De aquella orilla lo que siempre vuelven son sus fantasmas destejidos. Esporádicos restos de una memoria anzuelo.
Evocación de los dientes en la carne y el tajo.
De esas horas lo que flota como tibio aliento es el moho de la tarde, aquí en mi cuello. Tarde que vuelve como una ola que no puede olvidar 
el muro que prometió rasgar.
Y sin embargo
secreta
muda
me volví puñal
hondura
charco.
Ay de aquella orilla inerte, fría de mí, sola.
Filo de aroma fuerte tras la ventana ardiente
que me convierte en espía
de mí.

3 Comentarios

  1. Darío says:

    Es muy poderoso tu lenguaje...Un abrazo.

  2. En eso he sido afortunado.
    No vuelvo a mi orilla ni a mis fantasmas.
    Ni queriendo.
    Ya no queda nadie allí.

    Besos.

  3. Genín says:

    Me quedo con la sensación que me has dejado siendo espía de ti misma, me parece un pensamiento revelador y muy interesante, y deberíamos ser mas sepias de nosotros mismos, indagarnos el interior y los porqués...
    Besos y salud

Gracias por tus palabras