Queda mucho por sentir


No pienso, escucho la mañana. El sagrado silencio del aire que danza entre las hojas. Las agónicas hojas que anuncian su cambio de color un poco antes de irse.
El viaje lento de las horas en el minutero de mis ojos se hamaca.
Y no pienso.
Siento.
No sé pensar bien, me pierdo. En cambio queda tanto por sentir...

Siento la aspereza de este mes que se acaba y me raspa la piel con su viruta diaria, siento que me deja sin cáscara, desenvuelta de una sábana ajada y adherida a los días malparidos de estas últimas semanas.

No pienso,
no puedo pensar en ese baldío desolado
porque estuve en peligro allí
y me fui.
Al carajo me fui-lo aclaro-
Por eso siento y escucho voces mas sabias que la mía, que no es mas que una voz humana ahogada, confundida, desesperanzada, apresada en mi garganta. Pobrecita mi voz de nada, mi voz de rosita, de flauta. Te dejo libre para que vueles como ese puñado de pajaritos que saltan de rama en rama, entretenidos en una conversación de música.

No pienso, siento como si escuchara pequeños ruidos que sobresaltan la quietud de la casa, hay un fantasma en el mueble del comedor que cruje temerariamente, un sahumerio de nosequé flota en círculos su danza de humo. Algo anda mal en la heladera y habrá que llamar al técnico o dejarla andar así como si patinara. No gotea ninguna canilla, pero un perro ladra. Ladra igual, pienso. En ella pienso, terroncito de azúcar y canela, que ya no. Por eso mejor siento que es otoño y estoy viva y puedo estar mas viva aún si quiero. Menos rota, mas trocito de cerámica pegada sobre una pared que a veces se cansa y baja la guardia, y parece que se viene abajo. Y otras, escapa a tiempo, justo cuando el camión con la bola asesina estaba por darle en el centro y derrumbarla.
¡¡Corre la pared!! Se descascara, se estremece, se rearma. No piensa en nada más, que no hace falta. Siente, late, grita como un animal ciego, desafina desde el alma, pero canta.

Otro día vuelvo a pensar
y ver qué pasa…
Hoy no.
Hoy siento que puedo ser hormiga, vapor de sándalo, agua que corre, fantasma encerrado. Un electrodoméstico en problemas, un recuerdo, una flor sobre la tierra siempre, un pedacito de taza rota que guardo porque si. Una pared que se pudo caer en la última tormenta, pero sigue en pie y con eso me basta.

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Una mujer descalza


Perdida
encajonada entre dos muros
una mujer camina a merced de la anhelante araña 
que mastica y escupe
como una tragaperras.


Descalza en su torpeza
y alienada
Va una mujer
que se ha hecho sombra


Doblará
la esquina vieja donde cuelga una luz de neón intermitente
en sus ojos brillarán pequeñas fruslerías
ahora si
ahora no
tamborileando los dedos del tropiezo
en el lado oscuro de su cara.

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Perdedora nata

Dice Bertolt Brecht que un analfabeto político es el peor analfabeto, pero de qué me sirve no serlo? Igual va a seguir habiendo prostitución, niños con hambre, abandono. Esclavitud, sometimiento, desgarro. Yo sé el precio de la harina, del pan, del vestido, del zapato. No soy un burro político, elijo aunque nunca gano. Y voto porque es lo menos que puedo hacer después de haber tenido un país donde eso estuvo vedado, pero ya ni en eso creo. Esta enfermedad, este no pertenecer a nada, esta sensación de parea, de destierro que me alcanza, este naufragio a mis años, haber creído en algo que no es y no va a poder ser, perdonen mi falta de esperanza, en serio perdón.

...


Debería escribir otra cosa, dejar libre mi honestidad lírica y chau.
Dejarme estar desolada como espontáneamente me pide la voz que aúlla en mis entrañas, rajarme de acá, bailar mi pena sobre las nubes de esta mañana urbana y que todo me importe un pito.

Algo bueno ha sucedido, creo saber lo que me está matando: se llama exceso de información.
Meto en la misma bolsa la desproporción de temas que no consigo procesar (personales, políticos, económicos, sociales, redes sociales, afectivos, culturales) y todos revueltos, emponchados y retorcidos, no termino de entenderlos, por más onda que le ponga a los diferentes asuntos, no entiendo. Y lo que entiendo me duele en extremo. ¡Qué raza jodida somos los humanos, miren el descubrimiento que me mando! No voy a profundizar en ésto, porque quien me lee tendrá su propia sensación al respecto, y respeto y casi que envidio profundamente a quienes piensan lo contrario, sé que hay seres angelados, de verdad me he cruzado con algún ser de luz y me he quedado feliz de saber que no todo es tan malo como mi pesimismo me hace creer, pero hay tanto ser oscuro, violento, putrefacto. Tanto ser macabro escondido detrás de caperuzas rojas que acabo desencantada, pensando que casi todo es una reverenda bosta. Me estoy volviendo una vieja boluda y anestesiada. Antigua, lenta, sola. Yo que he sido una crédula importante, imaginen la fiesta que se han hecho conmigo los vendedores de buzones. Sucede que hay un problema; a esta altura me doy cuenta, -lastima que eso sucede siempre tarde- porque en el medio soy de dar oportunidades hasta el agotamiento, generalmente mientras tanto se va venciendo la garantía, y claro, siempre pierdo. Pierdo en salud, en paz, en días bonitos -en este preciso momento un colibrí liba una flor en mi ventana, miren si no hay belleza para ganar- pero en vez de eso, yo pierdo en tranquilidad, en calidad de sueño. Pierdo, porque me diluyo y dejo de ser lo que mejor sé ser. Me vuelvo sopa, tranquera, pantano, sótano, esbozo de sopapo o patada en el culo. Y me enfermo ¿Cuánto hace que me siento así? Llevo meses nadando contra la corriente sin llegar a ningún lado, entonces me pregunto en qué me he convertido…Y digo ¡Soy un salmón! ¡Eureka! Debo ser un salmón. Si tuviera el talento de Andrés Calamaro o el descaro, según se mire, con eso haría algo. A mi me sale dolor, fiasco, engaño, pus, asco. Escribo ésta y otras mierdas, versos sin aire, el valor se me va al carajo. Naufrago, me digo para qué publico esto en un blog, si no le hago bien a nada ni a nadie, tampoco daño. Estoy hablando de mi persona en mi blog, y siento que debería estar feliz porque mi pequeño universo lo es, tengo que estar feliz y no lo consigo porque se me ocurre pensar. Se me ocurre no ser burra. O boluda total. Eso me dijo mi terapeuta, que no piense tanto. Y qué cuernos hago con toda esta información que me cae encima como lluvia acida…. No sé. 
Y esto no sucede por tener alguna incapacidad de comprensión intelectual, no. Todo lo contrario, sumado a una especie de bobera que me hace creer en el otro aún cuando me miente en la cara. Veo que el fulano me está verseando y digo pero no puede ser así, se le escucha tan convencido de lo que dice, que tiene que ser verdad. Después claro, están los mentirosos consuetudinarios, esos macaneadores que ellos mismos creen que es verdad lo que dicen y por eso son tan veraces. 
Y cuando me doy cuenta que piensan que soy blanco fácil, siento que me toman el pelo, me joden en mi buena fe, me desarman, me invaden, inquietan, me abruman, me dan vergüenza, picotean mi cabeza como pájaros carpinteros y soy presa de algo que me envenena. 

Me siento triste como una esponja vieja y el desánimo no es bueno, porque te lleva por mal camino, estrecha tu mirada, te hace perder luz y uno termina sin poder escapar de las paredes que te aplastan a los costados. Anoche creí que no salía. Pensé en cierto final. Los muros comenzaron a volverse gruesos, pesados, a elevarse casi hasta tocar un cielo sin luna y yo como un pliegue de mi vestido, cada vez mas desecada. 
Debería escribir otra cosa, tengo tanto por hacer y los ojos se me vuelven de vidrio sin que haga lo que debo. 
Debería volver al cuaderno, irme lejos, aislarme, estuve unos días en una casita frente al mar, respirando sal y viento, el pelo anudado, los pies sin miedos, que pienso a menudo dejar todo lo que está acabando conmigo y ver si hay otra orilla para caminar descalza como me pide mi ser mas íntimo, pero sin tener que cuidar que la arena que piso, esté minada de clavos ni de buzones varios.

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Dejar la calle



Dejar la calle
abierta 
al mar
que juegue el viento en la tierra
 desamarrando papeles de barcos
al espiral oxidado 
de un cuaderno que
no empiezo

Dejar la calle
muda
al río
que la ocupen los sueltos   los solos   
esos atrevidos
o aquellos días que brillaban mansos
con ojos extraviados
 prófugos
lejanos

Dejar la calle,
pero dejarla nomas 
sin miedos ásperos.
Esquivando la conciencia en las baldosas
que busca el azar de mis zapatos

Dejar la calle
atrás
desguarecida
sin saber de quién fue al final 
qué rostro tuvo el pasaje
cómo le dirán
después
cuando la cambien
quiénes serán sus caminantes

Dejarla deshabitada de mí
cuando llegue hasta acá
y me vaya
 convertida en harina
látigo al viento
mi pelo
huella de tiza 
mi arisco paso
sediento.

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Zoila Coja Poplítea *



Silbaba alegría esa mañana
con los besos infantiles
derramados en sus mejillas
-Toro Salvaje-

La poeta Zoila Coja Poplítea descubrió que no era poeta una mañana de verano cuando con el sol radiante y alto, salió a caminar en busca de plúmbeas ilusiones. Iba ella exultante, perdida la mirada en los nardos del camino, cuando por esquivar un zorollo de gran tamaño pisó mal y su pie se encajonó en un hoyo. No pudo decir nada rimbombante, ni lírico, ni mágico. Su poeta interna enmudeció y Zoila dando alaridos, abrió un abanico de improperios luminosos como bocanadas de fuego.

Dijo ¡mierda-carajo! Y puteó.

Su pie de nácar yacía en el pozo, y el sol no pudimos saber si de terror o de gozo, se tomó el olivo, entonces una gran nube fue el manto que recogió las ignominias que escapaban de la boca de la poetisa.
Zoila Coja, ante tamañas groserías no sólo descubrió que no era poeta, sino que le encontró la significación oscura y hasta entonces inexplicable, a su segundo nombre: Coja. Ya que al sacar el pie del pozo, dejando en el olvido el nácar de su piel, que ahora era una mezcla de barro nauseabundo y al tratar de pararse en sus dos pies, uno no la pudo sostener y cayó. La parte trasera de su rodilla derecha era la vía láctea con todas sus estrellas.
Ardía en ofensas la lengua bucólica de Zoila Coja, ardía el pie arrastrado por el fango, ardía el sol escondido en los olivos del barranco, ardía la arena en la que pisaba el pie sano, ardía coja la pobre Zoila ladeando su humillado tranco.
Derrotado el glamour frecuente en ella, volvió del arrabal amargo a su piecita de pensión. Como pudo llegó al centro universal del saber, gugleó algo que no tenía nombre, porque el idioma castellano tiene sórdidos huecos infrahumanos (esta palabra va porque rima con castellano)
Entonces nuestra quebrantada poeta escribió el único verso memorable del día, ya con sus tenaces ilusiones destruídas. En el acto la ciencia virtual le escupió en la jeta, la ominosa verdad de su impoluto apellido Poplítea, de los magnos Poplíteas de Pehuajó, mamertos descendientes de los griegos Poplíteus Cojus y Zoila lloró.

Su albur estaba escrito.

Fue entonces que la eximia y exquicita ex poetax recordó una máxima que su padre siempre le decía a su madre, en esas noches que la luna desparramaba su densa bilis sobre los tejados del pueblo y ella papaba moscas sentada en el umbral.

“¡Llamá a la Zoila pa’dentro!”

Y loca mala, ardiendo de dolor, Zoila gritó para adentro (hagan la prueba de gritar Zoila aspirando aire) y se ahogó.

* Zoila Coja Poplítea, poeta reinédita e ignota del oeste bonaerense, tuvo un blog en los tiempos modernos, en los tiempos actuales coja, fané y descangallada, llegó hastá acá una madrugada y dijo mejor me tomo el buque y por un tiempo blanco no escribo mas giladas.
Además hagan la prueba de gritar Zooooilaaaaaa aspirando el aire y verán que no miento, la gente normal se ahoga, y eso le pasó a la Zoila. 

Torosalvaje, poeta famoso que da gusto visitar en su blog y que hizo reír mucho a Zoila el día que lleyó Una poesía alegre, esa vez Zoila casi se ahoga, pero zafó porque se reía para afuera y no para adentro como el infortunado día en el que su vida quedó trunca.

*Tuky poeta cuentista fotógrafa y chiflada importante que aguijonea a la pobre Zoila para que a pesar de todos sus pesares escriba y ésta claro, va y no se puede contener.

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Sin lugar


Ayer la tormenta casi me rompe el corazón, pero igual te quiero –dice Andrés- y yo canto como si rezara sus versos. Y se me quiebra la voz y sigo cortando ramas de la hiedra y las ramas secas de lavanda, armando ramitos para perfumar cajones vacíos, porque esperar tiene sus cosas.


Las horas se tejen y desjeten en ovillos que terminan apolillados. Tampoco sé lo que espero, es como si estuviera sentada en la orilla esperando un barco y fuera incapaz de sorprenderme si lo que aparece ante mí es un caballo alado, o un barrilete de colores o una flor marina surgiendo de las profundidades. Todo puede ser posible. He perdido la capacidad de sorpresa que conservé hasta no hace mucho. He sido muy ingenua (a cierta edad ser ingenuo es ser medio boludo, pero es lo que hay)  y tal vez ahora bajo el pie del gigante que me aplasta lo siga siendo y lo que respira en mí, todavía siga siendo ese candor de mis primeros años.


Estoy cansado de esperar
Pero igual
No tengo adonde ir

-Andrés Calamaro-

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