Los días con esa sombra viscosa son días que no.

 Los ojos estacionados en ese vaivén imperceptible, pero certero de la sombra, que no es soledad. A mi me encanta la soledad, soy una persona solitaria y a mucha honra. Nunca me aburro. Ah, pero la sombra es otra cosa, no tiene que ver con la soledad. En medio de un mundo de gente la cerrazón puede llegar tan campante e instalarse aunque no haya un espacio vacío. Sólo quien ha padecido depresión sabe de lo que hablo. El resto lo puede imaginar, pero ni remotamente sabe cómo es esa oscuridad que lo va cubriendo todo en medio de un día de sol. La voluntad desaparece. Es como si un paño húmedo, pegajoso y negro lo fuera cubriendo todo. Y cuando digo todo, es todo. Empieza de manera inesperada. Puede caer sobre uno en cualquier momento, luego de cepillarte los dientes, levantar la cabeza y descubrirte allí, mirándote, pensando quién es esa persona que te mira desde el fondo de tu vida. Puede quedarse allí, arremangando la incertidumbre o seguir cayendo, seguir tus pasos, ir hasta la cocina y acompañarte en el movimiento que lleva tu mano a la pava, al encendedor, al fuego…Y así lo va vistiendo todo.
Pero no quería hablar de eso que por ahí no tiene sentido.



El viernes pasado fui al Malba (Museo de arte latinoamericano de Buenos Aires) a ver la exposición de Yayoi Kusama “Obsesión infinita”. Una cola de gente interminable afuera se mezclaba entre los árboles envueltos en tela blanca con lunares rojos. 

La obra de Yayoi es, como lo dice el nombre de la instalación, infinitos puntos y lunares de manera obsesiva cubriéndolo todo. En algunos pasajes esos puntos se reflejan en espejos hasta que se pierden en tu vista y todo todo todo es un manto de lunares. 


En una de las salas iluminada con luz negra, había una habitación cotidiana: una mesa, un par de sillones, un piano, un florero y sus flores, cuadros, libros. Todo tenía lunares de colores que brillaban en la oscuridad. Esa fue la forma que ella encontró de hacernos sentir su alucinación permanente y en todo lugar y a cualquier hora del día. La mesa estaba servida como para un almuerzo, el piano estaba abierto y con una partitura, todo puntos. La pared, todo puntos. El suelo igual. Esa era la visión de sus días. Creo que Yayoi tiene unos 80 años, vive en un neuropsiquiátrico, pinta todo el tiempo esos lunares. Todos sus cuadros tienen esa especie de compulsión. De lejos ves un color, una forma, cuando te acercás allí están los puntos infinitos. Ha dicho que pintar es su forma de hacerle frente a su instinto suicida. Puede que ella esté mas loca que una cabra, pero parada allí, siguiendo sus puntos la entendí. Para salir hay que pasar por una especie de laberinto de luces, que por supuesto eran infinitas. Luces redondas, pequeñitos destellos que se encendían lentamente y brillaban cambiando los colores haciéndote creer que estabas en medio de una galaxia. De pronto se apagaban todas juntas dejándote a oscuras. Sola. Vos y la oscuridad. El silencio. Enseguida el desconcierto… El murmullo del susto ¿Qué estaba pasando, era normal ese apagón, era parte de la instalación, era lo que le pasaba a ella cuando se quedaba a oscuras? Acto seguido las voces de los que allí estábamos, gritando al unísono ¡¡Luz!! Nadie soporta la oscuridad, en medio de una galaxia.




 



Pues eso, no es soledad. 
Cuando escribo mi oscuridad. Como puedo, como me sale. Una y otra vez, no es para que nadie sienta pena de mi. Es la forma que encuentro de enfrentar los días que no. Es un grito mío, que puede ser el tuyo si te pasa lo que a mi. 
Es un grito pidiendo luz.







7 Comentarios

  1. Tu grito es luz. Besos.

  2. Genín says:

    Tiene que ser terrible encontrarse solo en la oscuridad...
    A mi los puntos esos en los árboles, me molan mucho :))
    Besos y salud

  3. Yo no siento pena de ti.
    Ya lo sabes.
    Y te comprendo a la perfección.

    Besos.

  4. Me sentí identificada con tu texto, no le temo a la soledad, me gusta; tampoco a la oscuridad, porque siempre ando mirando mi parte oscura y por lo tanto entiendo las "oscuridades" ajenas.
    Abrazo, Pato.

  5. Terribles esos lunares :( pero como siempre, a unos nos espantan cosas que a otros les gustan.
    No puedo ponerme en tu piel pero sí estremecerme con tus letras, de algún modo me conducen a sentir eso que describes.
    Un abrazo,jacarandá***

  6. Te comprendo, me he sentido igual. Un texto que une realidad y "locura" o quizás, simplemente, profunda soledad.
    Cariños.....

  7. Darío says:

    Pide luz, porque da luz. Espero llegar a tiempo para ver la exposición. Ya le tuve ganas en septiembre. Un abrazo.

Gracias por tus palabras