
Cada día hace lo mismo. Se sienta frente a su patio blanco y mira pasar su vida con vértigo. Convertido en un espectador de cine mudo, acecha. Quiere frente al cándido patio pescar esos momentos con su red de cazador furtivo, recrearlos, quitárselos al aire para que no sigan fugándose como halcones peregrinos, pero le pasa algo insólito. Se queda con las manos abiertas, los dedos listos, la