Eso dicen ellos, los dueños de las voces que escucho detrás del muro: que mejor no verme.
Los oigo. Unos gritos que retumban y atraviesan los ladrillos, llegan a mí. Aunque tape mis oídos para no escucharlos mas, dicen eso: que soy el monstruo.

Muero cada día, siendo inconmensurable.
Recorro hambriento este laberinto sin fin. Mi pensamiento se extiende por las noches como una lengua de tierra tratando de llegar a ninguna parte. Termino rendido de cara a la pared frente a mis ojos. Soy el que no ve la luz. Ni encuentra el interruptor. Sólo sé que el tiempo transcurre porque un nuevo barco llega. El día se mueve de lugar con cada carga de seres asustados y horrendos que traen periódicamente  a morir aquí.
Pobres los recién llegados, les esperan tiempos difíciles. Me miran con espanto y empujan mis defensas, creo que para darme muerte. Nadie quiere verse en mí. Nadie quiere cruzarse con un monstruo. Sin embargo poco a poco comprenden que están frente a un espejo y después de llorar y putearme, hacen lo mismo que yo. Entran a deambular por aquí como náufragos. Comienzan a besar cada esquina, cada pozo en la pared, cada huella. Se vuelven habitantes desconsolados de esta cueva de feos.

Ellos, los del otro lado, dicen que soy imposible. Me llaman Monstruo, con mayúscula. Y tienen razón, soy horrible. Me he vuelto hosco, soy piel y huesos por culpa del veneno y olvidé la risa. ¿Cómo era esa música cantarina? Estoy tan entristecido acá. No quiero dejarme ver. Yo soy el que corre a esconderse por los gritos desesperados que de tanto en tanto invaden estos lúgubres rincones buscándome.
Quieren dar muerte al monstruo, ese que dicen que soy.
Pronto serán ellos los monstruos que tendrán que refugiarse para que los que siempre están llegando no les den muerte.
Yo sólo soy un pobre y solitario agujero. 
Como decía León. 
Si habré cantado a León. Ahora ya no canto, temo de mi propia voz, porque se ha roto.
Sólo espero movimientos en el muelle.
Y aún así no entiendo este destino de barcos, no comprendo esta vida huyendo por siniestros pasillos hasta que el miedo se convierte en ira y me toca dar muerte o morir.
Me he vuelto un matador yo que amaba las mañanas claras.
Igual muero en ellos. Cada boca que callo con mi grito, cada garganta a la que dejo sin aire, cada mirada que dejo sin luz y chorreando esta tinta sucia, también me lleva a mí.
Nos estamos dando muerte entre pares.
Si pudiera explicarles que buscamos lo mismo.
Yo también quiero salir. Yo también quiero unos ojos mansos que se posen sobre mí. También necesito la mano cálida de alguien que confíe en mí. La mano que encienda la luz que se apagó después del viento.
¿Dónde está el interruptor?
Más allá del muro han dado en llamarme monstruo, a mí que era igual que vos. Y ahora soy esta cosa flaca que ni sombra tiene, pero que camina encorvada y mete miedo a los recién llegados ¿Podés creerme? Desconfían de mí. Hacen bien: me han inoculado el virus del mal y espero en la cerrazón de mi cueva poder salir antes de que sea tarde para revelar mi verdad.

9 Comentarios

  1. Parece que vamos a llegar a esto.
    Eso si no hemos llegado ya.
    Cualquier día mataremos por sobrevivir.

    Besos.

  2. Genín says:

    A veces pienso lo necesarios que son los siquiatras y lo poco que acudimos a ellos para las muchas veces que debiéramos hacerlo, en realidad yo nunca lo he hecho y seguro que lo necesito...
    Besos y salud

  3. Toro y Genín

    tengo malas noticias:Ya hemos llegado. Esto que escribo es una sensación que no es sólo mía, basta con asomar la nariz y mirar lo que nos pasa. Es una sensación general que la hice particular.
    Y los psiquiatras son necesarios, pero ellos también están inmersos en el desastre y agobiados por lo mismo. Creo que es mas profundo lo que nos sucede.

    Besos

  4. Todos tenemos un Hyde, Patito. Ese Hyde que tan bien pintás y que se asume tratando de explicar que nadie está exento de que su Hyde surja porque el ser humano es así.

    No es una cuestión de psiquiatras más o psiquiatras menos. Tener a Hyde asumido no significa que uno está loco. Significa que se ha visto como nadie quiere verse aunque practique su Hyde a diario.

    La única forma de dominarlo es saber que está en nosotros.

    Cuando termine la novela te la comento.

    Lehitraot

  5. Manos que enciendan la luz que se apagó después del viento... un río de gente en todo el mundo buscando lo mismo.Tal vez si ese número aumenta pueda hacer que la balanza se incline hacia la luz, la confianza, la música, las mañanas claras.Ojalá.
    Besos,jacarandá***

  6. Lo que está adentro está atrapado, y lo que está afuera no puede ni quiere ser libre. Ese es el drama.
    No veo acá una lucha entre lo bueno y lo malo, no veo a Hyde (tampoco la necesidad de terapia). Este monstruo tiene (para mi) la forma del minotauro, hijo de lo deforme, víctima de una unión aberrante, preso en un laberinto que odia y protege.
    Me impactó mucho este texto, y salvando las distancias, me recordó la contratapa del comic de Walking Dead, donde dice "en un mundo gobernado por los muertos finalmente fuimos forzados a vivir".
    Que los monstruos despierten de su pesadilla, Pato.

    Salud!

  7. Que profundidad teien lo que escribes, me ha gustado, besos.

    Quizás los tiempos no sean los dificiles sino otra cosas, no sé.

    El ser humano, ¿tal vez? Abrazo.



  8. libertad says:

    Inconmensurable. Lucido y desgarrador tu post.
    Un abrazo grande!

  9. Vengo por tu comentario en el blog de Toro.
    Vaya regalo nos ha hecho!!

    Me alegro de haber llegado hasta aquí,lo q he leído me ha gustado.
    Saludos,Carmen

Gracias por tus palabras