No sé contar bien las cosas desde la emoción, sin darme cuenta empiezo a pintar todo con unos colores que voy mezclando y que por ahí, terminan no siendo los que veo, sino los que salen, pero ahí voy;
 con el pincel cargado de un tornasol que se fue filtrando día tras día en estos meses tan difíciles que vivo y que se terminó de definir hace pocas horas.  Me refiero al color de la tinta, con ese matiz, escribo. En el cedazo hubo de todo, tal vez por eso, el fulgor de mis letras. Este tiempo nidó la maravilla y el desconsuelo, la desesperación y el prodigio, la magia, el asombro, la impotencia, el desaliento y el milagro. En este abanico de colores intensos también hubo pequeñeces dignas del mayor de los olvidos, hasta naderías con las que podría escribir los versos mas tristes esta noche, pero es pleno día y hay mucha luz; además veo que han sido tan nimias esas cascaritas que enturbiaron mi cielo, que decido pasar por alto su recuento.


Así llego a la tregua de estos treinta días que duró el mundial de fútbol. Para mí que vivo en Argentina, donde los clubes están casi todos fundidos, las estrellas han dejado de ser los jugadores para ser los barrabravas, los hinchas no pueden ir de visitantes a ver sus equipos y el futbol huele a mafia, empecé a mirar los primeros partidos sin ilusión. A poco andar comprendí que eso que estaba viendo en la cancha era una gran metáfora y me enamoré de esa idea. Empecé a ver esa alegría como si se tratara de un poderoso cicatrizante capaz de hacer desaparecer por un instante la maldita herida que divide a mi país. Por eso ver de pronto que todos estábamos unidos por el mismo sueño, seré ilusa, pero me hizo creer en algo mas grande. Me importaba tres rabanitos ganar (soy una gran mentirosa, deben saberlo) yo hubiera querido que el mundial durada para siempre. Ganar o perder, significaba terminar de juntarnos a ver los partidos, a comer, a reír, a inventar cargadas para Brasil, chistes a Mascherano, preguntarnos cómo van a jugar si 4-4-2 o 5-3-2, como si eso fuera trascendental.

Lo cierto es que yo hubiera querido eso para siempre. El mío, ya lo sé, es el pensamiento de un niño que no quiere que le apaguen la peli que está viendo para ir a estudiar. Yo quiero ser un “auténtico decadente” y en esta época difícil de mi vida, no quiero una vida normal porque en ella, los sueños se interrumpen mas de lo esperado. ¿Cómo no vas a querer que el sueño dure para siempre? Yo quiero seguir creyendo que podemos ser eso que hemos visto iluminado en las pantallas de bares, plazas y hogares. Un equipo que sin soberbia, respondió al éxito con humildad. Rescatando el valor del esfuerzo colectivo. Yo quiero mirarme en ese espejo mañana cuando me levante, deseo que mis seres queridos se reflejen en ese espejo, que volvamos a creer en nosotros como hicimos estos días, estos escasos treinta días que duró el mundial, que podemos cambiar este destino de desbarrancadero que tenemos.

Todo eso pensaba antes, durante y después del partido contra Alemania. Nos ganaron. Punto. Igual salí a festejar el segundo puesto tan chocha…
Después mirando la tele dejé me desmoromé. Se me hizo una especie de tormenta en la cabeza, un huracán. No podía creer lo que estaba viendo… No sé para qué cornos se me ocurrió prender la tele, había un desmadre en las calles. Ahí caí en la cuenta de lo que para mí es una derrota, no perder un partido de fútbol. Perder es eso.  Perder es vivir inseguro. Es tener que cuidarte del otro, cuando yo quiero estar bien con el otro. Es vivir con miedo. Es querer irte del lugar donde tenés todo.

En un abrir y cerrar de ojos habíamos pasado de la alegría, al grito de Munch. El espejo en el que ansiaba mirarme los días que venían, se había vuelto eso: la imagen de Munch gritando, o era yo que me agarraba la cabeza aturdida por un grito que no se si venía de adentro o de afuera, pero me espantó. 
Tanta ciclotimia me va a matar, pensé.


Ahora que empiezan a pasar los días lentamente y que los ecos del mundial se apagan, pienso que tenemos que capitalizar eso que nos hizo tanto bien. Al menos yo quiero sacar algo en limpio: tomar el mensaje de nuestra selección que fue simple. Si ellos pudieron ser un equipo pensando el juego de diferentes maneras, ¿será que nosotros también podemos? A la gran mayoría de los argentinos nos enamoró esta selección. Ojalá podamos nosotros volver a enamorarnos de nosotros.  A creer en nosotros y no creérnosla.


8 Comentarios

  1. Ojalá :) confío en eso...Te dejo un abrazo ***

  2. Sí, por qué no?
    Un beso.

  3. Desde el otro lado de la cordillera también vivimos una suerte de sopor colectivo que duró cerca de un mes. Disfrutamos las juntas colectivas de familiares con cotillón y picadillo mientras estábamos pendientes de once pares de piernas que se disputaban cada balón. Atrás, quedaban los políticos, sus ofrecimientos, las leyes que no se han elaborado, el desnivel de salarios y un largo etc muy propio de nuestra Sudamérica en vías de desarrollo...Ahora el llamado "modo mundial" ha pasado y estamos nuevamente en la realidad, ésta realidad y necesitamos recapturar el concepto colectividad: el uno para todos y todos para uno...Un abrazo.

  4. Genín says:

    Es para estar orgullosos de esta selección, a Mascherano había que hacerle un monumento en lo alto del Obelisco :)
    Lástima que enseguida se olviden las cosas... :(
    Vi el uso político que hizo la presidenta de los jugadores cuando los recibió, pero la gente también se da cuenta y le saldrá el tiro por la culata, al menos eso espero, que el merito es de ellos solamente...
    Besos y salud

  5. El trabajo en equipo debería se mundial.
    Si yo tuviera una arma invencible y que asustara a todo el mundo desde hoy mismo suprimía banderas, fronteras, himnos y demás idioteces.

    Besos.

  6. Darío says:

    Los jugadores hablaron , el técnico habló, las calles hablaron. Nadie hace uso político de una derrota, como se pretende sugerir o se afirma en un comentario. Se recibió a los jugadores y punto. La vida siempre fue la misma detrás del Mundial, había cosas mucho más importantes que partidos de fútbol, que uno se deje llevar por la fascinación no es responsabilidad del "otro" sino de uno mismo. Un abrazo.

  7. Anónimo says:

    Ojalá sucediera,ustedes se lo merecen.
    Un saludo de Gabriela

  8. Enhorabuena. No sé de que mundial están hablando , detesto el futbol; lo siento, supongo que para ustedes es poco menos que la unión con su identidad nacional. Yo carezco de identidad de esa clase.Es que soy una gallega de A Coruña , por más señas de culleredo . No consigo identificaciones con nada de lo que a otros les inflama como a vos. No vibro con ningún deporte , y lo siento . Yo me cuelgo con el feminismo y la literatura y envidio esa sensación capaz gregaria de aullar como leona en celo y abrazar al primero de puro alborozo. Pues no soy fría, pero se ve que me viene de nena. Estuve enferma de chica ,a cinco años, y no tenía tele y mis domingos cuando llegaba la sobremesa mi mundo chiquito se nublaba porque la radio que era mi peculiar cine de sesión interminable se cortaba ; empezaba el odiado " carrusel deportivo " hasta la noche ,no había otra cadena que emitiera otra cosa , sólo futbol. En la España de Franco el fútbol y los toros eran la seña de Identidad Nacional. Lo malo ,para mí odioso ,con lo peor , la muerte para mí nunca entendida del animal irremisiblemente y algunas del hombre del estoque.
    Ése es mi recuerdo acuñado a fuego . Y, no lo he superado, tampoco me esfuerzo y ya no me importa. No obstante siento que me pierdo algo que nunca he podido enganchar. Sentirme con otros identificada por algo más que ideas y letras. Bueno no pensaba lanzarme a escribir pero vos me habéis tocado la fibra . Me ha gustado mucho el escrito .

Gracias por tus palabras