Yo sabía que en el rancho del medio de la manzana, vivía un fantasma.
No tenia gran preocupación porque solo lo veía una vez por dia, a la mañana muy temprano cuando el fulano corría por el patio y yo desde mi casa lo espiaba para ver qué hacia.
La cosa era así, yo me trepaba a los árboles mas altos para leer tranquila las revistas de mi hermano mayor, que obviamente no me prestaba y aprovechaba a leerlas cuando él dormía. Una mañana, estaba con la mirada perdida, atrapada por ese fondo de verdes que se veía desde allí arriba, cuando del rancho abandonado vi salir un fantasma.
El espectro corrió desde la galería hasta perderse entre las plantas.
No le dije a nadie mi descubrimiento, porque tenía que entrar a decir lo de las plantas mas altas, lo de las revistas leídas a hurtadillas...
Enseguida me convencí que era mejor mantener el secreto y de tanto en tanto espiar a ver si lo veía.
El tipo era un relojito, todas las mañanas salía como disparado por la galeria y se perdía entre las plantas.
Un día tomé coraje y me fui hasta el rancho, en ese tiempo desconocía el miedo. El rancho era de adobe, como esos que antes abundaban en los campos, tenia un techo a dos aguas hecho con abundante paja y en la galería habia una radio de las chiquitas. En lugar de puerta habia una bolsa de arpillera que se movia con el viento y desde donde yo estaba parada se veían diarios y la ropa del fantasma tirada sobre la cama.
El desorden era abundante y recuerdo que pensé que los fantasmas no tenian mamás que les dijeran la importancia del orden y esas cosas.
Habia una mesita al lado de la ventana, unas sillas llenas de ropa sucia, un sombrero, una guitarra y unas botas.
Un gato aburrido se paseó por mis piernas y senti un escalofrío, de solo pensar que tal vez era una aparición gatuna.
En ese momento se me terminó toda la vena investigativa y desaparecí por los fondos. A medida que me alejaba del lugar mi corazón se agitaba mas y mas y en mi cabeza crecía la idea de que el fantasma no estaba solo.
Las mañanas que siguieron fueron iguales a las anteriores, el tipo salía siempre corriendo enfundado en su camisón blanco, para el mismo lado y yo no lo veía regresar, antes me aburría de esperarlo y terminaba leyendo las revistas de mi hermano.
Un día empezaron las clases y no pude vigilar mas a mi fantasma.
Otro día crecí y ya no tuve valor para contar lo que yo sabía. Y otro día mas tarde, me olvidé del fantasma.
Pasaron los años y un dia de verano intenso, mi hermano mas chico, se juntó con sus amiguitos del barrio para jugar con las pistolas de agua. Llenaron ademas varios baldes con esas bombitas de colores y se fueron para los terrenos del fondo.
Ese día descubrieron el rancho. Decidieron tomarlo como propio y ser los mas malvados de la historia.
Se dividieron en bandos, unos eran los dueños del rancho y otros los invasores.
La guerra fue feroz, hordas de niños iban y venian a cargar sus armas de agua, el desatre de barro entró a crecer y se armó como un gran pasillo delatador...
Mi madre siguió las huellas y su grito me hizo correr tras ella, allí estaban los guerreros cubiertos de barro hasta las orejas, allí estaba el mismo gato de aquella vez cubierto de barro...
El rancho casi destruído, las paredes rotas, la ropa tirada por el suelo.
Y mas atrás, lo peor, estaba mi fantasma abatido...
Mi fantasma agitando las manos y llorando y malidiciendo a los muchachitos embarrados.
Mi fantasma que no era tal.
Mi fantasma que no era mas que un pobre gaucho viejo que vivía en ese terreno fiscal, en ese rancho sin puertas, mi fantasma que era un fantasma en verdad de carne y hueso.
Estaba allí agarrándose la cabeza viendo el desastre.
Mi madre que lo conocía, evidentemente, lo consoló y le dijo que mi padre y ella lo iban a ayudar a reconstruir su rancho y no sé qué mas le decia, porque yo no pude ni quise escuchar mas.
Yo miré para atrás de la galeria, buscando el lugar por donde yo lo veía desaparecer todas las mañanas, ahora no habia tantas plantas como entonces, los años habian raleado el bosque, apenas habia unas calas amontonadas y un baño de ladrillo chiquitito, con una puertita de madera podrida y desvencijada. Las paredes laterales tenian un triangulito que haría las veces de mirador y entrada de aire.

Yo estaría por cumplir 22 años, toda una grandulona y dejé de creer en los fantasmas.

4 Comentarios

  1. crub says:

    Yo una vez ví un duende, y nadie me quita que de verdad vivía en la higuera de mi abuela, ni siquiera al día de hoy.
    Besos, Pato, una historia bien contada!!!!

  2. Aye says:

    =)
    si habré escuchado la historia del fantasma del rancho; aunq falta la parte graciosa de las botas ;)
    Capiitulo primero de la historia del pueblo
    ;)
    =)
    Muy linda quedó!
    Besitos

  3. Tuky says:

    "Un día empezaron las clases y no pude vigilar mas a mi fantasma.
    Otro día crecí y ya no tuve valor para contar lo que yo sabía. Y otro día mas tarde, me olvidé del fantasma."

    Que bueno ese renglón!!

Gracias por tus palabras