachas vivas dadas vuelta pataleando
hay días así
¿No?
¿Verdad que si?
¿Qué sería de nosotros sin la poesía en cualquiera de sus formas? Para hablar de esos días como se nos antoje.
O de los días paraísos, que también existen tanto como los otros, esos días que uno se tira de cabeza con patitas y todo porque es maravilloso ahogarse de belleza. ¿Cómo no decir nada después? ¿Cómo se hace para volver al día siguiente con la sonrisa idiota pegada en la cara y de fondo una pradera pop?

todavía tengo la sensación de lucecitas giratorias en mi cabeza y abrazos en mis brazos después del cierre del ciclo del club de poetas de este año,
ahora cuando entro a mi blog a contar algo de esta emoción, veo esa cifra importante y pienso, sin duda las ganas de hacer algo así empezó a nacer en medio de estas 700 y pico de publicaciones,
sin este camino andado
por mas desordenado que haya sido
no hubiera podido nunca llevar adelante esta experiencia
ni rodearme de gente que respira y suda poesía en cualquiera de sus manifestaciones

gracias por estar aquí siempre dándome esa cuota de fe tan necesaria

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-Hoy nos ponemos todos la camiseta de Poetas-

- Presentación del taller literario de Esteban Sánchez
- Pinturas en exposición de....
- Pintura de Eio Cepeda y Silvana Cerrato

-Exposición de pinturas de María Eugenia Peratta

+ Micrófono abierto literario (invitados de todo el año)
+ Micrófono abierto musical (invitados de todo el año)

+ collage grupal!

y qué se yo qué más

¡Venite!
A cerrar el año con este Clú de Puetas

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Las dos viejas

Dos mujeres viejas
-Nicolai Pozdneev-

Allí están las dos en una esquina del sur. Las esquinas del sur siempre tienen viento y frío, y tiritan bajo los árboles y las estrellas. Ésta no tiene árboles, pero si tiene sol. Menos mal que hay un sol eterno allí sino sería peor de lo que es. Un viejo club social y deportivo celestito. Eso es lo que es. Con letras fileteadas en rojo y amarillo, un cartel colgado arriba de una puerta oxidada dice eso: Club Social y Deportivo. Las letritas cuyas líneas se convierten en finos espirales y abundan por aquí en los carteles porteños, dice que allí hay un club. Ellas no van por eso hasta esa esquina, ni se sientan como dos espantapájaros en un murete que hay sosteniendo una bandera, porque ahí funciona un club, si cuando van ellas nunca hay nadie. Van porque sí. Podrían ir a otro lado pero les gustan las paredes celestitas, las ventanas celestitas y las cortinas celestitas con las que han pintado el club. Y también el cartel que es muy alegre, entonces vuelan cual mariposas tuertas a madia mañana sobre la fragancia de los tilos ahora que es verano y el celeste todo celeste parece un mar. Un mar que no ven nunca, sólo allí si miran entrecerrando los ojos mientras las palomas las sobrevuelan en pasadas rasantes mientras les tiran miguitas.
La primera le dice a la segunda que ha crecido un manchón verde sobre el reboque, que mire bien, que ella está mirándolo con atención desde que llegó y le parece que de ayer a hoy ha crecido mucho. La segunda dice que son los patos, que se han amontonado entre sí por las migas que le acaban de tirar. La primera le dice que no sea porfiada, que no son patos, que es humedad. La segunda mueve su cabeza resignada por los desvaríos de la primera y piensa en voz alta que llegó la hora de la pavada. Recién dijiste que eran patos no pavos, dice la primera. La segunda retruca diciéndole que su abuela patea calefones. La primera le dice vos no tenés abuelas. Si que tengo dice la segunda y se refugia en el costado tibio de la primera, que piensa en voz alta que es como una nena y le toma el brazo y la cabeza porque de tan flaca es fácil abrazarla toda. Y la aprieta fuerte. Igual habría que avisarle a esta gente del club de esa humedad, nos está arruinando el celestito. Ahora vamos que me ponés nerviosa le dice la que no tiene abuela. Y mañana venimos a tirarle miguitas a los patos. No son patos dice la primera, ya te dije que son palomas, recién dijiste que eran pavos. ¿Vos te das cuenta no? ¿Viste que el celestito está medio marrón esta mañana? Si ya vi, escuché en el noticiero que el río está todo contaminado, fijate la podredumbre ya llegó hasta acá, lo que me dan lástima son los pobres patos. Te dije que no son patos…
Y así se levantan del murete las dos y dejan el mar pintado en la pared y tejen un caminito de migas para volver mañana o mas tarde.

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Canciones paracaídas

Un día te das cuenta que estás en caída libre y que lo único que puede salvarte es una canción y si no te salva al menos caerás cantándola hasta que ya nada duela, esta es mi canción 
A borbotones de Alfredo Gonzalez, les dejo la letra, es pura poesía.


Acabo de descubrir su blog, dejo el link para quienes deseen conocerlo Escrito en servilletas








Yo que despierto seis veces cada noche, 
sudando a borbotones, 
cansado de esperar. 
Yo que me cuelo, 
como un mal polizonte, 
por todas las ventanas que nunca dan al mar. 
Yo que limpio con alcohol las despedidas,
que alquilo comprensión en las esquinas, 
que pago a plazos la felicidad. 
Y yo que robo de tu piel las coordenadas, 
que pongo el pecho cuando me disparan, 
que canto porque no sé respirar. 
Yo que me olvido de cada aniversario, 
que miento con descaro por no verte llorar. 
Yo que me escapo de todas las miradas, 
dejando en cada beso un trozo de disfraz. 
Yo que limpio con alcohol las despedidas, 
que alquilo compasión en las esquinas, 
que pago a plazos la felicidad. 
Y yo que robo de tu piel las coordenadas, 
que pongo el pecho cuando me disparan, 
que canto porque no sé respirar.

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Fuera del sofá y de mi centro


Mi perra, mi negrita hermosa está bien, no come mucho, se volvió mas mimosa de lo que ya era, lo cual es mucho decir y sólo come alimentos gourmet, trocitos de carne hervidos muy lentamente con especias, pollo al horno, ositos de avena, salchichas y si es de mi mano mejor. En breve me va a sacar de las casillas y volverá a sus pelotitas y huesitos de toda la vida, que mal no le han hecho, el veterinario nos felicitó por el brillo de su pelo y no sé qué mas!
Soy yo que estoy fuera de mi centro. Cansada. Pero muy. Igual sigo. No voy a parar aunque mi camino vaya derechito a cualquier parte. Sólo que hay días en que ese cansancio te oprime la garganta como una garra y no dormís bien. Tenés pesadillas como eso que escribí ayer y cuando te despertás entrás en otra pesadilla, la de hacer-hacer y hacer para que no pase nada y llega la noche y lo que hiciste no sirvió de nada y tu día se esfumó en medio de una carrera frenética para mas nada. Ayer nomás me traía a la memoria mi amigo Samuel la historia de las sillas de Silvio Rodríguez. Esas que te invitan peligrosamente a sentarte. Y no voy a sentarme. No señor. Yo sé lo que es estar sentada en esas sillas. Esas sillas son la muerte misma. Quien me lee, conoce la historia de Sofalita, años sentada en un sofá mirando pasar la vida. Los sofás ahora son nada más que pasajeros, son un buen lugar donde abrir un libro, nada más. Pero hay días como hoy en los que apenas abrir los ojos quisiera pegármelos con cola vinílica, para apagar la tormenta. Y aún así la tormenta se larga con todo y no le importa nada, no escampa, cae el temporal sobre mis manos ahogando el hacer cotidiano, volviéndolo sueño inalcanzable. Quimeras embebidas en café, ideales para putearlas un rato a medida que el oxígeno en sangre disminuye y se vuelven levemente azules.

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Delirio onírico

Se agrietó el delirio en el cristal empañado de mis ojos
cuando salí del sueño
a escribir la sombra que me habla

vuelta de espaldas
por el hueco de su nuca me mira
sube las escaleras de a dos
dobla en mis esquinas
se mete en mi cama
para mirarme

y me mira

voy a gritar nada 
pero el silencio estalla esparciendo el vidrio 
que llueve sobre mí


despierto
        
alguien aúlla

parte en dos esta noche una sirena de bomberos
de un lado queda el sopor de las casas
con sus habitantes adictos al plasma,
anestesiados de caras y voces lejanas
y del otro,
queda la pena

repetidas veces quemada,
remachada, pedregosa y áspera
fundiéndose en mis venas.

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La poeta me pudrió

La poeta que llevo dentro me pudrió y en breve va a entrar a pudrir al resto. Me tiene harta su baja autoestima y esa actitud abúlica que tiene cuando me invitan a ciclos de lectura, en los que obvio me invitan por ella, no por mí que soy la reina de las entusiastas. Me invitan por ella que en esos momentos le encanta volatilizarse, porque HORROR, nunca sabe qué leer.
Entonces me mira a mí que soy la que le escribe y me hace responsable a mí de lo que pasa, me mira desde adentro y me dice, ché buscáte algo al menos, dame una mano vos que decís que si, que gracias por la invitación, ahora poné media pila y dame una mano. Entonces la mano consiste en romperme el bocho pensando qué leer. Pasan los días sin que busque nada. Llega el día en cuestión y las dos nos miramos ¿Y…qué leemos? Y ahí empiezo a buscar como loca mala qué  corno leer. Podría leer mil cosas, de otros por supuesto. Los otros siempre escriben cosas geniales, no como mi poeta. Leer a mi poeta es como desandar escaleras, o caminar para atrás, o por cornisas enjabonadas. Es tener un porrazo asegurado.

Seguramente quien lea esto va a pensar en un desdoblamiento de la personalidad o que soy una complicada o que bue... Algo de todo eso es cierto, inlcuso a veces soy una multitud de desdoblados. A ver, tampoco nadie me obliga o me pone un arma en la nuca y me dice leé tu genialidad, el mundo va a seguir girando igual si yo leo o no leo, el tema es que yo no sigo igual, si no leo. Mi poeta no quiere, pero quiere ¿Verdad que se entiende? He aquí el problema, el tema del deseo en los fóbicos funciona así. Y yo soy fóbica y vuelvo al principio, al asunto de la autoestima del demonio y todo ese rollo. Si tuviera que leer a Mario Benedetti, ponele, estaría repancha, es refácil, leerlo bien, trae aplauso y ovación garantizada. El tema es leer eso que escribí yo. O dicho de otra manera leer eso que me hizo que le escriba la inquilina. La poeta en cuestión, la que me tiene podrida, vamos.
Leer algo propio no es tan simple como parece, uno en ese momentito, quiere aprovechar y leer lo mejor que ha escrito. Vos le preguntás al que te invita ¿Qué leo? Y la respuesta es fantástica, lo que quieras, lo que mas te guste qué se yo, en todo eso que tenés escrito, fijate. Y vos venís…Es decir yo vengo…No vengo sola, vengo a la rastra con la inquilina poeta y miramos. Miramos. MIRAMOS. Miiiiraaamos, todo esto que llevamos escrito y lo que no está subido al blog y lo que garabateamos por ahí y no encontramos nada que nos interese leer. Nada.
Por lo general eso sucede cuando ando así, volando bajito con el asunto de la escritura. Veo un gran desierto por todas partes. Un cactucito por aquí, y otro que baja y se pierde, un río sequito allá lejos. Otras veces –las menos- en que me siento mas entera, y la inquilina no me revolotea por dentro como un alma en pena, voy con lo que primero encuentro a mano, es decir un cuaderno con escritos de hace mil años y leo algo de ahí. Siempre pienso que algo voy a encontrar, entonces cuando me falta poco para leer, me agarra la duda, empiezo a elucubrar en medio de la oscuridad (por lo general en estos lugares no abunda la luz) entonces en medio de las tinieblas todo me parece fantástico y me doy algo de coraje y subo a leer mi pelusa de ombligo, como ya les conté alguien definió a la poesía que hacemos algunos que escribimos, entre los que me incluyo como pelusa de ombligo. Subo y leo la pelusa, mejor dicho repaso en voz alta las palabras que escribí alguna vez y en medio de la exposición, una parte de mí se pregunta ¿En qué momento escribiste esto? ¿En qué pensabas? ¿Qué quisiste decir, porqué esta palabra inoportuna acá? Todas preguntas que un rato antes en la oscuridad de la sala no me hice. Me vienen todas ahí, bajo una lámpara confesional, donde cada gesto tuyo está quedando registrado en alguna cámara indiscreta, o en la retina del que está sentado ahí delante tratando de entenderte o durmiéndose una siesta.

Esto de buscar con antelación qué leer, es el proceso anterior al cual estoy por pasar en cualquier momento yo, es decir subir totalmente en blanco, sin haber preparado nada. Veo que esto les pasa a muchos poetas, me he preguntado mil veces cuál es la razón y hoy me cayó la ficha, todos ellos están podridos del poeta que llevan dentro, o para el que escriben, o por el que viven. Les pasa a muchos y temo que entre a pasarme a mí en cualquier momento. La cosa funciona así. Acuden a la invitación, se sienten felices, entran como flotando, suben al escenario y una vez sentados en su silla, con el micrófono por delante y con el cuadernito con sus poemas en  la mano empiezan a buscar qué leer. Ahí, empiezan a buscar qué leer, y eso es porque ya se pudrieron de hacerlo antes y de pasar por esto que les cuento que estoy pasando yo el día de hoy. Y vos le ves la cara de glup, esto no lo leo ni mamado, ¿Ésto… cuándo se me ocurrió ésto? ¿Qué pavada ésto madre mía…Por qué estoy subido acá? ¡Éste puede ser, a ver si, si éste, leo éste! Y cuando el brillo de sus ojos se vuelve miel, y vos te acomodás en la silla porque el poeta va a leer, si va a leer, ha encontrado lo que va a leer…Era de mentira, no va a leer nada eso, porque en ese instante descubrió que prefiere leer otra cosa. Un poema que recuerda tiene escrito entre esas 250 hojas, uno genial que un día inspiradísimo ajustició apretándolo entre los renglones y que vendría de perlas encontrarlo ahora, pero hete aquí que no lo encuentra. Y lo busca, pasando hoja tras hoja como afiebrado. Con ese seguro podría impresionar al desesperado auditorio, que impaciente en medio del silencio sordo comienza a toser, a masticar comida o chicles o girar hielitos en copas, hacer ruidos con las sillas, y todas esas cosas que hacemos los mortales cuando entramos a pudrirnos del poeta aterrado del otro.

Todo esto para decirles que a mi me pudrió la inquilina lírica que me habita, la que me deja de a pie cuando se le da la real gana, la que viene cuando quiere y usa lo que hay en mis alacenas y con eso cocina y come y reparte y freeza y guarda para después y después se olvida y cuando quiere volver a comer eso está vencido. La que desordena mis cajones, la que me despierta a media noche a mirar la luna que cuelga en la ventana y escuchar los perros ladrar y me despeina, y me deja sin delineador. La que se pone mis zapatos y me empuja a subir y a estar acá con cara de yo no fui, pero ahora leo. Cara de yo no escribo nada interesante que deba ser leído delante de nadie. Yo casi que no quería venir. Perdón, es ella, no soy yo.

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La dormilona

Como los vengo plomizando tooodas las últimas entradas con mi amor perruno, tengo la necesidad de agradecer a todos los que me acompañaron estos días de incertidumbre, con sus palabras sabias y de apoyo, fundamentales en momentos donde uno se siente muy vulnerable. ¡Gracias!
Quiero decirles que anoche la operaron, que ha pasado bien la noche, que está algo deprimida, y que tengo la esperanza de sacarla adelante apenas la traigamos para casa y podamos mimarla a mas no poder. Acá me juego que está soñando con trozos de panes voladores y vainillas, es la única perra que le gusta mas el pan que la carne!!!
Ya volveré a visitarlos y a escribir otras cosas, pero estos días estoy toda para ella.

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¡Aguante Morocha!

Lo que busqué esta foto no tiene nombre, pensé que la había perdido entre las 48937934 cosas que perdí desde que hago desastres en mi máquina, pero estaba. 
Les presento los ojitos color caramelo de mi morocha. En las próximas horas la operan y su vida corre riesgo. Que la hayan estabilizado ha sido un paso importante, ahora otro pasito mas, que pase la operación, que se la banque como se banca las tormentas, hecha un bollito abajo de mi escritorio, pero apenas pasan los truenos asoma el hocico y vuelve.


Les pido me ayuden a enviar sus mejores pensamientos para que se ponga bien.


¡¡Gracias!!

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Las malas palabras

En mi casa no se podían decir malas palabras, nos manejábamos con eufemismos. Un día le dije una palabra grosera a mi hermano mayor y no sólo casi muero por estrangulamiento entre sus gigantes manos, sino que luego fui llevada ante la Corte Suprema de Justicia, que era mi padre y me explicó con cara de pocos amigos que una niña no podía decirle “eso” a un varón sin que éste se ofendiera. Que no lo hiciera más. Mi padre era machista y mi madre también. Yo entendí que estaba medio sola en casa en este tipo de cuestiones y no volví a insultar a mi hermano nunca si de eso dependía mi supervivencia. Eso sí, mi hermano me podía estrangular tranquilamente, porque no recuerdo juicio alguno para él. Tal vez lo hicieran y yo no me enteré, es cierto que nunca mas volvió a intentar asesinarme, también es cierto que no tuvo motivos. Con el paso de los años, terapia mediante y gracias a ello, pudiendo comprender el funcionamiento familiar y social en el que me eduqué y crecí, pude entender esta cuestión descabellada de la educación y por supuesto perdonar a mi padre, a mi madre y a mi hermano, a quienes amo entrañablemente.

Pero no se trata de esto el post, sino de las malas palabras que se me prohibieron de chica y que apenas crecí. Es decir me hice mas que grande, mayorcita entrada en años, descubrí que las malas palabras no eran las que me prohibía mi padre, sino eran otras horribles que escuchabas por la radio, la tele, las leías en el diario, escuchabas en cualquier lado y hasta las decían personas muy importantes como presidentes, médicos, religiosos, policías, maestros, directores de escuela…
Hablo de hambre, violación, acoso, violencia, tortura, aborto, coima, estafa, cáncer, crimen, guerra, dictadura, opresión…y puedo seguir el día entero si sigo escribiendo todas las palabras malas que hacemos (y no decimos, hacemos) los seres humanos. Palabras asquerosas que inventamos, recreamos, le damos luz, brillo, cámara y acción. Entonces mi boca se convirtió en una cloaca y empecé a decir todas las palabras que mis viejos no me dejaban decir de chica, puto-reputo-recontramildoscientasvecesputo-boludo-pelotudo-choto-carajo-mierda, perdón mi viejo, donde estés vas a entenderme, tenía muchas ganas de putear, así como puteabas vos por cosas que te enojaban y te ponían triste. ¿Te acordás que eras puteador no? Yo no iba a ser una carmelita descalza...

Pero tampoco de esto se trataba el post, esto era sólo un corolario, para llegar a la palabra horrible que he descubierto estos días. Piometra, palabra llena de asco que me hubiera encantado seguir desconociendo. Quienes lean este post y tengan perras, entren al link e infórmense. Yo me enteré a las apuradas en estos días y ahora mi perra está entre la vida y la muerte, padeciendo horrores  y junto a ella nosotros, que somos su familia, ignorante familia que por no saber, no supo cuidarla bien. Como dijo Flamel, entre los comentarios del post anterior, ojalá pudiera convertirme en el ser humano que mi perro cree que soy.

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Trucos fáciles


Atrápalo como un recuerdo envenenado
atrápalo 
y deja que se escape de tus manos


(...para días duros-Quique Gonzalez-) 

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Banco en negrita


Escribo para no seguir cayendo
Lo hice tantas veces que ya sé de memoria cómo se hace. Uno se sienta con todo el peso de la humanidad, algo encorvado, contiene el aire en los pulmones, siente por dentro ese globo caliente quemando y cuando pincha, cuando eso duele y no se soporta y uno se vuelve levemente cianótico, suelta un poco el aire en “negrita” que es mas fuerte, que presume de saber lo que vale cada letra en grosor y espacio, pero esta vez resbalo. No me puedo prender como una garrapata a las palabras, todas se me escapan entre los dedos y las teclas. Las ideas tremendas que se me ocurren, se desnudan, se arrancan la carne hasta convertirse en huesitos magros y apilarse ante mis ojos como un montón de nada. Esta vez voy a estrellarme en el punto y aparte. Así de trágica me pongo cuando escribo para nada, para que haya mas aire en el aire rancio que abunda en esta gran ciudad hedionda, para que haya mas geroglíficos absurdos en arial, que no sirven para nada, que no llegan a convertirse ni en puente o soga o manta, no sé a veces siento que escribir ya no me salva. Sólo me sirve de banco para apoyar esta niebla que me aplasta.

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Ojitos negros, trompita sucia...

Así era mi bombón de chocolate cuando llegó a casa, ahí está la manito de mi hija menor aplaudiendo de felicidad porque era la primera vez que tenía una perrita. 
¿Saben?
Les voy a decir una obviedad, la vejez duele.
Duele la propia vejez, pero la de los seres que amamos es devastadora. Quienes tienen padres mayores saben de lo que hablo. Y quienes tienen perros viejos también. 
Quiero ser fuerte, pensar  que mi perrita fue tratada con amor y mimada a mas no poder. Que era una perrita destinada a vivir en la calle porque no era de raza ni nada y vivió en un pequeño palacio  construido por mis hijas, pero saben estoy viéndola apagarse y yo siento que me apago con ella.
No tengo ganas de hacer nada, ni leer, ni hablar, ni trabajar, ni escuchar música, ni pasear. Paseo un ratito con ella para hacerla caminar y somos dos tortugas tristes bajo los jacarandás que van a entrar en conmoción de un momento a otro, porque tan pendiente estoy de los ojitos negros de mi morriña que ni me desmayo de amor porque los árboles de mi calle se volvieron azules.

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Luna de noviembre



Las calles encharcadas, abolladas de tedio, se fueron abriendo para dejarla entrar
multiplicada  quebrada de temblor
sola
rotunda
algodonada en leche
exprimió su acostumbrada niebla
en mi retina

arriando con su grito este mirar
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