
“Todos los días de mi vida, todas las horas, todos los momentos son así. Calcados. De molde. Salvo cuando puedo mirar por el agujero de una cerradu
Me había salido del borde una tarde, que por no usar reloj, jamás supe la hora que era. Hubiera sido importante tener ese dato, pero hace tiempo que le escapo a los relojes y me quedé sin saber. Tampoco tuve conocimiento de qué día era, ni qué año. Tal la distracción en la que vivo. Lo importante fue comprender que los bordes mas estrechos pueden resultar infinitos.Anchos desiertos de inauditas bocas
El mismo mar, la misma playa y los días del principio. Aquellos lejanos días.Cuando te veía correr al agua, mientras yo no descansaba entre los caracoles, los juguetes de plástico y las olas. ¡Qué atrás quedó ese tiempo de burbujas rotas! Se fue tan lejos, que cuesta media vida ir a buscar unos instantes dorados que quedaron flotando desde entonces en estas mismas costas.Ahora lo que flota de tanto
Después de tanta máscara de plástico y tanto carnaval errático, es reconfortante el infortunio de la soledad.Bendigo esas mañanas solitarias que he pasado al reparo de los tamarindos, oyendo el monólogo sublime del mar, la letanía del viento, el trote de mi sangre recordándome la vida, mis manos en la arena tibia, mis ojos en el horizonte, extraviados, inalcanzables, agradecidos.Eso fue ayer.Días
Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar al Malo. Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.
Alejandra Pizarnik