"Natalio Ruiz, el hombrecito del sombrero gris.
Caminaba por la plaza mayor, del balcón de su amada
a su casa a escribir, esos cuentos de un tiempo
que mi abuelo vivió"
-Sui Géneris-


Tenía cuarenta y tantos años cuando se dió cuenta que se le habia pasado la vida vendiendo zapatos y que empezaba a envejecer como si estuviera apurado.
De jóven no encontró ningun interés mas que ayudar a su padre y asi fue como heredó la zapateria que estaba frente al cine y junto con eso heredó la casa grande y a sus viejos adentro, los trajes oscuros, el cansado auto familiar, las misas de los domingos, los bigotitos negros de la época, el poncho de vicuña que habia traído del norte y venía bien para pasar las noches en los velatorios, a los cuales él jamas faltaba. Y tambien heredó los sombreros, tenia una colección, todos en sus hermosas cajas. Y el ahorro perpetuo.

Un día se le vino encima la soltería y entró a buscar esposa entre las jóvenes casaderas y de buena familia del pueblo. Una jovencita le dió rienda suelta a sus sueños y Natalio sintió que tocaba el cielo con las manos, dejó los trajes oscuros de su padre y se vistió en las sastrerías modernas del centro, entró a frecuentar los salones de baile con ella, la llenó de regalos inútiles y con una brevedad inucitada le ofreció matrimonio. Ella aceptó a regañadientes, pero aceptó y la noticia de la boda corrió como reguero de pólvora.
El registro civil estaba frente a la plaza y allí se juntó la concurrencia esperando a los novios, que pasarían luego por la iglesia y saludarían en el atrio.

Natalio era todo seriedad, compostura y bigotes, sus nervios iban a estallar poco mas tarde cuando en un abrir y cerrar de ojos vió cómo un jóven de a caballo le arrebató a su novia, que con traje blanco y coronita de azahares, se agarró de aquella cintura fuerte y nada le importó mas que huir, frente a la mirada congelada de todos los presentes.

El caballo a todo galope se fue perdiendo en la calle central del pueblo, mientras caían sobre el asfalto las florcitas y el tul de la novia.

Los comentarios luego vinieron como cataratas, se dijo que ella tenia un amante, que esperaba un hijo de aquél hombre, que los padres la presionaban para que se casara con Natalio y su fortuna en zapatos, que Natalio en el afán de no quedarse solo, hizo caso omiso a las señales que la jóven le daba.

El pobre volvió a su rutina de zapatos y velorios, a sus misas de domingo y a sus tangos.
Dejó esos trajes modernos que le resultaban pecaminosos y le recordaban su amor trunco. Y se dejó de gastar dinero en vano.
Se fue quedando mas solo que nunca en esa casona, cuando sus padres murieron, primero uno, luego el otro y sus amigos viéndose venir un problema le buscaron novia.
En el pueblo era dificil porque todas las muchachas conocian el aburrimiento eterno del solterón y su manía con el ahorro, de la capital no conocían a nadie y asi buscando y rebuscando se enteraron de una prima lejana de uno de ellos, que vivía en España y que estaría gustosa de viajar a la Argentina para concertar un matrimonio.
Carta va, carta viene, alguna que otra foto mentirosa que pusieron sus hermanos para entusiasmarlo y asi arreglaron el matrimonio, cuestión que cuando Berta bajó del barco, tenia marido y era Natalio.

Berta no se parecía en absoluto a las fotos que habia visto Natalio, era mas bien fea, lo que se dice fea, bajita y de una timidéz extrema, pero él nada dijo del engaño, supuso que Berta era inocente y la aceptó sin mas. Tambien era flaca y al pobre le gustaban las mujeres pulposas, pero eso tenía arreglo, pensó.
Los kilómetros que separaban al pueblo de la capital eran muchos y ninguno se sintió incómodo con el silencio reinante, cada tanto ella se acomodaba en el asiento, él le preguntaba si estaba cómoda, ella le decía que si a pesar del polvillo que entraba por todas partes y asi llegaron a la casa grande.

Allí la esperaba mucha tarea acumulada, ella se puso ropa de entrecasa, se sacó sus zapatos viejos, para ponerse los que Natalio ya no vendia , pero que eran nuevos y se transformó en dueña y señora del lugar.
Hizo de aquella casa algo bonito, remozó cortinas, plantó flores, encontró amigos y a mi me parecía que eran felices.
Él dejó de envejecer, ella engordó, los dos se estancaron en el tiempo y vivieron por años.

Una de las mayores curiosidades de mi infancia eran los zapatos de Berta, que eran lo mas antiguo que yo podia imaginar y jamás del número que tenian que ser, ella no veia cual era el problema, igual se calzaba un zapato nº 35 que un nº 38. El unico problema que tenían era que en las noches de verano tenian que ahuyentar a un borracho que se paraba en la puerta a cantarle "Natalio a ésta nadie te la va a robar" y Berta no entendía los motivos, pero tampoco preguntaba, en este pais tambien hay locos de atar, decía y lo echaba a escobazos.

Asi toda pequeñita y fea como era y con sus zapatotes enormes, era dueña de una dulzura sin igual, mas de una vez Natalio debe haberle agradecido al cielo, al joven de a caballo y a sus amigos por aquella mujer que le tocó en suerte.

9 Comentarios

  1. A ésto llamo yo comenzar bien el día, cuando el cielo encapotado, el aire frío, las caras dormidas me auguraban una mañana de derribo, llegas tu con tu preciosa historia y me regalas felicidad.
    Muchas gracias.
    Y un beso.

  2. Aye says:

    =)
    Me contaron esta historia no hace mucho.. una asombrosa y, por supuesto, una historia de pueblo.
    Gracias por compartirlas! Llenan los espacios de mi imaginación muchas veces y son la semilla de algo, lo siento adentro.

    ;)

    y lo de la ropa "antigüísima" y los zapatos gigantones puedo imaginarlo muy bien...=P

    Besos!

    pd:que suerte que obviaste la parte del gato y su almuerzo...

  3. Anónimo says:

    Hola, gracias por tu visita.
    Me ha encantado la historia por entrañable y bien narrada. La moraleja sería algo así como 'no hay mal que por bien no venga...'

    BesoS

  4. Isthar says:

    Me parece una verdadera historia de amor. Porque así son muchas: sin florituras, ni embelesos, sin poses forzadas.

    Natalio necesitaba una buena mujer que le quisiera tal cual era sin intentar cambiarlo ni echarle en cara que no fuera de otra manera. Berta era la mujer ideal para él.

    A veces uno encuentra a la persona idónea dónde y cuándo menos se lo espera. Y sólo se puede dar gracias :)

    Un abrazo

  5. Pariz says:

    Sin lugar a dudas es una historia muy bonita, pero aún me río de la desfachatez del borrachín cantándole a Natalio "... a ésta nadie te la va a robar".

    Con respecto al pasado, estoy de acuerdo. Reprocharle a él ciertas cosas es necio cuando es quién nos ha traído justo donde estamos. Y no sólo eso: es irremediable.

  6. Zifnab says:

    Creo que Natalio no se merecía a berta

    Me encantó esta frase

    y nada le importó mas que huir

    Se feliz

  7. Toro, tu mensaje tambien me hizo feliz al leerlo, nada mas que por haber cambiado tu mañana ha valido la pena este escrito.
    Gracias a vos y un beso.
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    Aye, nosotras nos retroalimentamos!

    Lo del gato me pareció tétrico, repugnante y morboso, pero en verdad si pudiera lo contaría...
    Y si pruebo? No sé.
    Mejor veo...
    Besitos linda!
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    Paloma, gracias por tu visita tambien y mas o menos sería asi la cosa.
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    Isthar y Zifnab en las antípodas, y yo acá en el medio.
    Yo no sé si fue una historia de amor o de acomodarse a una realidad inhóspita para ambos y de allí hacer camino.
    Luego, creo que se amaron, como le dije a Zifnab, parafraseando a Calamaro, "es una cuestión de amor extraño, de amor a pesar de todo", para mi la cosa tomó ese rumbo y de verdad que parecían felices, asi que mas allá de los merecimientos estaba esa alegria que tenian que te pareciera bien o no, estaba.

    Un beso para los dos.
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    Leopoldo, tambien a mi me hacia mucha gracia lo del borracho, mirá qué era turro ir a cantarle eso a la puerta de su casa!

    Besos para vos!

  8. Anónimo says:

    Pato: no lo puedo creer, que talento oculto.Me encanto.Segui escribiendo, por favor.Mil besos.Maru.

  9. Noa- says:

    Historias de pueblo... cuantos matrimonios no se habrán fraguado con algún que otro engaño piadoso en aquella época, y habrán sido los más fructíferos.

Gracias por tus palabras