
Y ahora, miro por la ventana de este cuerpo lejano esa lluvia estéril. Mis brazos infinitos como serpentinas estiro en la noche de aguay no se qué hacer con la sangre que se espesa en las alacenas estancadas de mis venas.
Se han escapado los colores esta mañana de noviembre. Todos se han subido a un tren destartalado y ahora viajan sentados en desvalidos pasillos borrados a pisotones. Han escondido su vida en negras bolsas de consorcio. Todos, menos uno. Salvo ese color todo está apagado. El toldo de la panadería que era verde el callejón angosto que bordea la estación las flores silvestres que viven
Vienen de aguadas profusas colmándolo todo esos retorcidos monstruos fluviales Tienen urgencia de tu carne Hambrientos/purpúreos/molestos/fríos descienden como inquietas penas hasta tu fundamento ciego. En su ávido desierto se ríe de vos el muerto del placard, por el ojo de la cerradura te espía. Después, cuando te vas cosecha las maceradas y gelatinosas bestias, que agonizan en el piso. Temblando
Otro día de niebla sobre la ciudad donde rujo olas infladas de algodón me pintan nacen por arriba de los techos oxidados agonizan en las alcantarillas rodeada por los besos de la bruma sus intangibles brazos de humo me atan a la silla. Otro día lejos y sin embargo tan cerca. Dentro de mí todo lo que quiero se mantiene se abrazado. Muy dentro de este envase pequeño de mujer cobijo
El sol reciente como un tapiz y acaso las hojas de las madreselvascosiéndome los ladrillos. Es la mañana, silencio en el paladar dormido las nubes llenan mi sombrero desde temprano, me pongo melancólica y escribo es grotesco se me viene abajo el mundo feliz. Miro bien es mentira el musgo que ha crecido en las letras que dejé a la sombra es apenas un ahogado grito del veneno. Me muerdo
Vienen a buscarme las tazas del desayuno al escritorio. Sus flores amarillas y naranjas se han vuelto a poner mustias esperándome. Siempre a destiempo llegan mis manos andariegas de lo absurdo removiendo sombras en el barro atrapando jirones de penas en tachos de basura. Sempiternas solitarias se tienen entre sí se abarcan se miran espejadas entre muecas tibias pero llegan tarde. Nunca
El frío acá.Pensabas que todos los abrigos que tejías serían capaces de protegerte de los tiempos destemplados. Y no. Tus manos reinaron entre alegres ovillos creando mantas de colores. Esas manos tuyas girando entre arcoiris era todo tu arte. Y pensabas que con eso ya no habría días fríos. Ingenua. Siempre la misma historia. Llueve y vos mirás como si tus ojos fueran cántaros. Abiertos, defondados
Alquilo un hueco tibio un rincón mullido de recortadas letras donde vivir contrafrente, con aire y luz al río si sólo se ven paredes rotasventanas agobiadasvacío horizontes pinto . He sido expulsada de los pasos de arena de un reloj que se escapó del tiempo ahora vago por ahí buscando un turno mío Alquilo nuez para barco aprendí a dibujar olas y puertos. Mirá, no ocupo
Cansada de arañar el aire, guardo mi voz. Entro en el estuche de un refugio para dejarme doler en paz, y escribo para mí en los escalones de hojas moradas... me digoyo, podría...romper/tachar/mentir/llorarla siniestra película que mis ojos vieron el sueño en el que pinté paredes con miellas horas que corté con tijeras de podar hasta sangrarel frío que tuve mientras hice caramelotodos los
Siempre que hay un naufragio hay alguien que se pierde y alguien que queda esperando. Se trate del naufragio que se trate. ¿De qué lado sentís que estás? Podés naufragar en el mar, en el medio de la vida, en tu habitación, en las calles de tu ciudad, en una relación personal, con tus amigos, tu pareja o en tu mente. Todos alguna vez hemos sido náufragos o aún estamos buscando la orilla a brazo
Tenía la costumbre de quedarse arrumbado en alguna esquina de la ciudad vieja. Todo solitario y bermejo. Viendo pasar la nada. Miraba su destino callejero, anticipaba que lo pisaba el ruido del tren o se dejaba morir en medio del asfalto entre los autos. Apretaba los ojos de cuero ajado, se estremecía apretando los dientes, perdiendo su forma, volviéndose un nudo redondo. Esperaba. En ese momento
Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar al Malo. Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.
Alejandra Pizarnik