Siete de la tarde y noche cerrada en mi barrio.
Un sitio solitario a cualquier hora del día, de noche mas aún. Sólo dos perros en la esquina están sentados haciendo guardia. Pienso en salir con mi perra, pero la dejo en el jardín de adelante para que no se me vengan los perros encima y tener que lidiar con ellos hasta el almacén que queda en la otra cuadra. Necesito un par de cosas. Voy y vengo en cinco minutos.
Camino hacia el almacén que queda a una cuadra y media.
Al primero que me cruzo apenas salir de casa, es al asesino serial de mi vecino que me gruñe un “buegrfzdfsches”, yo le respondo “bsbsbsches” no vaya a ser que me mate y sigo. Al llegar a la esquina, de atrás de una palmera a la que le han dejado trepar un jazmín gigante sale una divinidad de la mitología griega. No estoy delirando. Mitad hombre y mitad macho cabrío, con cabeza y torso humano. A los cuernos pequeños no se los ví porque tenía sombrero, tampoco le vi las orejas largas y puntiagudas por la misma razón y además porque ya estaba dándome el susto del año. Como tampoco no le vi la cola larga ni las pezuñas, pero estoy segura que las tenía porque era un sátiro.
Salió del tremendo matorral y cruzó delante de mi diciendo cosas que no repetiré por lascivas, pero dejen libre su imaginación y enseguida algo se les va a ocurrir.
Una vez que cruzó a la otra esquina y me di cuenta que los únicos que estábamos en la calle éramos el sátiro y yo, comencé a caminar rápidamente al tiempo que los perros comenzaron a ladrar al oír sus gritos desaforados. Entonces yo pasé de caminar rápido a correr. Iba con botas de modo que mis pasos resonaban como locos en la calle y mi corazón se me salía de la boca y el tipejo me perseguía a escasos metros gritándome barbaridades.
En medio del terror encontré el timbre de la despensa, pero también me puse a golpear la puerta de vidrio que se abre lentamente y yo la empujo con fuerza y el dueño me dice que se abre sola y yo le grito que me persigue un tipo a los gritos y la puerta se cierra en la nariz del sátiro que pegado a los cristales grita “¡¡¡¡¡¡quiero a esa mujer!!!!!!!” (no se rían, que yo casi me muero)
El dueño de la despensa, me dice que me tranquilice que es el “loquito”. Yo sin aire en los pulmones, le digo que estoy muy asustada. Él me pregunta que qué voy a llevar y el “satiro-loquito” desde afuera aúlla. SI, AÚLLA. Como los lobos de las películas. Voy a llevar tapas de empanadas, respondo. A mis espaldas los vidrios y la puerta del almacén crujían terriblemente.
Le digo al almacenero que me voy a morir y él me responde ¿para horno o para freír? le respondo que para horno, pero que me muero. Él me dice que le quedan de 12, de 16 no le quedan mas. ¡Qué me importa, deme dos!

Y me doy vuelta para ver si se fue el “sátiro-loquito-lobizón”
Y para horror mío sigue pegado a los cristales, dando lengüetazos babeados y gritando entre aullidos ¡¡¡¡¡quiero a esa mujer!!!!! (no sean malos) -que la mujer estaba a punto desmayo-


Después de comprar medio almacén, porque en el fondo yo pensaba que se iba a cansar y se iba a ir (craso error) comprendí que estaba en un peligro mayor, porque el almacenero también era loco y estaba de lo mas divertido con la trágica situación en la que yo me encontraba. Dándome cuenta de que estaba en peligro tanto afuera como adentro y que no tenía el celular y que el almacén es así de chiquito y que no me podía quedar a pasar la noche ahí con esos dos locos, le pregunté cómo iba a hacer para irme, que por favor llamara a la policía. El almacenero me dice, que no, que pobre “loquito”. Y sintiéndose el héroe de la película bizarra, me dice seriamente “tengo un plan”. Yo salgo primero, lo agarro de los brazos y usted se va rápidamente, yo lo suelto cuando usted esté lejos.
Les aseguro que no es el guión de una peli clase B, esto me pasó ayer.
El almacenero riéndose con una extraña risa que daba miedo, abrió la puerta y se le tiró arriba al sátiro, que gruñía diciendo lo de siempre, si eso de “quiero a esa mujer” y al pasar yo cerca terminó de enloquecer. Empezó a gritar que yo lo provocaba, los perros ladraban enardecidos , el almacenero luchaba con el sátiro. Todo-todo-todo entre gruñidos y manotazos que el pobre almacenero intentaba contener.
Luego de pasar por delante del desastre, me volatilicé.


Todavía me pregunto cómo no me caí y me rompí una pierna en mi desenfrenada carrera a casa.
Todavía no sé porqué a me pasó esto si no tengo nada de ninfa.
Todavía me dura el pánico aterrador de volver a encontrarme con el sátiro de ojos saltones.

Advertencia: si se ríen les saldrán cuernos, cola, pezuñas y los ojos se les volverán vidriosos, sanguinolentos y saltones.

12 Comentarios

  1. Ese almacenero me las va a pagar.
    El próximo día no dejaré que me agarre.
    Estás avisada...

    Ummmmmmmmmmmmmmmmmmmmm!!!!!

  2. jajaja me río, primero porque ya estoy toda deformada jaja y segundo por el comentario de Toro, miralo vos a Torito!!!!

    Estupendo!!!! y me sigo riendo, perdón...

    Besos Pato!!!

  3. Lenny says:

    Qué buen relato, Pato!... me encantó!... ¿por donde vivís? ¿habrá una casita cerca? Jajajajaja

    Un placer, nena!

  4. ¡¡¡Ayyyyy pero queeee malossss!! ¿¿¿no tienen miedo que después de la risa les entren a salir cuernitos, cola y pezuñas?????????????

    ¡Besos satiricones!

  5. ybris says:

    Estremecedor.
    Menos mal que hay almaceneros locos para controlar a los sátiros.

    Besos.

  6. Anónimo says:

    Magnífico. Me tuviste atrapado hasta la última letra. En los buenos relatos nunca se sabe si lo que se cuenta fue realidad o ficción. Yo no me río, por si acaso.

    Chapeau, Patricia: te ha quedado redondo.

  7. carmeloti says:

    El satiro, el almacenero, la noche, un cristal...

    "Quiero a esa mujer"

    Ficticio o real, estoy segura que eres buena diseccionado el sentimiento de agonía, pánico, ante la sensación de sentirse atrapada, como yo al leer tu relato...

  8. jo,confieso que me he reído pero también pude ponerme en tu lugar y sé que puede ser un momento muy chungo.Un beso y no mas encuentros terroríficos,mejor llevar el móvil a donde vayas.***

  9. Casi te veo temblando como una hoja de papel al viento...Casi te veo haciendo así de chiquito con tus dedos...Patito no vayas mas a la tienda.

    Besos con cariño

  10. ooohhh!!! cómo engancha este relato. Qué bien has metido al lector en ella, aludiéndonos directamente...

    Menuda risa y susto a la vez que provoca...¿Miraste las piernas del almacenero, no fueran también pezuñas, bajo la bata...?

  11. Me morí de la risa. Se han salido del manicomio del Justi, eso seguro, jajajaja

    Definitivamente, tú, eres una genia!

    Besos.

  12. y yo que pensaba que eso solo sucedia en mi barrio...

    Besos

Gracias por tus palabras