Fogatas de Junio

Me gustaría contarlo ahora, que es invierno. Decir que era Junio cuando hacíamos las fogatas, que la tarde era una lengua de tierra que nos saboreaba como si fuéramos helados y que había cierta añoranza instalada en mi mirada, cuando aún no sabía que eso era melancolía.Contar por ejemplo que la calle se extendía oscura hasta perderse en el campo y que era tan larga como fuegos yo podía contar. Que

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La carta

Luego de leer la carta, hubo un vuelco interior en su ánimo, un mar de dudas la revolcó por las profundidades de la incertidumbre. Leyéndola una y otra vez, fue sintiendo cómo sus manos perdían calor y su cuerpo se estremecía en medio de aquél barro siniestro de letras inmisericordes.Ella leía y un frío intenso la iba trepando desde abajo, como si el suelo se hubiera vuelto de nieve, una nieve barrosa,

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Mi media sonrisa

El día que perdí la risa, no la perdí del todo. La oculté porque me fui quedando sin motivos. En realidad los motivos siguieron allí delante de mis ojos, sólo que me privaron de ellos. Y yo, sin entender, cómo todo se había vuelto tan serio, intentaba ser obediente.La explicación si bien fue breve, día a día se amplió en el tiempo: Ahora sos una señorita –dijo mi mamá-.Yo me miraba en el espejo y

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Vuelvo (sin cordura)

Ustedes, ventanas de luz que guían mi andar. Vuelvo y no he recuperado la cordura.Vuelvo antes de quedarme a oscuras.Simplemente vuelvo a un mundo hecho de letras que se pueden tocar, apenas apoyando los ojos.Vuelvo antes de que se me “marchite la frente y las nieves del tiempo pinten de plata mi sien” (mientras escribo este impulso de regreso, parafraseo el tango Volver que me encanta)Siento que

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